Bajo la luz de la luna

La gente piensa que es raro, pero a Alba le fascinan las mujeres embarazadas.

Son sus personas favoritas y no está segura de lo que haría si tuviese que pasar más de una semana sin ver a alguna. Son hormonales, neuróticas, apasionadas, alarmistas, y no entiende por qué fue aparentemente bendecida con el don de cautivarlas y lograr calmar todas sus preocupaciones.

Ella es una de las personas que ayuda a esas mujeres a conocer los pequeños humanos a los que les han dedicado tanto tiempo y esfuerzo, lo que lo hace el mejor trabajo del mundo.

Además, modestia aparte, es una de las mejores haciéndolo.

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Un mensaje a las 3 de la madrugada en su día libre sólo puede significar una cosa, por lo que no se detiene mientras se levanta de la cama y se enfunda sus pantalones de chándal. Toma todo lo que necesita, siempre listo al lado de la puerta, sin sentirse mínimamente cansada para cuando se encuentra aparcando el coche en su puesto de estacionamiento.

Siente la adrenalina correr por sus venas y por milésima vez recuerda el motivo por el que eligió la escuela de medicina sobre todo lo demás, la pintura era una de sus muchas pasiones, pero no le ofrecía este subidón.

Va sonriendo todo el camino hasta la sala, deteniéndose cuando ve la cara de la última persona con la que esperaba encontrarse. Es la primera vez, desde que sonó su localizador que se detiene, aprovecha para tomar un profundo y tranquilizador respiro mientras reúne toda la energía a su disposición.

"Dra. Lacunza," dice mientras entra en la sala. Está vestida con la ropa quirúrgica rosada, su favorita, cosa de la que se arrepiente en el segundo que se da cuenta de la presencia de la otra, de pie, en la estación de enfermeras. Cuando los ojos de Lacunza caen sobre ella, los pone en blanco. "Recibí una llamada. ¿Cómo puedo ayudar?"

"Cecilia Ramos," dice bruscamente la Dra. Lacunza. Le entrega el historial médico, al que Alba da un rápido repaso antes de colocarlo bajo su brazo. La Dra. Lacunza la mira con repugnancia antes de negar con la cabeza y alejarse caminando.

Alba rueda los ojos y la sigue.

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Cecilia Ramos fue transferida debido a complicaciones en su embarazo. Tiene 26 semanas de gestación y Alba no entiende cómo ha durado tanto sin venir al hospital. A los minutos de examinarla deciden llevarla a quirófano para sacar al bebé.

Su equipo de enfermeras sabe perfectamente cómo le gusta trabajar y, una vez que la señora Ramos se encuentra bajo los efectos de la anestesia, colocan la playlist favorita de Alba para el disgusto de la Dra. Lacunza, que se encuentra frente a ella preparándose para recibir al pequeño paciente que se encuentra en el útero de su madre.

Alba la ignora, es buena para eso. Sabe que tiene hábitos que para muchos pueden resultar tontos, pero sabe lo que quiere, lo que le gusta y lo que necesita, nada ni nadie hará que se avergüence de eso. El ser tan buena en su trabajo le ha valido para obtener ciertos beneficios. La reputación de ser rara y extravagante la precedía antes de ocupar su puesto en el Clínic, lo que hacía que las personas que no la conocían tuviesen bajas expectativas referentes a su trabajo.

Pero Alba no puede entender cómo la Dra. Lacunza puede ser tan prejuiciosa, cuando la reputación que le precede a ella es mucho peor a la suya. Pediatra. Su padre, un neurocirujano retirado que ganó grandes premios en su día. Su madre, una diosa de la cardiología que también ha ganado premios y obtenido reconocimientos en su área pero, aparentemente, a Natalia le está costando llenar los zapatos de sus progenitores. Todo el mundo sabe que se ha acostado con todas las enfermeras. Saben que no deben ir a la habitación de descanso en el sexto piso porque ahí es a donde lleva todas sus conquistas. Es distante y actúa como si todo el mundo, menos ella, fueran incompetentes. Alba no ha trabajado mucho con ella, suele evitarlo (porque se le hace difícil trabajar con personas negativas), pero han conversado luego de algún parto y compartido correos referentes a pacientes en común, no mucho más.