Sentí que te tenía. Por un efímero tiempo, pero lo sentí.
Te quise mío y eras tuyo. Tuyo de esa forma tan especial que me enamoró y me hizo cuestionarme tantas cosas que acabé perdiéndote, abriendo en canal todas mis heridas de golpe y pensando que la culpa era mía.
Y ahora me encuentro buscando las huellas que dejamos, queriéndote como nunca he odiado a nadie y odiándote como nunca he querido, pensando si tus "te quiero" por momentos pudiesen haber llegado a ser reales. Y no te puedo olvidar, ni te puedo soltar. Quiero que me busques una tarde de esas de verano en nuestro banco, ese banco que en el que compartimos recuerdos y te prometo que allí estaré, porque ha pasado más de un año y sigue doliendo lo mismo o más que al principio. Que me da igual que me bloquees en Instagram o dejes de seguirme en cualquier red social, los recuerdos se mantienen en tu cabeza inevitablemente, aunque a ser sinceros no me da en absoluto igual. No sabes como me dolió cuando vi que habías tirado mi regalo y conservabas el de tus amigas. Pero quiero que tengas en cuenta que ninguna de ellas estaba cuando te vi llorando o derramando una lágrima. Me encontré sola mirándote mientras el resto continuaba con sus vidas como si nada y me pregunté como podían no darse cuenta de ti.
Sin embargo, no supiste valorarme. Y si no quisiese quedarte a mi lado, no te pediré que te quedes, porque de nuevo, eso no se pide