Primaria

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Todo es nuevo para mi, he entrado a la primaria y esto es confuso, siento muchos nervios e incluso no quiero ir, en realidad debería estar contenta y ansiosa por mi primer día de clases pero no es así, aunque así lo quisiera se me es imposible.

Mi mamá me lleva a la escuela 20 minutos antes, mi turno es de la tarde, llego al marco de la puerta y observó como solo habemos 4 niños, me siento en el primer mesabanco de la segunda fila, mi corazón late muy rápido, poco a poco comienzan a entrar mis nuevos compañeros.

Se me acerca una niña muy pequeña de estatura, pero de mi edad, es colocha, ojos negros, labios delgados, de complexión delgada y de tez morena clara.

—¡Hola!—tiene una enorme sonrisa en el rostro—¿como te llamas?, yo me llamo Liliana Everill.

—¡Hola!—le devolví una sonrisa—Mi nombre es Arely Bellamy Collins, te llamas igual que mi mamá.

—Me gusta tu moñito—me dice señalando mi coleta con su dedo—. Este es color azul marino con lunares blancos.

—Gracias—le respondí—.

-¿Nos sentamos juntas? Ambas preguntamos al mismo tiempo, lo cual nos causó gracia.

Y así fue como nuestra amistad comenzó.

En segundo año tuve un accidente que yo misma cause. Era la hora de receso y acabábamos de salir de realizar un examen de todas las materias en general, como era muy tímida desayunaba en el salón, así que ese día me compré unos tacos, acabe de desayunar y deje el plato sobre la mesa para tirarlo después.

Brincaba de mesa en mesa y dos de mis compañeros me seguían.

¡Oye deja de brincar! - me grito un niño de sexto grado, hermano de una compañera que se encontraban en una mesa sentada junto a él, mientras este le resolvía el examen a ella.

¡Y tu deja de hacerle el examen a tu hermana o le diré al maestro!

Se molesto tanto el niño que decidió empujarme y la mesa en la que yo me encontraba no tenia una pata, por lo cual está dio vuelta haciendo qué me abriera por debajo de mi ceja. La sangre empezó a brotar en seguida y mancho mi playera blanca, agarré el plato de mis tacos vacío y lo puse debajo de mi mentón para que la sangre cayera en el, salí caminando del salón y cruce toda la plaza cívica para ir a la dirección porque yo no sabía que hacer y en mi recorrido podía mirar con mi otro ojo que los niños me miraban asombrados y espantados. Sin duda alguna creo que traume a muchos niños y la idea me hace sentir mal.

El maestro me ve y me dice apresuradamente con los ojos como plato—¿Donde vives?

La verdad es que vivía muy cerca, para ser exactos a siete cuadras de la primaria, pero no soy buena para dar direcciones. Así que respondí- por casa de mi abuelita pero más lejos.

El maestro me llevó a su auto que estaba en el estacionamiento y nos subimos, el me decía izquierda o derecha y lo que yo le decía, el lo hacía. Llegamos a casa de mi abuelita y bajamos a toda prisa, tocó el timbre, cuando salió mi abuelita le explicó lo sucedido, estaba pálida de verme y llamó a mi mamá de inmediato, quien llegó lo más pronto posible, me llevaron al hospital y los doctores dijeron que si el golpe hubiera sido un poco más abajo podía haber perdido el ojo, por suerte no fue así. Tuve que utilizar una crema muy buena para bajar el color rosa que tenía mi cicatriz, con las aplicaciones esta comenzó a notarse menos. Esa es la historia que siempre debo contar cada que alguien nota mi cicatriz y me pregunta, esto me causa mucha pena e inseguridad.

Mi amiga Lili me confesó que cuando me vio con el plato en mis manos creyó que había comido jicama con chamoy y exclamó: ¡Mala que es Arely, no me quiso dar de su chamoy!Se comenzó a reír avergonzada y se ruborizo cuando le conté lo que en realidad había pasado. Sin duda alguna esto es algo que me hace reír mucho cada que lo recuerdo.

Amor propioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora