—Aquello pasó hace ya diez traslaciones —recuerda la comisaria Teresa Corrales—. Acababa de tomar el ascensor para la Solarpol y estaba que me iba de gusto: triple chorro en la nómina, casa gratis y estudios pagados para Leo.
Se recuesta y flota sobre el sillón en la baja gravedad. A su espalda una escotilla oblonga muestra la coreografía del cinturón de asteroides, con los planetoides mayores extrusionados de habitáculos.
—El Camaleón estaba también en órbita —observa la periodista, mirando al infinito; sus pupilas tiemblan cuando las lentes proyectan columnas de datos—, condenado a trabajos forzados por asesinato.
—Hizo hamburguesa a su chirla y a su friend. Tema de cuernos, los guisó a lo salvaje. Pero antes había sido estafador, y eso sí lo compilaba bien.
—Tenía implantes mods para cambiar los rasgos de su cara, voz, coloración... podía pasar por cualquiera. ¿Por qué no los deshabilitaron al enviarle a prisión?
—Quitar un mod escurre tanto como ponerlo y a Penales no le desborda el presupuesto. Y en los asteroides las minas son automáticas: un solo encargado para todos los chironas forzados. El sistema abre las puertas si el chip implantado dice que pueden pasar; ningún chirona tiene más autorización que otro y al encargado ni lo huelen. Creyeron que sudaba el bollo la face que tuviera Camaleón, mientras su code se leyera.
—Usted lo había detenido en la Tierra —recalca la periodista.
—Sí, lo archivamos cuando intentó escurrir jugo de una de sus cuentas. Le datamos el ADN y directo a forzados.
—Y después se convirtió en su primer caso como Solarpol.
—El encargado de la mina nos llamó —recuerda Teresa—. Camaleón había desaparecido, y el circuito de reciclaje tenía noventa kilos de orgánica extra. Pidió que fuese yo, ya que lo conocía, para averiguar en qué preso se estaba tapando.
—Nada más satelizar, usted le disparó una aturdidora al encargado, analizó el ADN... y era el Camaleón ¿Cómo lo adivinó?
—A Camaleón no le serviría taparse con otro chip de forzado. Y allí había chirles mucho más peligrosos: matariles en serie, mercenarios... ¿por qué pensar que la hamburguesa licuada del reciclaje no era él? ¿Y cómo sabía el encargado que yo lo había archivado, se compilaba los files de todos sus chironas?
—¿No temía equivocarse y disparar al encargado real?
Teresa se encoge de hombros.
—Ya me escurriría una cerveza de disculpa. Para eso están las aturdidoras.
—¿Cree que el Camaleón buscaba venganza contra usted?
—Na, necesitaba taparse con alguien que pudiera moverse por el cinturón. A mi me conocía y era una new aquí, así que compiló que lo tendría mamado.
—¿Cómo consiguió acceder a la zona de control?
—Esa data no es publicable —advierte la comisaria—. Por guardar el privado de la víctima.
—¿Pero lo contará off-record para quitarme la curiosidad?
—¿Por qué no? Esos mods le permitían taparse como cualquier chirle... o chirla. En realidad nació doble equis, ¿sabías?. El encargado buscaba meneo y encontró sopa de compost.
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Sopa de camaleón
Science FictionEn el cinturón de asteroides, en una época no demasiado distante, la comisaria Teresa Corrales recuerda su primer caso como Solarpol. One shot para el desafío postcyberpunk de @CienciaFiccion