Soujiro, el camino de un vagabundo.

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I

Caminar era un ejercicio un tanto tedioso para Soujiro. Habían pasado los diez años que dijo que iba a buscar su verdad, pero lo único que había encontrado eran rostros, caminos interminables, noches de estrellas, frio, calor y la certeza que el caminar le era aburrido. ¿Existía esa verdad? ¿Qué era eso que los demás llamaban verdad? Después de tanto tiempo, nada de eso tenía mucho valor. Hace tanto tiempo que había decidido caminar sin rumbo fijo, hacer algo parecido a Himura. Ir por los caminos ayudando a los más debiles, ir en busca de personas que necesitaran su ayuda. Pero luego de ir por eternos caminos llenos de silencio su desición ya no era la misma. Se dio cuenta de ello cuando fue testigo de un asalto. Se trataba de una familia adinerada que iba en un carruaje. Los bandidos los estaban esperando en las ramas de unos árboles. Saltaron sobre el carruaje y comenzaron a gritar, amenazar, a matar. Soujiro se quedó mirando. Se llevó la mano a la espada pero se quedó inmóvil. ¿Iba a usar el Sukushi para atacarlos? ¿Si los mataba, en que se diferenciaba del antiguo Soujiro? ¿Renacería en sus pensamientos aquellas palabras que Shishio grabara en su mente?

Los dejó hacer. Se quedó oculto tras uno de los muchos árboles del camino. Cuando mataron a toda la gente del carruaje y violaron a las mujeres borrachos de placer se fueron riendo. Soujiro no hizo nada. Sabía lo que harían, tenía claro lo que iba a ocurrir con esas personas. Él había matado a un hombre que iba en un carruaje hace mucho tiempo, nadie vive, nunca viven, el debil muere... Volvía a caer en esos pensamientos. En ese momento se preguntó donde estaba Himura. No estaba para defender al débil, no podía estar, igual que no estuvo cuando su familia lo quería asesinar, hace ya tantos años. Estaba él, que en ese minuto se dio cuenta de que no quería ser Himura, que no quería ser Shishio, no deseaba más que caminar y comenzar un tedio eterno que ya llevaba diez años.

Recordó tambien la primera vez que dos individuos quisieron robarle. Caminaba por los cerros del norte cuando de pronto aparecieron dos sujetos riendose de él.

-Danos la espada, niño y no te haremos daño-le dijeron.

-Por favor, señores, no deseo problemas. Dejenme seguir con mi camino-les contestó con su habitual sonrisa. La misma que usara para matar.

-¿Te ries de nosotros? ya verás-dijo uno de ellos.

-No lo mates, recuerda que estos vagabundos sirven para los trabajos de los arrieros asesinos, nos pagaran buen dinero por llevarlo vivo.

-Entonces, señores, ustedes realmente no quieren mi espada, me quieren a mí.

-Este niño empieza a irritarme.

Los dos sujetos se fueron acercando. Estaban cada vez más cerca. El instinto natural de Soujiro fue llevarse la mano a la espada, luego se detuvo.

-Señores, ¿Que necesitan para dejarme en paz?-pregunto Soujiro con esa sonrisa enigmática que no se sabía si era de bondad o de completa locura.

-Tendrías que saber volar, muchacho.

-¿Que tal si los que vuelan son ustedes?.

El Shukushi, luego de haberlo practicado con Himura no lo había vuelto a ocupar. Nunca se había visto en la necesidad. Pero en ese minuto lo ocupó. Los ladrones quedaron sorprendidos de ver que el niño desaparecía ante sus ojos. Uno de ellos se levantó por los aires. Bajo él estaba el niño con su espada sin desenvainar tomandolo del kimono para luego lanzarlo hacia el cielo. Después de eso, en una fracción de segundo, volvió a desaparecer. El ladron que quedó tuvo miedo y salió corriendo, pero el muchacho estaba frente a él.

-¿No pensarás que no cumplo mis promesas?-dijo para volver a desaparecer y tomar al segundo sujeto igual como lo hiciera con el primero. Lo lanzó arriba, todo lo que pudo.

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⏰ Última actualización: May 30, 2016 ⏰

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