El día en que entró a nuestras vidas fue como un nuevo nacimiento, todos se preocupaban de él: si tenía hambre, la cocinera le preparaba comida lo antes posible; si quería jugar, mis hermanas se turnaban para entretenerlo; todo lo que él deseara estaba ante sus ojos en menos de cinco segundos. Y a mí me dejaron de lado, abandonada entre las sonrisas que le dedicaban a el. Mi abuela sentía una debilidad por Jos, siempre le consentía y le regalaba dulces a escondidas de mi madre. Ella creía que a él le faltaba cariño, pero la verdad es que no. Incluso mis padres querían más a jos que a mí. Era un niño demasiado consentido para ser el hijo de la niñera.Mis hermanas estaban encantadas cuando él llegó, escondido detrás de la falda de su madre con la nariz roja y los ojos hinchados de tanto llorar. Yo sabía que su presencia significaba problemas.
Fue la infancia más aburrida que se pudiera imaginar. A pesar de que la madre de Jos estaba allí para cuidarnos, su hijo era el protagonista. Era tierno, adorable, amable, cariñoso, risueño y un montón de bobadas más que pensaba la gente acerca de él.
Jos se había robado mi lugar en la familia y lo peor es que a nadie le importaba.
Por eso lo odiaba.Era estúpido, me decían mis amigos, ya que a mí nunca me faltó nada material. Pero lo que yo anhelaba era amor, sentirme especial para mi familia y no ser alguien invisible. Sin embargo, era difícil destacar: mi hermana mayor, Lily, estaba estudiando economía para ayudar a papá en el trabajo, y Holly, mi hermana menor, era tan dulce como el azúcar y la niña más sociable que haya conocido en mi vida.
En cambio, yo era la que sacaba calificaciones promedio, la que no ganaba ningún premio en la feria de ciencias, la que no conseguía nada por sus propios méritos. Simplemente nadie.
Con los años, llegué a creer esa era una de las razones por las cuales mis padres trataban a Jos como a su propio hijo.
Cuando el cumplió 16 le hicieron una fiesta, arrendaron un local e invitaron a los amigos de Jos y a los de mi familia. Fue espectacular, hubo fuegos artificiales y mis padres le regalaron un auto para cuando cumpliera 18 y sacara la licencia de conducir.
Cuando yo cumplí 16, tres meses después del cumpleaños de Jos, me regañaron por reprobar matemáticas y me inscribieron en una escuela de verano donde sufrí dos meses con chicos que no paraban de calcular nada.
Jos había arruinado mi vida, Si la vida de ____ Evans, la invisible ____ Evans esa era yo.