15 años
Jos estaba sentado en el sofá con un cuaderno y dos libros a su lado. En el otro sillón se encontraba Mike, recitando los deberes que tenían para esa tarde. La mesa de centro estaba cubierta de comida chatarra que seguro a mí no me dejarían comer nunca, o al menos no frente a mi madre, que hace uno meses se le pegó la idea de llevar una vida saludable y natural.
Jos sonrió y golpeó con... su lápiz a Mike.
De acuerdo, lo estaba espiando. Pero no era mi culpa que después de besarnos hace más de un año él no haya hablado del tema. Volvíamos a la relación de antes, esa de los buenos días y aquí no ha sucedido nada. Ya no siquiera sabía si tenía celos, había fingido estar interesada en otros chicos, pero Jos me ignoraba y seguía con su vida.
Incluso, tuvo una novia.
Me costó mucho admitirlo, pero al final tuve que hacerlo. La verdad estaba frente a mis ojos y yo me vendaba para quedar ciega, me gustaba Jos y no podía evitarlo.
Aún lo odiaba, a final de cuentas era un intruso en mi casa aunque lo conozca de niño, pero por otro lado era inevitable no sentir ese hormigueo en la piel cada vez que él sonería o cuando su mirada se iluminaba y demostraba lo feliz que era.
No era bueno para mi salud mental, me desvelaba pensando en por qué me ya no me hablaba. Tampoco lo era para mi sistema nervioso y respiratorio, mi corazón se aceleraba de una manera increíble cuando estaba cerca de él y me faltaba el aire cuando él me decía todas las mañanas “Buenos días”.
Algo andaba mal conmigo. Hace unos años me habría del segundo piso por la hasta que mi cabeza sangrara y recobrara la razón, sin embargo, ahora no me importaba demasiado.
Estúpido amor que no controlaba a las personas, ¿hacer que me enamorara de Jos?
Estúpido, estúpido, estúpido.
Y Jos volvió a sonreír y dejé de pensar por unos cuantos minutos.
—¿Espiando a tu amor? —salté del susto al oír la voz de Alonso en mi oído. Como estaba en las escaleras, rodé hasta llegar abajo y chocar con un ruido seco contra el suelo.
—¿Qué fue eso? —escuché que preguntó Jos.
No alcancé a levantarme antes de que Mike y Jos llegaran hasta donde yo había caído. Tirada en el suelo, con el cabello sobre el rostro y con Alonso diez escalones más arriba riéndose, no era un buen momento para que Jos me viera. Sin mencionar que él ya sabía cómo lucía cada mañana, esto era peor.
Mike me ayudó a pararme saben debería llamar a Mike por su primer nombre Alan no sé por qué siempre le digo Mike, Jos se quedó mirándonos y no movió ni un dedo. A veces su actitud me molestaba. No tenía ninguna enfermedad contagiosa ni tampoco lo iba a morder si me tocaba.
—Gracias, Alen—le dije cuando me quitó el cabello del rostro.
—De nada. Aunque me gustaría saber cómo fue que te caíste.
—Porque es torpe, se tropieza con sus propios pies —dijo Jos.
Eso dolió.
Fue un comentario frío y tosco. Ni una mirada, ni una emoción.
Agarró a Alan del brazo y se lo llevó de regreso al sofá para continuar haciendo los deberes.
—Amargado —dije en voz alta para que él lo alcanzara a escuchar.
—Reprobada —golpe bajo por parte de Styles.
—Cara estupida —contrataqué.
Aparte de los saludos matutinos, teníamos una pequeña rutina que se daba en casos especiales como estos: pelearnos como niños de seis años por una tontería.
—Castaña idiota —me contestó él. Era el momento de la artillería pesada.
Le hice una seña a Alonso para que bajara y me acompañara hasta los chicos. Alonso estaba encantado, amaba molestar a Jos a costa mía. Al igual que a mí a costa de Jos.
—Alan, nunca me canso de felicitarte por tu excelente interpretación como Romeo en la obra escolar. Fue estupendo, de verdad tienes futuro como actor —le dije, acercándome a ellos con Alonso a mis espaldas. Nos sentamos en el mismo sofá y botamos los libros al suelo para hacernos espacio. Jos nos dedicó una mirada amenazadora.
—Fue todo un éxito, lástima que Jos no haya podido conseguir el papel. Seguro la caída del balcón de los Capuleto fue dolorosa —agregó Alonso.
Yo dejaba que mis amigos me molestaran con Jos en situaciones que requerían de sus comentarios. Como ni Jenny, katy y Alo estaban aquí, me quedaba Alonso. No era la mejor opción porque a veces se le iba de las manos el asunto, pero era eso o pelear sola contra el chico "cabello perfecto".
—No funcionara, Alonso. Además, no quería el papel —dijo Jos. Miré a Alan, quien escondía la risa detrás de un cojín. Todo el mundo sabía que a Jos no le gustaba perder.
—Que lástima. Gracias a Dios te tocó audicionar conmigo, soy muy mala actriz —dije. Pude notar como Jos se tensaba, nunca antes habíamos abordado el tema de la audición y supongo que hacerlo con Alan y Alonso como público no era algo cómodo.
—No es tu culpa, ____. Lo que pasa es que Jos exageró mucho el beso —terminó por decir Alan. Los tres reímos, mientras a Jos se le teñían las mejillas de rojo.
—¡Bueno, perdón por querer hacer un buen trabajo, no soy un mediocre como tú! —exclamó de pronto. Se formó un extraño silencio.
—Pero tú dijiste que no querías el papel, vamos, no te alteres —atiné a decir para alivianar el ambiente. Alan y Alonso asintieron, dándome la razón.
—No me hables. Vámonos, Alan —este último se encogió de hombros y se disculpó por el comportamiento de Jos y ambos se fueron a su habitación para seguir haciendo sus deberes.
—Bueno, no fue tan divertido esta vez. Algo le pasa a Jos y es tu misión averiguar qué —me dijo Alonso. Yo lo miré incrédula, ¿acaso no había escuchado a Jos? Estaba enojado, y yo no era la persona más paciente a la hora de ayudar a los demás con sus problemas.
—Paso, no quiero que me grite.
Él enarcó una ceja y comió una de las cuantas cosas que había en la mesa. Yo hice lo mismo, mamá estaba en clases de yoga o algo así, así que nadie me podía regañar.
—Bueno, entonces deberíamos comenzar a hacer nuestro trabajo de ciencias.
—Creo que mejor iré a ver qué le pasa a Jos —le dije inmediatamente. Alonso sonrió y se levantó.
—Vamos, antes que le ponga llave a la puerta —subimos la escalera y nos quedamos frente a la puerta de Jos a oír lo que hablaban.
Era una pena no tener a mis amigas en la misma clase. Ellas iban en el mismo curso que Jos, mientras que yo con Alonso. Era divertido y pasábamos la mayor parte del día molestando a los demás o durmiendo, aunque a Alonso le iba mejor. No me quería contar su secreto para no prestar atención en clases y sacar buenas calificaciones, pero estaba segura de que no copiaba, él jamás haría eso. Además, se sentaba conmigo para los exámenes ¿qué caso tenía copiarme a mí?
—Aún no sé por qué seguimos escuchando a hurtadillas las conversaciones de Jos —le susurré a Alonso. Él me hizo callar, tapándome la boca con su mano.
—No hagas ruido —dijo.
Supongo que esto jamás cambiaría, siempre espiaríamos a Jos. O al menos, yo. Era un impulso, algo más poderoso que yo. Era como una atracción mágica hacia su puerta que hacía pegar mi oreja a la madera.
—…Comenzaré a practicar para sacar mi licencia de conducir y eso me tiene muy alterado… —dijo Jos, con la voz apagada a causa de la distancia y la obstrucción de las paredes.
—Ya comprendo, por eso estás tan pesado —concluyó Alan.
—Sí, espero que ____ no me odie más de lo normal, pero si estuviera en mi lugar…
Y dejé de escuchar.
Me separé de la puerta, enojada, emocionada, alterada y ¿confundida?
Tenía un punto a mi favor: había hablado de mí. En contra: sabía que lo odiaba y eso no era bueno.
Pero estaba confundida porque por un momento creí que se preocupaba por mí. Luego se me pasó la posibilidad de que no lo estuviera por mí, sino por el trabajo de Marina. Porque si yo decía que Jos me trataba mal, ellos se irían a la calle y tendrían que volver a la casa de su abuela.
Cuando llegaron me asombró no ver sus maletas, tardé años en descubrir que Marina se había escapado con sus hijos porque su marido era un completo imbécil. Había huido para darles un futuro mejor a sus hijos. Por eso yo jamás la perjudicaría, la quería demasiado para hacerle eso. Además, estaba el pequeño hecho de que Jos también se iría y eso significaría el fin de mi carrera en espionaje.
Y no podía permitir eso.
—Es un idiota —murmuré. Alonso no me oyó, pero no era necesario que lo hiciera para saber lo que pensaba.
Dejamos a Jos en paz lo que quedó del día.
Nunca hicimos nuestro proyecto de ciencias y al final Alan y Alo nos ayudaron a hacer algo para no reprobar.
Pasaron los días y Jos se ponía más paranoico a medida que pasaba el tiempo. Por las tardes mi padre le enseñaba a conducir por el jardín con su auto, arrolló la bicicleta de Holly y chocó con uno de los álamos que había en la entrada de la casa. Era pésimo.
Y eso debía estar desesperándolo
Un fin de semana vinieron Jenny, Katy y Alo a almorzar. Comimos ensaladas con condimentos orientales, que según mi madre, eran buenos para la circulación de la sangre. A papá le aceleró la circulación de los intestinos.
Había venido el tío Marcus, el padre de Alo, y como siempre, no perdió la oportunidad para molestarme.
—____, ¿dónde está tu novio, Jos? —me preguntó mientras tomaba un poco de jugo. Yo maldije por lo bajo y conté hasta diez para no responderle de manera sarcástica, no podía perder los estribos con mi propio tío.
—Él no es mi novio, y está en su habitación estudiando.
—Pero si no es tu novio, ¿por qué sabes dónde está y qué está haciendo? —me regañé mentalmente por haberle dado tanta información.
—Papá, viven juntos desde hace años, son como hermanos —dijo Alo. La miré agradecida y ella sonrió para que supiera que estaba de mi lado.
Jos no había querido bajar a comer, excusándose con que tenía trabajos atrasados. Lily cursaba último año y estaba en las mismas condiciones, aunque yo sabía que jos podía terminar sus trabajos en unas cuantas horas y que en realidad no se quería encontrar con el tío Marcus. Lo comprendía a la perfección.
Sin embargo, a eso de las seis de la tarde bajó. Era verano y el sol todavía no se ponía, corría una cálida brisa y era el ambiente perfecto para tomarse unos refrescos. Nos encontrábamos en la terraza, sentados alrededor de la mesa conversando de cosas sin sentido, como nuestra niñez y lo rápido que pasaban los años.
Ver a Jos saliendo por la puerta de cristal, tan desarreglado e informal me hizo sonreír en acto reflejo, cosa que tío Marcus notó.
—Hey, chico. Es cosa de que apareces y a esta tortolita se le alegra el día —todos rieron, incluido Jos.
Sentí como la sangre me subía a las mejillas y unas ganas psicópatas de matar a mi tío se esparcieron por mi mente. Mas me controlé y bebí de mi refresco para pasar inadvertido el color de mis mejillas.
—Es que vine para mis clases de manejo que me da el señor Evans—dijo Jos.
Se veía más calmado que las veces anteriores –estaba aparentando, cualquier signo de debilidad ante el tío Marcus era tu sentencia de muerte-, donde se mordía las uñas antes de subirse al auto y echarlo a andar.
—¿En serio? Eso es estupendo, yo te puedo dar las clases esta tarde, seguro aprenderás en cinco minutos —señaló mi tío.
Jos negó con la cabeza, pero antes de que pudiera decir algo, el tío Marcus se levantó y le pasó un brazo por los hombros para llevárselo al garaje, donde estaba el auto viejo de papá con el que practicaban.
Tuve un mal presentimiento, pero no dije nada. De todas formas no serviría mi opinión.
Papá fue con ellos y nos quedamos sólo las mujeres conversando. Marina había salido esa tarde con unas amigas, era su día libre y Holly jugaba unos metros más allá con Snow, su gato anaranjado y rechoncho.
Con Alo, Jenny y katy conversábamos de la escuela, me decían que ese año les había tocado como profesora jefe a la más estricta de la escuela y yo me quejé diciendo que otra vez tenía a la profesora de Literatura.
Todo iba normal.
Hasta que escuché el aullido más lastimero y doloroso de mi vida.
Fue como una tortura en cámara rápida. Me levanté de un salto y corrí al lugar de donde venía el aullido, detrás de mí corría mamá y la tía Rose. Alo estaba a mi lado y ni siquiera me había percatado cuando llegó.
Frente a mis ojos estaba el auto de practica, de allí salía el tío Marcus, papá y del puesto del conductor, Jos.
Sin embargo, lo peor estaba debajo del auto. Allí, en medio de una de las ruedas delanteras, yacía Sparks, grande, peludo, tieso y muerto.
Jos había atropellado a Sparks. Jos lo había matado.
Después de ver a mi mascota arrollada, no supe que pasó. Sólo recuerdo haber gritado e intentar quitarlo debajo del auto. Lo demás fue borroso, y no porque me haya desmayado, sino porque lo borré de mi memoria. No quería recordarlo.
Estuve una semana sin hablar con nadie, fui a la escuela pero seguía igual. Las bromas de Alonso ya no me hacían gracia, prestaba menos atención a clases y en lo único que lograba concentrarme era en preguntarme el por qué Jos atropelló a Sparks.
Razones sobraban. Jos siempre lo odió, decía que era un perro muy indisciplinado y que siempre ensuciaba y que le daba el doble de trabajo a su madre, y también prefería a los gatos antes que a los perros. Así que definitivamente fue a propósito.
Me encontraba tan enfadada y conmocionada que me prohibí sentir otra cosa que no fuera odio por Jos Canela. ¿Enamorada? En el pasado, jamás le perdonaría el haber asesinado a mi perro.
Lo ignoré por meses, parecía que los roles se habían invertido. A veces lo descubría espiándome y lo alejaba con una mirada asesina para que me dejara en paz.
Tuve muchas discusiones con mis padres, les grité y reclamé que querían más a Jos que a su propia hija, descargué todos esos celos paternales que guardé por años sin motivo alguno y me encerré en mi propio mundo.
Es que Sparks era todo para mí, después de que arrojaron mis cosas más sagradas de Peter Pan cuando era niña, sólo me quedó mi amado perro para recordar esos años de juegos. Pero ya no estaba y no volvería jamás.
(…)
Veía televisión en mi habitación, hacía calor pero yo estaba tapada hasta las orejas con una manta. Trataba de ocultarme del mundo.
Daban una de esas serias cómicas, aunque a mí no me causaban gracia. La veía sólo para matar el tiempo.
En eso estaba, hasta que tocaron la puerta. No quise levantarme porque la comodidad de mi cama era mejor, pero volvieron a tocar incansables veces hasta que aparté la manta de un manotazo y me levanté a abrir la condenada puerta.
No había nadie, debían ser las diez de la noche y molestaban. Seguro era Holly.
Iba a dar un portazo hasta que me fijé que en el suelo había una caja y una canasta. Me agaché a recogerla y me di cuenta que detrás del mismo florero que estuvo todos estos años en el pasillo, se escondía Jos. Definitivamente ya no le servía como escondite, su altura se lo impedía.
Me miraba suplicante, señalando con la mano la caja y la canasta.
Se los iba a arrojar por la cabeza, no quería nada de su parte. Y eso habría hecho si la caja no se hubiera movido.
Tenía agujeros por todos lados y en cuanto la abrí supe por qué. Adentro había un pequeño cachorro San Bernardo con unas manchas marrones en los dos ojos. Llevaba un collar rojo con una placa dorada en la cual rezaba “Nana”.
Miré extrañada a Jos, quien había salido de su “escondite” y se acercaba a paso lento hasta mi lado.
Nana. Como la mascota de Wendy.
Coloqué al cachorro entre mis brazos y destapé la canasta, adentro había muchas galletas con chispas de chocolate y una nota.
“Jenna:
No fue mi intención atropellar a Sparks, de verdad tú lo querías y yo jamás haría algo que te dañase. Te juro que fue un accidente. Tú sabes que no soy bueno conduciendo un auto, aunque me cueste reconocerlo.
Por favor, perdóname, es horrible despertarme cada mañana y saber que tú me ignoraras.
Jos.
PD: Las galletas siempre te han gustado, así que robé algunas de la cocina, como cuando éramos niños”.
Leía una y otra vez la nota hasta convencerme de que Jos siempre fue mi hada de las galletas. Nana se removió entre mis brazos y se escapó para sacar una galleta de la canasta y comérsela.
—Entonces… ¿me perdonas? —me preguntó Jos, que estaba sentado en el suelo para quedar a mi altura. Me apoyé en el marco de la puerta mientras acariciaba el lomo de Nana, movía la cola alegremente mientras devoraba más galletas.
—Te disculpo. Pero no te perdono. Para eso tendrás que conseguir más que una canasta de galletas —él sonrió e hizo algo que nunca había hecho en todos estos años juntos.
Me abrazó.