Happy Ending

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Es tan relajante como sentir las gotas de lluvia golpear tu capuz, avanzando siguiendo el ritmo del viento, tarareando con la boca quieta como si siguieras una canción desde el fondo de tu imaginación, perdiéndote entre las calles ignorando esas miradas inquisitivas que llegan.

No es raro, no es extraño, tampoco audaz, ni único; tan solo vas a ese ritmo que te guía a continuar, no hay una respuesta a ese sentimiento, simplemente lo llevas por dentro y tratas de moverte a su encanto; saltando o corriendo, caminando o parado.

Tan confuso, pero a la vez divertido y alucinante, tratas de encontrar esa respuesta tan vaga que ignoras su significado.

Llegas a tratar de no seguirla queriendo ver qué sucede, pero al parar, esa sensación no lo hace, sigue manejando tu ser, pero sigues quieto con toda la fuerza de voluntad que te queda.

Finalmente ocurre, deja de alborotar tu ser y te sientes de alguna forma más libre, como si un gran peso hubiera desaparecido de tus hombros.

Tomando un nuevo respiro tratas de dar un paso, tu cuerpo no se mueve y es cuando finalmente te das cuenta de que tus ojos están cerrados.

Nada que tenga que preocuparte, no, para nada, solo tienes que abrirlos y seguir tu camino.

Te escuchas a ti mismo y obedeces, no obstante, lo que vez te desilusiona.

¿Dónde está? Te preguntas sabiendo que nadie contestará.

Buscas y nada.

Todo el hermoso paisaje anterior a perdido su color, dejando a su cambio un gris oscuro y un cielo nublado.

Esto no es lo que quieres.

Sigues avanzando, tu cuerpo se pone más pesado a la medida que avanzas hasta llegar a tu límite, caes y no tienes fuerza para levantarte.

¿Por qué?

Es lo único coherente que puedes pensar, ya ni hablar puedes, perdiste la fuerza, pero no los ojos.

A lo lejos, ves a un pequeño, saltando tan alegre sin prisas ni preocupaciones; un aura resalta a cada paso que da, cambiando de color y de melodía.

Está lejos, pero escuchas claramente esa alegre melodía.

Claro.

Es la melodía de un niño, tan infantil y alegre, tan amarga como su miedo a la oscuridad.

¿Ahora tiene sentido? ¿Se supone que debo entenderlo todo ahora?

Pestañeas y el niño fijó sus ojos en ti.

Algo en tu interior salta, una sensación nostálgica llega a picarte los ojos; observando atentamente como el pequeño va acercándose cada vez más a ti.

Cuando finalmente llega, se inclina sobre sus rodillas y acaricia tu rostro con suma delicadeza.

"¿Por qué te detuviste cuando tenías que avanzar?"

Tenía miedo.

Pero era inútil tratar de hablar, simplemente no podías ni mover la lengua.

"No está mal temerle a lo desconocido"

Pero fui un cobarde.

"No... solo decidiste quedarte parado, cuando podías pedir ayuda"

¿Entonces fui un tonto?

El niño sonríe y en sus ojos tan brillantes como las estrellas, se refleja tu rostro.

Tan gris y sin melodía, como un juguete sin baterías, incapaz de hacer algo por su cuenta.

El picor en tu mirada se relaja cuando las lágrimas caen sin aviso.

"Para tu suerte, yo ayudo tontos" Una risueña risa se escapa de sus labios y sin poder evitarlo, cierra sus ojos mientras sigue riendo.

Liberando de su risa pequeñas burbujas de colores que explotan en tu cara.

Dejando como rastro un leve pigmento de colores, incitándote a reír, llorar y querer hablar.

Te emociona tanto tener color, que esa pequeña pizca que saltaba en tu ser empieza a descontrolarse, despertando a tu corazón y sacudiendo tu cerebro.

Dando como resultado la sensación de haber despertado de un profundo sueño, con la boca seca y los parpados pesados, sin embargo, la sensación vuelve poco a poco.

Te levantas del suelo, con el pequeño observando a un juguete sin baterías moviéndose solo.

Le estiras la mano y muy alegre el pequeño la toma, enviando una ola de color por su mano, que te empapa en una playa sin mar.

Tan refrescante y nuevo, que todo a tu alrededor empieza a teñirse de varios colores, ya no son los del inicio, ahora son una extraña mezcla entre tu color y el del pequeño; no te molesta en absoluto, puede llegar hasta ser algo atractivo para la vista.

La alegría empezó a brotar desde tu interior, como una descarga eléctrica caída de un rayo; te deja aturdido y algo asustado.

Pero una pequeña mano presiona la tuya y ese miedo se desvanece como cenizas en un campo.

"Gracias" Le devuelvas el apretón y le entregas una de tus mejores sonrisas.

"Tonto, no es nada" Con su risueña risilla ambos continúan su camino, tomados de la mano, sin nada que los detenga.

Esparciendo su nuevo color al mundo, llevando esperanza para aquellos grises sin batería.

"De que te sirve tener color si no lo compartes con quienes lo necesitan, ¿Verdad?"




@_YariBu_

Color, no te detengasWhere stories live. Discover now