Los Carentes de Ritmo (Cuentos)

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Queremos tanto a Los Beatles (Cuento #1)

(Para Julio Cortázar y Los Beatles)

José luis burgueño

(Variación del cuento "Queremos tanto a Glenda" de Julio Cortázar)

En aquel entonces era difícil saberlo. Uno va a conciertos a oír fragmentos de sus canciones entre tantos gritos de jóvenes enloquecidos y vive su noche sin pensar en los que ya han cumplido la misma ceremonia, eligiendo el lugar y la hora, vistiéndose y telefoneando y zona A o B, la sombra y la música, las luces, la tierra de nadie y de todos allí donde todos son hombres de ninguna parte, el hombre o su mujer en su butaca o de pie bailando, canturreando los temas más conocidos, acaso una palabra para excusarse por llegar tarde, un comentario a media voz entre tantos gritos desaforados, extasiados, entre la histeria colectiva, y ese comentario alguien lo recoge o lo ignora pidiendo no ser distraído de lo único a lo que desea prestar atención, casi siempre el silencio interno entre el aullido externo, las miradas vertiéndose en el escenario, huyendo de lo contiguo, de lo de este lado. El ritmo, el ritmo, sus voces, sus canciones, su pelo, sus trajes, su forma de agradecer al público, sus chistes en el escenario, los coros, los riff tan conocidos, tan amados. La lírica tejida entre las melodías: Ella te ama, sí, sí, sí. Le doy todo mi amor, es todo lo que le doy. Tengo una buena razón para tomar la salida fácil. Cierra tus ojos y

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te besaré, mañana te extrañaré. No te imaginas cuánto te necesito. Creo que me voy a poner triste, creo que será hoy mismo. Nos dijimos el adiós, ah, la noche anterior. Intenta ver mi forma de ser. Debí de haberlo sabido mejor con una chica como tú. Quiero ser tu amante, nena, quiero ser tu hombre. Ayer todos mis problemas parecían tan lejanos. Y así, podría pasarme la vida entera, transcribiendo la amadísima lírica de Los Cuatro Fabulosos. Y realmente era difícil saber, por encima de la publicidad, de las colas interminables, de los carteles y las críticas, de los boletos sold out apenas salidos a la venta, que éramos tantos los que queríamos a Los Beatles.

Llevó tres o cuatro años y sería aventurado afirmar que el Núcleo se formó a partir del Joe B. o de los hermanos Corona, ellos mismos ignoraban cómo en algún momento, en la borrachera con los amigos después del concierto, se dijeron o se callaron cosas que bruscamente habrían de crear la alianza, lo que después todos llamamos el Núcleo y los más jóvenes el Club del Sargento Pimienta. De club no tenía nada, simplemente queríamos a Los Beatles (John, Paul, George y Ringo) y eso bastaba para diferenciarnos de los que solamente los admiraban. Al igual que ellos también nosotros, por supuesto, admirábamos a Los Beatles y además a Los Rolling Stones, a Los Animals, a Los Dave Clarck Five, a Los Herman's Hermits y por qué no a Los Byrds, a Los Monkeys, a Los Young Rascals, a Los Loving Spoonful y a Bob Dylan, pero solamente nosotros queríamos tanto a Los Beatles, y el Núcleo se definió por eso y desde eso, era algo que sólo nosotros sabíamos y confiábamos a aquéllos que a lo largo de las charlas habían ido mostrando poco a poco que también querían a Los Beatles.

A partir del Joe B. o de los Corona, del Joel sobre todo, el Núcleo se fue dilatando lentamente: el año de Meet The Beatles debíamos ser apenas seis o siete, cuando poquitos años

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después lanzaron Rubber Soul el núcleo se amplió y sentimos que crecía casi insoportablemente y que estábamos amenazados de imitación snob o de sentimentalismo estacional. Los primeros,el Joe B. y los Corona y dos o tres más, decidimos cerrar filas, no admitir sin pruebas, sin el examen disimulado por los whiskeys y los alardes de erudición (tan de Buenos Aires, tan de Londres, de Lima. De Bogotá, de Canadá, etcétera, y de Guadalajara, México, en esos exámenes de media noche). En la fecha del lanzamiento del Sargento Pimienta nos fue preciso admitir, melancólicamente triunfantes, que éramos muchos los que queríamos a Los Beatles. Los reencuentros en los cines (después de haber visto A hard day's night o Help o El viaje mágico misterioso o el Submarino Amarillo o, mucho después, Let it be), las miradas a la salida, ese aire como perdido de las mujeres y el dolido silencio de los hombres, nos mostraban mejor que una insignia o un santo y seña. Mecánicas no investigables nos llevaron al mismo café del centro, las mesas aisladas empezaron a acercarse, hubo la grácil costumbre de pedir la misma bebida para dejar de lado toda escaramuza inútil y mirarnos por fin en los ojos, allí donde todavía alentaba la última imagen de Los Beatles cantando en la última escena de la última película. Cuando el nudo en la garganta porque todo había terminado, por el momento, era insoportable, pero adorable por lo demás.

Queremos tanto a Los Beatles (del libro Los Carentes de Ritmo)Where stories live. Discover now