FLUORESCENTE

8 1 0
                                    



Portada cortesía de Andrés Alfonso de Jesús Arévalo Delgado
Instagram: https://www.instagram.com/and_arev29/?hl=es-la

Llueve.
Por fin llegamos, no recuerdo cómo, tampoco para qué, pero... llegamos, extraño. Cargamos conpocas cosas así que no es complicado caminar. Anduvimos por las calles en busca de un lugar donde, después de tanto viajar, al fin establecernos. ¿Mucho viajar? Creí que era el primer viaje que hacíamos, debo estar cansado. Desgraciadamente lo único disponible que encontramos es un hotel de mala muerte, lo pienso un par de veces antes de proponer quedarnos allí, pero el pesado chaparrón me convence rápidamente, además no hizo falta decir nada, nos convenció a todos. ¿Por qué estamos yendo? Debo estar cansado.
Quizá sea conveniente presentarte a las personas que me acompañan, hablar en plural sin razón me puede hacer parecer desquiciado, aunque la realidad no está muy lejos, debo estarlo para querer entrar en ese hotel. Primero, mi madre, una mujer de cabellos negros, no tan alta, y de mirada decidida, aunque dulce, pero por algún motivo no tengo ningún recuerdo grato que compartirte; segundo, mi padre, un hombre grande y fornido, agriado por las incontables veces que le hice enojar y en las que llegamos a los golpes, aún recuerdo verlo salir antes que el sol y regresar con él en su rutina médica de ejercicio; tercero y terco, mi hermano, una versión perspicaz, más bronceada pero menos aguda que yo, ambos usamos lentes, y su mirada siempre desafiante confirma que lleva nuestro apellido en la sangre; cuarto, mi perro, azabache, orgulloso, siempre de la familia aunque lleve poco con nosotros; quinto, Yo, por su puesto, pero presentarme sería agregar palabras futilmente, tal como ahora, así que solo tómate el tiempo de leerme; and last but not least, tú.
El repiquete metálico en los techos arrecia rápidamente y cada vez más, así que apresuramos los pies hacia la puerta, ¿se le puede llamar a eso puerta? Es un milagro que esté construida en una elevación, el agua podrida podría haber inundado todo, marrón moco, sin pomo, solo una cuerda que la sostiene desde dentro. No me tomé el tiempo de revisar el edificio entero, no debe haber sido importante o imponente. Gracias a [inserte deidad a la que esté suscrita actualmente] finalmente abren la puerta. No hay nadie detrás, pero la crecida y el terror a mojarnos nos empuja hacia dentro sin cuestionar nada. Caminamos por el pasillo hacia la recepción, en este tramo no hay luz así que seguimos a tientas con los pies, no encuentro las paredes. Al llegar vemos a la recepcionista, blanca y maquilada, con una sonrisa que desentona con la languidez del sitio, que, aunque no he logrado ver algún foco, está totalmente iluminado por un blanco que palidecía cualquier ente que se mezclara con la luz, un blanco fluorescente, si me permites. La mujer de aproximadamente cincuenta años, con el cabello bien recogido, está sentada detrás del mostrador, y me trae a la mente a una asiática venida a menos, pero honorable hasta el final, no decido si confiar en ella. Le doy uno de mis nombres y uno de mis apellidos, no importa cuál, no espero quedarme acá por mucho tiempo, y pregunto por habitaciones libres. Dos, permítanme acompañarles a sus honorables aposentos. ¿Se está burlando de mí? Su español acentuado y atropellad, hasta infantil, delata su procedencia. ¿español? No creí que ella lo hablase, que suerte, ¿no?
Las interminables escaleras me duelen, cuántos pisos ya vamos pasando, no creí que el edificio fuese tan grande. Miro por la ventana recurrente cada cierto tramo y me doy cuenta de que en realidad no hemos subido mucho, debo estar cansado. Ya al llegar al rellano la honorable se detiene y nos señala las habitaciones. Muy en contra a mi inexperta noción de división de espacio y orden en un hospedaje/motel, me encuentro con un salón con cinco habitaciones dispuestas en media luna frente a mí. Ya sin ánimos de hacer preguntas y sí con ánimos de dejar de oírla, por fin nos dice que el cuarto de enfrente es el cuarto de ellos, y el mío, nuestro en realidad, es el que está junto, a la derecha, el de la izquierda está ocupado por una chica, está bien, gracias, si necesitamos algo le haremos saber, no se preocupen, están en su casa, dicho esto su figura desapareció sin hacer ruido, ¿solo a mí me parece extraño? Espero que también a ti. Mis padres mi hermano y mi perro se dirigen hacia su habitación, tú y yo nos vamos a la otra dispuesta para nosotros.
Cansado y sin ánimos, ¿no lo he dicho ya?, lo primero que quiero hacer es tomar una ducha así que obviamente me voy al baño. Abro la puerta, ya en este punto ni me fijo en los sobre valorados detalles de comodidad o seguridad en las puertas, y lo que encuentro es un sitio, además de pequeño, desordenado, o más correctamente, en una disposición poco usual y descabellada: el urinario está un metro por encima de la altura en la que se encontraría normalmente, tú me entiendes, la ducha está a medio metro por debajo del nivel del suelo, y ni si quiera hay retrete o lavabo. Consternado voy al teléfono y llamo a la encargada, la señora pálida, pero no contesta, intento un par de veces más y nada. A pesar de todo quiero intentar bañarme. Con cuidado bajo el gran escalón, abro la toma de agua y si no reacciono a tiempo, hubiese terminado manchado por el agua color tierra que salen del caño, agua sucia. Esto es el colmo. Mi paciencia se terminó, ¿no crees? Enojado me dirijo al cuarto de mis padres.
Al entrar los encuentro viendo televisión, tranquilos, al parecer el problema es solo mío. Están todos, hasta mi perro, o eso creí después de preguntar por él a mi madre, que respondió con un, ni bien entramos en la habitación corrió hacia debajo de la cama y no lo hemos visto hasta ahora, además no hemos abierto la puerta. Por un rato me siento con ellos, calmado, queriendo calmarme y olvidarme del problema. Me asalta la duda y no puedo evitar buscar por el cuarto a mi perro. No está. Repaso unas cuantas veces más. Nada. Mi mente va a estallar, dónde demonios pueden estar, nunca mejor dicho. De repente empiezo a notar un sonido lastimero que estaba de fondo, pero por alguna razón ignoraba, aguzo el oído y comienza a hacerse cada vez más nítido, gemidos, son los ladridos de dolor de un perro. Exorbitado trato de correr hacia ellos, pero vienen de todos lados, o de dentro de mi cabeza, debo estar muy cansado, pero no puedo detenerme. Por impulso me asomo a la ventana afuera de la habitación de media luna, al lado de la escalera y anochece. ¿No llegamos en la madrugada? ¿me he perdido tanto tiempo del día? Al menos debe parecerte extraño a ti, ¿verdad? Ya es de noche, el sol no tiene clemencia, desaparece para todos.
Empiezo a bajar por las escaleras que esta vez no parecen tan interminables, con la esperanza de encontrar a la administradora en recepción. ¿No está ahí? ¿Por qué? Busco por todo el sitio, pero no hay señales de que haya estado allí en un buen rato. De repente dejo de oír los ladridos, esto lejos de calmarme de llena de angustia. No. Regreso al piso de arriba y voy hacia el cuarto de la chica japonesa, no te dije eso ¿verdad? Lo siento, tengo la cabeza en otro lado. Antes de poder llegar, mis padres salen de su cuarto me miran y musitan, se ha suicidado, la chica se ha suicidado. La verdad es que no la conocía, no sabía qué decirles a mis padres, ellos estaban... desencajados. Y por otro lado no encontraba a la maldita recepcionista, ni a mi perro.
Por frío que parezca. Ahora quedan dos cuartos, de los cinco que estaban acá, así que decidoexplorarlos. En el primero no encuentro nada extraño, excepto que estaba completamente vacío. Así que me dirijo al último de la izquierda. Sin luz, pero oigo los ladridos de nuevo. Entro sin más, a tientas guiándome por los gemidos, avanzado hasta que con un poco de suerte me encuentro el interruptor, así que ni corto ni perezoso lo enciendo, habrías hecho lo mismo, ¿verdad? al volver la vista hacia el lugar del sonido me encuentro con la administradora, recepcionista ¿dueña? De espaldas. Ahora me recuerda mucho más a una vieja japonesa, pequeña, encorvada. Esta vez lleva el cabello suelto, negro, largo, más largo que ella y se arrastra por el suelo mientras gruñe, como comiendo algo. Voltea. De la nada ella voltea. Veo su horrenda cara, la veo. Mi corazón se detuvo un segundo, o tal vez más, debo estar cansado. Ella... no se acerca. Es pálida, tan pálida como el papel, y tan arrugada como un bollo de este, ha envejecido tanto, sus cincuenta años parecen ahora tres cientos, sus ojos están desorbitados, me... están... mirando, ¿me están mirando? Solo veo el blanco de sus ojos ¿y sus pupilas? Tiene unas ojeras, enormes, negras, cuánto tiempo ha pasado sin dormir. Comienza a bufar ya gritar, lo que provoca que le sangre (negra) la nariz con cada esfuerzo, y su boca, fauces llenas de colmillos, llena de sangre, pero no es del mismo color que la otra. Al bajar la mirada me doy cuenta de que no tiene pies, su vestido azul no llega a tapa sus muñones, todavía sangran, esta sangre sí es del mismo color que la primera. Finalmente confirmo mi sospecha, nuestrasospecha, en sus manos están los restos del pequeño cuerpo de mi perro, se lo había comido.
No pude resistir más. Te la describí lo mejor que pude, salí, corrí, al fin ella empezó a acercarse ¿qué podía hacer?
Otro pasillo interminable se abría delante de mí, ¿de dónde sacan estas cosas? Pero inevitablemente siento tranquilidad. Es un sueño. Al ver mi reloj de pulsera ¿llevaba uno? Debo estar muy cansado, intento ver la hora, pero no puedo, no puedo ver los números, ni qué decir las manecillas, pero parece que eso a ella no la detiene, quiere por todos los medios convencerme de que no es un sueño ¿por qué? No deja de perseguirme. Encontré más pasillos interminables de paredes blancas, con esa luz lánguida, fluorescente, así que solo guiado por una corazonada, comportamiento inusual en mí, busco sitios en donde pueda ver algún reloj, y para fortuna mía encontré varios, y por más que lo intente, no puedo verla hora. Compruebo una vez más mi reloj, nada, no hay hora, ni manecillas ni números. ¡AYÚDAME! Detente.
No tengo a dónde más ir, debo estar muy cansado, realmente lo estoy, en realidad lo estoy. Solo me detengo y volteo hacia ella. Le pregunto: ¿qué hora es? Por fin se detiene. Repito la pregunta: ¿qué hora es? Entonces... se desvanece. Despierto.
Despierto.
Son las 7, tal vez 8 de la mañana, no lo sé, mi reloj de pulsera está sobre la mesa y no tengo ganas de ir a cogerlo, debo estar cansado. Mi madre me llama a comer y respondo que ya bajo, solo 5 minutos de sueño más, quiero terminar mi sueño, no lo recuerdo, pero quiero saber cómo termina.
Escucho que uno libro se cae de mis estantes, creo que fue uno rojo, no lo sé, el sueño me sobrecoge de nuevo, debo estar... muy cansado... de hecho, estoy.

Menos gente acostada boca arribaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora