Trataré de ser breve puesto que estoy seguro que no me queda mucho tiempo antes que me atrapen. Voces, voces y luego silencio, es todo lo que escucho.
Desearía que este demonio fuese físico; así podría al menos escuchar sus pasos, sentir su respiración en mi cuello y así intentar esconderme, pedir ayuda o incluso intentar escapar.
Estas voces se unen en una sola, no me dejan en paz; yo no soy malo juro que no fui yo, me poseyeron y después me obligaron a observar como realizaba estos actos. Creo que he ido muy lejos, ya nada me puede salvar.
Mi nombre es Charlient Field, vivo en Patmachel, un pequeño país ubicado en el norte de Europa, hace mucho frio y nieva mucho, a veces el viento sopla tan fuerte que provoca tormentas; no sé porque les cuento esto pero mi infancia fue un tanto peculiar y silenciosa aunque nada relevante. Nunca conocí a mi mamá puesto que murió al darme a luz por lo tanto soy hijo único, a lo que mi padre respecta dicen que cuando yo tenía tan solo dos años fue despedido de su empleo, tenía muchas deudas y una noche se quitó la vida, se ahorcó en la misma habitación en que ambos dormíamos. No recuerdo mucho de él, era muy pequeño para entonces. Mis abuelos me encontraron dos días después de lo ocurrido llorando de hambre junto a lo que fue mi papá. Dicen que ya empezaba a apestar, viendo todo esto mis abuelos no tuvieron más remedio que adoptarme.
Me llevaron a su casa, abuela Falser y abuelo Hank no se llevaban bien. Si bien seguían juntos era como si no lo estuviesen. Dormían en cuartos distintos y sus conversaciones eran cortas y limitadas. Recuerdo que era regla comer juntos el desayuno en el comedor, a veces hablaban más que otros días pero terminaban discutiendo por alguna tontería.
Crecí y todo este aislamiento me pareció algo rutinario y natural. Fui educado durante ocho años en casa por la señorita Maryuri; una joven dulce y de mucha paciencia. Cuando no me comportaba o faltaba el respeto llamaban al abuelo Hank quien se encargaba de corregirme con una vara larga que aunque se doblaba cuando la estrellaba contra mi espalda, no se rompía.
A los nueve años empecé a asistir a la escuela, me mandaban a leer muchos libros, me volví uno con la lectura. Siempre fui apartado y callado, no sabía cómo acercarme a las personas. Los años pasaban mientras que los libros y mi timidez me acompañaban; al regresar de la escuela me encontraba con una casa fantasma, vacía y sin alma, cada quien se encerraba en sí mismo, su mundo de soledad.
Tras años y años de observación llegué a una conclusión; en realidad no era normal que alguien estuviese tan solo, empecé a sentir la soledad; dicen que esta se siente cuando alguien estuvo junto a ti y luego se va, pero ese no era mi caso, por alguna extraña razón nunca antes experimentada necesitaba a alguien, una compañía, a la vez comprendí lo vacío que me encontraba. Obviamente nada cambió yo era muy tímido como para tener a alguien junto a mí, entonces leí más; fui protagonista de muchas historias pero solo eran un intento frustrado de ser parte de algo, de llenar mi vacío.
Por las noches creaba mis propias historias; leí acerca del amor, el odio y el miedo, todo lo que me ayudase a saber cómo era tener a alguien, sentirse vivo.
Con el tiempo llegué a comprender que lo que tenían abuela Falser y abuelo Hank en realidad no era amor, no eran felices, lo que pensé por años que era normal no lo era, estaba equivocado.
Solía salir a caminar cuando no podía dormir, atravesaba todo el vecindario hasta llegar al cementerio, visitaba las tumbas de mis padres y a la vez contemplaba el cielo nocturno en un profundo silencio, después de un rato regresaba a casa.
Una de esas tantas noches que Saliendo del cementerio me topé con una lápida sin nombre, llamó mi atención estaba llena de malezas que le enredaba gran parte de ella además se encontraba torcida hacia la derecha y un tanto quebrada, parecía que tenía ya muchos años ahí, por respeto al difunto anónimo me agache y trate de enderezarla, le quite toda hierba que le cubría por debajo de la mitad. Noté que en ella había símbolos raros y una inscripción tallada al parecer a mano con cincel, era un poco difícil de leer, la caligrafía no era muy buena y la piedra estaba deteriorada. Con un poco de trabajo logré entender que decía: