Cinco

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De pie frente al espejo, la muchacha de cabello azabache se miraba ya vestida como si no reconociese su propio reflejo. A pocas horas de la ceremonia, no pudo hallar a Camila sintiendo su orgullo herido y sangrante… ¿Cómo pudo ser tan infantil?... huir de esa manera tan absurda. No obstante, a pesar de su rencor, de su miedo, fue hasta la iglesia para verla cometer esa locura. Luego de haber pasado varios minutos sentada bajo las miradas inquisidoras de todo el mundo, salió del inmueble casi trastabillando en el momento en que el sacerdote repasaba algunas líneas de su perorata y la música comenzaría a sonar. No pudo más. La lluvia calmó un poco el calor de la rabia, sin dirección alguna se dirigió como alguien en trance a la misma cafetería en que se había reunido con Camila, a la misma cafetería en donde ella le había dado la noticia de su futuro matrimonio, a la misma que frecuentaban. No supo por qué, pero llegó al lugar sin planearlo.

- ¿Qué se va a servir?- le preguntó la mesera.
- Un café negro, por favor- ordenó y la joven se alejó hacia el mesón. Lauren estaba completamente empapada. No estaba de humor para cuidar de su salud así que su aspecto era el de una mujer derrotada. “¡Todo estaba bien hasta que la viste con otros ojos, carajo!”, se recriminó respirando profundamente canalizando su enfado. En esos precisos momentos debería estar diciendo “Acepto” e imaginarlo fue peor que presenciarlo, su corazón había dejado de latir de la congoja. De pronto, un papel reposó a su lado con la liviandad de un pétalo al viento. Su estómago se encogió y volteó para ver quien lo había dejado caer sobre la mesa. Camila, con sus cabellos húmedos, estaba a su lado vistiendo una sudadera de Ed Sheeran y vaqueros, aquello la descolocó. La ojiverde trató de hablar pero la sorpresa le había quitado las cuerdas vocales, miró nuevamente el papel reconociendo el recibo de las rosas rojas que había comprado la noche de San Valentín.
- Deberías coser ese bolsillo de tu chaqueta- dijo la chica. La joven, instintivamente, cerró los ojos al recordar aquello. Se incorporó de su silla casi de un salto para estar a su altura.
- Pero… entonces… sabías que… lo sabías… ¿Por qué…?
- Gracias- dijo Camila sin esperar que terminase su oración. Lauren detuvo sus palabras perdiéndose en lo bella que se veía.
- No me agradezcas.
- Claro que sí- insistió ella- hiciste de mi noche de San Valentín una noche inolvidable- la ojiverde sintió ruborizarse. Olvidó por un instante que Camila debería estar en la iglesia, casándose… en cambio estaba frente a ella, empapada por la lluvia que azotaba New York sin descanso. Recordar eso lo devolvió a la realidad- Y perdóname por haber desaparecido así… debía pensar.
- Pero… ¿Por qué estás aquí?- Camila sonrió sabiendo muy bien a lo que se refería. Sin embargo, al igual que ella no supo cómo había llegado hasta allá- Deberías estar casándote en estos momentos.
- Debería… pero algo pasó que me hizo reconsiderar- contestó sencillamente la muchacha guiñándole un ojo. Lauren creyó que sus rodillas no soportarían su peso.
La joven restó la distancia entre ellas como un huracán encerrando a la ojiverde entre sus brazos, fue un abrazo fulminante, famélico, de esos que funden las almas convirtiéndolas en una sola… de esos abrazos que sólo ella le proporcionaba. Esa amiga al que tanto apoyó había desbaratado el castillo de naipes que era su vida. Primero con una simple pregunta, luego con una forma exquisita de hacerla vibrar y finalmente con un detalle que había escondido bajo el nombre de otro. Lauren la besó deseosa recordando las palabras de Dinah como un eco reiterativo… realmente una noche lo cambia todo…

Rosas Rojas - CamrenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora