Escrito 1. - Anoche me entraron ganas de escribirte.

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Anoche me entraron ganas de escribirte.
No es la primera vez que sucede. Y tampoco creo que sea la última. De hecho, sucede a menudo.
Sin embargo, nunca lo hago. Nunca... te escribo.
Es decir, ¿por qué lo haría? Ha pasado un tiempo ya... Un tiempo demasiado  largo.
Y aun asi, hay dias en los que aun te pienso. Días como el de ayer, por ejemplo.
Estaba teniendo un día perezoso, ¿sabes? Hacía tiempo que no tenía uno.
Siendo sincera, dejaron de tener sentido sin ti.
Recuerdo que te hacia tener uno de estos días al mes, como mínimo.
Es justo y necesario, te decía.
Lo sé, así descansan nuestros cuerpos y reposan nuestras almas, respondías; citando aquello que te había dicho ya hace algún tiempo.
Eran días hermosos.
Nos quedamos en tu casa sin hacer nada. Y a la vez, hacíamos de todo.
Evitábamos pensar, y a veces pensábamos demasiado.
Había días en donde ni siquiera hablábamos, al menos no con palabras.
Y otros, en donde parecía que estuviéramos haciendo una fiesta, por todo el ruido que hacíamos y las risas conjuntas que brotaban de nosotros.
Sin embargo, aquel último dia fue especial. Rompimos nuestra única regla de no salir y fuimos a por helados.
En pijamas.
Recuerdo estar algo reacia a entrar a la heladería así.
Estaba repleta de gente. Y lo notaste. Notaste lo incomoda que me sentía.
Así que te ofreciste a entrar primero para que me sienta mejor.
Y al hacerlo, tropezaste a propósito; cayendo al piso y llamando la atención de todo aquel que estuviera dentro.
Me dijiste que así te asegurabas que, cualquiera que estuviera dispuesto a burlarse, lo haría de ti y tu torpeza, y no de mí y mis ridículos pantalones de ositos.
Eras un tonto.
Obviamente aquello no funcionaría, pero aun asi, hiciste que te ame tanto en aquel momento.
Tantísimo.
Y también después, cuando nos sentamos a comer.
Te burlabas debido a que mi tazón de helado era más grande que el tuyo y más lleno de chucherías.
Luego yo me quejaba, ya que habías terminado el tuyo y empezaste a comer de mio.
Corrección. Empezaste a quitarme el mío.
Finalmente, ambos terminamos en carcajadas cuando decidimos comprar uno mas para compartir, ya que aún teníamos ganas de helado. O tal vez... simplemente, queríamos alargar aquel momento.
Era perfecto.
Y nosotros ridículos.
En un momento dado empezaste a darme de comer: Una cucharada para ti y una para mi.
Y luego me besabas.
Decias que era porque el helado sabe mejor de mis labios.
Yo golpeaba tu brazo y sin embargo, te dejaba hacerlo todo otra vez.
Y otra.
Y otra.
Después de eso, regresamos a casa.
Recuerdo que, ya estando ahi, te obligue a ver una de mis películas. Esas que tanto odias y que aun así, te quedabas junto a mi, cada que ponía una.
Recuerdo también estar quedándome dormida casi al final.
Te diste cuenta y empezaste a fastidiarme, y luego a besarme.
Y de pronto... me olvidé del sueño.
Un beso aquí. Un beso allá.
Una prenda menos aquí. Y una prenda menos allá.
Un toque por aquí. Y otro toque por allá.
Y no dormimos en al menos un buen rato.
Y cuando lo hicimos, fué en los brazos del otro.
Mágico.
Recuerdo desear que siempre fuera así.
Y si te soy sincera, en aquel momento lo creí posible. Todo parecía posible junto a ti.
Pero me equivocaba. Y mira como terminamos.
Me pregunto si tu también lo recuerdas, o si me piensas de vez en cuando.
Me pregunto si has tenido un día perezoso después de ese.
Me pregunto si los tienes con ella.
ELLA.
¿Cómo es, eh? ¿Cómo fue que pasó?
Da igual, no importa ya.
Lo siento.

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