Mi vigía no tiene descanso, desde lo alto de este lugar tan oscuro. Noches y tardes como un centinela, buscando algún fragmento de esperanza divina, algo que me ilumine como aquella vez, que me haga creer en todo sin flaqueo. Mi prosa no alivia estas largas jornadas de espera.
Cuando mi vigía cesa, me reúno con mi tripulación. Ellos me levantan, pero en su ausencia no puedo mantener tal voluntad.
Parece que lo único que me da paz es solo pensar en esa insignificante chance de poder volver a sentirme un rey. La espera parece nunca terminar...