Capítulo Único.

938 81 23
                                    

Editado 01/06/2022

Zoro se miró al espejo en silencio. No era alguien que acostumbrara a usar traje, pero ciertamente estaba seguro de que le lucia bastante bien. Aunque en algún momento de su vida se había imaginado viviendo aquel día, era una idea que no le había tomado ni cinco minutos descartar.

Su mejor amigo lo miró fijamente, incomodándolo sobre manera y aumentando los nervios que estaban presionándole la boca del estómago. El pelinegro se sujetó el mentón y lo rodeó, observándolo tan detalladamente que cuando se paró delante suyo y levantó el pulgar, sonriéndole como un imbécil, apenas fue capaz de reprimir las ganas de darle un buen golpe en la cabeza. Antes de que pudiera decir algo, la puerta se abrió y el resto de sus amigos entraron en aquella habitación, hablando de mil cosas y de nada en particular para poder mirarle y darle su aprobación, tal cual el simio que tenia de mejor amigo lo había hecho.

—¿Estás listo para esto, marimo? —inquirió Sanji, exhalando el humo de su cigarrillo y apagándolo en la planta de su zapato.

—No estaría aquí si no lo estuviera —aseveró con una seguridad que no estaba del todo instalada en su interior.

No era que no estuviera seguro o que no quisiera realmente aquello, era simplemente que había descartado tan rápido la posibilidad de vivir aquel momento en su vida, que no se sentía de todo preparado.

Había demasiadas dudas en su cabeza, demasiadas preguntas y un montón de posibilidades que le preocupa llegar a vivir. Era cierto que habían vivido juntos por más de diez años, pero también era cierto que nunca había una pareja durante aquel tiempo. Su convivencia había sido distante, pese a su amistad. Respiró hondo y buscó la caja con los gemelos que le había regalado Law el año anterior, eran tres pequeñas espadas de oro cruzadas. Sonrió mientras los recuerdos de aquellos días volvían a su memoria.

*

Podía recordar perfectamente aquel lunes de hacía un año, tenía tan solo dos meses había vuelto a la ciudad, y aunque hubiera vivido ahí durante toda su época de estudiante, incluso hasta concluir su doctorado, junto a Law, lo cierto fue que no se sentía cómodo de regresar al departamento con él. Tampoco podía mudarse con Luffy, aunque su amigo hubiera insistido, no se sentiría cómodo andando por ahí con una pareja que acababa de tener un bebé. Si bien era cierto que Vivi le había dicho que no había ningún problema, no le pareció correcto, así que termino rentando un departamento cerca del centro. Con su sueldo podía costeárselo.

Estaba desarrollando una ERP de contabilidad para un despacho, casi lo terminaba y tenía tantas solicitudes de clientes que comenzaba a plantearse abrir una desarrolladora y contratar un par de ayudantes. No era lo que había imaginado para su futuro, pero volver a incursionar en la robótica ya no le hacía tanta gracia como cuando era joven.

Era un éxito en la programación, tanto que se podía considerar el mejor del mundo, en especial porque las personas que lo contactaban para que realizara algún trabajo para ellos eran de nacionalidades tan variadas que parecía que su fama no tenía fronteras.

Miró con nostalgia el estante de fotografías sobre su escritorio, donde se encontraba en una con Kuina colgada de uno de sus brazos. Sonrió.

El teléfono sonó, supuso que sería un cliente así que se tomó algo de tiempo para responder—. Zoro Roronoa —anunció al contestar la llamada.

—¿Qué tan ocupado estas hoy?

La persona del otro lado de la línea no tuvo que presentarse, le conocía la voz de sobra—. Tengo el trabajo bastante adelantado —admitió, dándole un sorbo a la taza de café junto a su computadora. La bebida ya estaba fría.

En Paz.Where stories live. Discover now