Blasfemia.
Blasfemia en mis labios, escurriéndose como sangre.
Blasfemia en mis manos que quieren tocarlo todo.
Blasfemia de mi existencia que se ha consagrado a un único Dios.
Blasfemia de su lengua, sus manos, sus ojos; de su incorrecta existencia.
¡Oh glorioso Dios! ¿Termina en algún lugar tu inmisericordioso castigo?
ENTREGA.
La puerta se cierra; dos siluetas son distinguibles en medio de la oscuridad. Una de ellas está completamente erguida, altanera y orgullosa. La otra sabe que debe bajar la cabeza y esperar las órdenes. Conoce su lugar, del mismo modo que conoce los caprichos del otro.
Por un chasquido de dedos se encienden las tenues luces de velas, que casi recuerdan al otro antorchas en una mazmorra. La luz verde los ilumina a medias, el menor de ellos se quita la bolsa que siempre cubre su rostro, la tira al piso como de costumbre, el otro espera.
— Arrodíllate. —Sin tiempo para preliminares de ningún tipo la orden se cumple.
Ahora sólo hay una silueta de pie mirando a la otra. Que arrodillada sobre la costosa alfombra se limita a tener la cabeza gacha.
— Últimamente haces las cosas especialmente mal. —La voz baja, que casi suena amable, es lo único que se escucha en la habitación antes de que de un chasquido aparezca el bastón en su mano enguantada. — ¿Por qué? — eso último suena algo más amenazante, mientras lleva la punta del bastón al mentón del otro obligando a ese rostro inexpresivo a mirarlo.
— No lo sé. — Sabe muy bien que esa no es una respuesta válida, no con quien está paseando el bastón por su cuello hasta jalar el borde de su camisa sin cuidado alguno. Pero realmente no quiere admitir en voz alta que es imposible no hacer las cosas mal a sabiendas de los castigos que se le imponen.
El objeto de madera se siente molesto contra su piel. Duele, pero no tiene por qué quejarse pues pronto se va de su campo de visión, dejándolo a la expectativa de qué sigue en la bien armada escena que su amante dirige.
Entonces un muy leve golpe llega a su espalda al tiempo que siente toda la ropa que envuelve su torso desaparecer. Y un escalofrío lo recorre entero y lo obliga a mirar el rostro contrario.
Lo encuentra divertido y burlón, cínico como pocos.
No puede evitar por supuesto fijarse en esa deseable boca, que notándose observada le muestra una sonrisa torcida tras relamerse levemente.
Sabe que verlo así debe ser un espectáculo.
Tiene bastante amor propio y conoce bien sus cualidades. Su desnudez por supuesto sólo las mejora, las hace perfectas a niveles simplemente absurdos.
Está tentando al Dios de la lujuria con su mera presencia. Con su entrega, con la entera confianza que deposita en las manos del otro al bajar la cabeza y esperar sus caprichos para cumplirlos con alevosía.
— Ven aquí.
Camina como si nada por la oficina hasta llegar a la cómoda silla y sentarse con gusto con sus piernas cruzadas y el imponente bastón negro en una mano, a simplemente mirarlo gatear hasta él. A ver su sacrificio mientras piensa en qué forma sería más efectivo castigarle.
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BESTEMMIA •paperhat OS•
Fanfiction"Hablamos mucho acerca de la vulnerabilidad de los sumisos a los dominantes. De lo que no hablamos tanto es de la vulnerabilidad de los dominantes a los sumisos" - Jay Wiseman. ⚠ Relación de sumisión y dominación. ⚠ Paperhat. ⚠ Smut sin contexto por...