Leer preferiblemente escuchando Youth de Daughter.
Emma estaba sentada en su asiento en primera fila en la clase de Historia de la Literatura, la cual impartía Finn. Él decía algo, mientras escribía en la pizarra, pero Emma no era capaz de concentrarse nada más que en el pequeño lunar que tenía en el cuello, el que le había descubierto la tarde anterior.
Finn permanecía serio en su papel, hablando de cosas que ni a él le importaban, mirando a Emma más de lo que debería, pensando en el sabor a menta y café de sus labios, en el olor a lavanda de su piel, en el olor a manzana de su cabello.
Al fin, la clase terminó. Los alumnos terminaban de marcharse, pero Emma y Rosalie seguían en la clase, caminando hacia la puerta.
-Señorita Lowell, ¿puede quedarse, por favor? Tengo que hablarle sobre su examen de la semana pasada -dijo Finn, con su tono más profesional.
-Claro -respondió Emma. Se giró hacia Rosalie-. Puedes irte, nos vemos en casa.
Rosalie asintió y se fue, cerrando la puerta tras ella. Emma se giró hacia Finn y caminó hasta quedarse a unos veinte centímetros.
-Toma -susurró, tendiéndole la misma hoja que dos semanas atrás había arrancado del bloc amarillo de El Vinilo Desgastado.
Finn lo desplegó y vio un dibujo en blanco y negro de sí mismo, firmado con una pequeña e minúscula con un punto junto a ella. Abajo, con la irregular letra de Emma ponía: "He intentado hacerte justicia, pero un simple papel y lápiz no pueden imitar tu belleza.
-e · "
Finn se acercó a Emma y puso su mano tras la nuca de la chica, y acercó sus labios a los de ella, haciendo que ambos se fundieran en uno.
Las manos de Finn recorrieron el contorno de la chica hasta agarrarla por las caderas, y la pegó aún más a él. Emma se separó y comenzó a besar el lunar en el cuello de Finn, y fue bajando hasta el borde de su camisa, pero se detuvo.
-Estamos en la Universidad, Finn, te recuerdo que dijimos que nada de esto aquí -susurró Emma.
-Cierto -dijo Finn, con una media sonrisa.
Se apartó de Emma y caminó hacia su escritorio, donde comenzó a recoger la pila de cuarenta trabajos que la clase le había entregado aquel día.
-¿Nos vemos esta tarde en mi apartamento? Te tengo una sorpresa -dijo Finn, con su maletín en la mano, mientras se acercaba y le daba un beso en la frente a Emma.
-Vale -susurró ella, viendo como Finn caminaba con su paso decidido hasta la puerta, donde se detuvo y la miró durante unos segundos.
El chico se giró y salió de la clase, mientras la puerta se cerraba con un clic metálico, dejando a Emma sola, agarrando con fuerza el borde de su camiseta blanca, en la que ponía Why youth is wasted on the young? en letras negras.
Se echó su mochila al hombro, y salió de la clase, con sus Doctor Martens resonando contra el mármol, mientras tatareaba alguna canción que seguramente Rosalie le había puesto.
* * *
Cuando dieron las cinco y diecisiete de la tarde, Emma estaba saliendo de su apartamento para coger el metro que la llevaría al apartamento de Finn. El apartamento del profesor no era gran cosa; una habitación grande con la cocina, un sofá, una mesa de café, una alfombra vieja y una televisión a lo que él llamaba salón, una cama grande siempre con sábanas blancas, y un equipo de música, además de un pequeño baño y un armario. También tenía un balcón que daba a unas bonitas vistas de la ciudad.