Bakugou no sabe si despierta por la explosión inevitable que sale de sus manos, o por la horrible pesadilla que acababa de tener.
Sus ojos se abren casi de inmediato bastante conmocionados, en la oscuridad de su habitación, se da cuenta de lo jodida que puede ser su mente con pensamientos no deseados.
Él no es una persona de malos sueños, de hecho, casi se podría decir que ni sueña. Su cuerpo está acostumbrado a ver el dormir como una rutina más para su objetivo de ser más fuerte a diario.
Pero cuando le pasa, surge un extraño sentimiento de incomodidad dentro de su pecho.
¿Cuándo fue que pasó la última vez? Tal vez tendría seis, o siete años quién sabe. Recuerda mucho esa noche, haber invitado a sus amigos de ese entonces y recuerda ver películas de terror no aptas para chiquillos de su edad.
Recuerda hacerse el fuerte, sin embargo, esa misma noche fue a llorarle a su mamá por el horrible sueño que había tenido.
Esta le había abrazado y besado muchas veces, lo había acurrucado con cariño sin preguntar mucho a pesar de los regaños que pensó que recibiría. Se durmió entre sus brazos calmado y sin solar nada esta vez. Al día siguiente su madre pidió explicaciones, pero por tres días seguidos, ella lo acobijó muchas veces junto a su padre quien de vez en cuando prefería ir a su cuarto para no incomodar.
Pero ahora ella no está.
Y ya no tiene siete años, tiene casi dieciocho.
Pero el sentimiento es el mismo que recuerda y que odia, pero se avergüenza de mencionarlo y pensarlo.
Toma una larga respiración, era hora de calmarse. Ve las chamuscadas sábanas de su cama y al levantarse también nota lo destruida que está. Quiere matarse.
Su poder no era algo de tomar a juego, era realmente una responsabilidad con riesgos. Muchas veces tenía que lavar sus sábanas por la cantidad de nitroglicerina que había, su habitación a veces era una bomba literal. Por ejemplo en esos momentos, si el día anterior, no hubiera cambiado sus colchas llenas de su sudor, definitivamente al hacer esa explosión se llevaba toda la cama y la mitad de la habitación de encuentro.
Realmente él no quiere hacer nada, así que sus pies descalzos se dirigen hacia su balcón queriendo un respiro.
Y al salir puede notar como en su izquierda, un pelirrojo bastante despeinado y adormilado se encontraba mirándolo.
—¿Sucedió algo, Suki? —Puede escuchar su voz normalmente aguda dos octavas más graves y eso hace que se le erice la piel, mucho más con el apodo. No contesta, en realidad no quiere hablar, aún así parece que Kirishima logra entender. —Ven a mi habitación. —Demanda.
Si sus compañeros vieran lo sumiso que actuaba Bakugou frente a Kirishima realmente no lo creerían, pero la verdad era dicha con solo notar la rapidez con la que Bakugou se mueve ante el llamado, sin importarle mucho.
Se sube al barandal y el pelirrojo extiende sus brazos para que el rubio salte y caiga entre ellos. Kirishima sostiene su cintura con fuerza, y eso hace que un pequeño sentimiento agradable nazca en el pecho del rubio, quien no se molesta mucho en separarse.
El pelirrojo huele el cuello de su compañero, su sudor era una bomba dulce que parecía poder explotar en cualquier momento, nunca se cansaría de decirlo. Era adictivo, agradecía que el sueño lo respaldara por actuar tan pegajoso, también el hecho de que Bakugou estaba tan sensible que no le decía nada.
—Vamos a la cama... —susurró en voz baja y provocándole un espasmo al rubio, sonrió ante el gesto. Las manos del moreno viajaron hasta las de su contrario y las entrelazó, ambos caminaron hacia la habitación del menor y sin esperar mucho se lanzaron a la cama con una cómoda posicion en la que Kirishima abrazaba la delgada cintura de Bakugou con el rostro en su cuello y este jugaba con los cabellos rebeldes del pelirrojo, con sus manos en los hombros.
Kirishima empezó a dejar pequeños besos en toda la extensión del pálido cuello al mismo tiempo que masajeaba su espalda y cintura con sus manos.
Todo era tan relajante, tan agradable. No era nada comparado al calor materno que sentía hace años, era algo nuevo y abrumador, algo que le hacía sonreír sin quererlo y que lo ponía tonto, como si estuviera drogado. No sabía si quería correr, gritar y saltar o solamente quedarse ahí quieto, recibiendo más caricias y mimos que empezaba a descubrir que le encantaban.
No sabe cuándo se durmió, entre besos ambos chicos quedaron acurrucados bajo una noche normal ajena a las pesadillas del mayor, pero eso ya podía ser tema del siguiente amanecer.
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PopCrocs | KIRIBAKU
Short StoryEl típico libro lleno de historias cortas entre un chico enojón que explota cosas más de lo que respira y otro que vive de constantes regaños por no saber multiplicar más allá de la tabla del once. Arriba los PopCrocs dijo el Horikoshi. ADVERTENC...