Capitulo 1

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Im Jaebum saltó en su cama en el momento en que oyó el ruido de algo estrellándose

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Im Jaebum saltó en su cama en el momento en que oyó el ruido de algo estrellándose. 
Había estado profundamente dormido, agotado tras un día de siembra en el campo detrás de su pequeña granja, cuando una fuerte explosión sacudió la casa hasta los cimientos y un cegador destello de luz iluminó toda la habitación.
Siendo sacado bruscamente de un agradable sueño que involucraba a dos jóvenes bailarines de vientre y un montón de crema batida, Jaebum abrió los ojos mientras su confundido cerebro luchaba por ponerse al corriente. Echando un vistazo al reloj, Jaebum se quejó cuando leyó los números rojos: 2:17 a.m. que brillaban intensamente. Las luces que brillaban desde su patio trasero, eran apenas visibles a través de la ventana de su dormitorio. El rojo y el naranja que parpadeaban se movían hipnótica y bellamente. Le tomó un buen rato el darse cuenta de lo que veía.
«¿Qué fue...? ¡Mierda, el patio de mi casa está en llamas!»

Antes de siquiera darse cuenta que se había movido, Jaebum saltó de la cama y se puso un par de jeans por encima de su pene medio duro, sin molestarse en cerrar por completo los botones. Agarró su escopeta y la cargó mientras bajaba por las escaleras como si una manada de búfalos viniera tras él.
Antes de incluso llegar a la cocina y salir por la puerta de atrás, Jaebum escuchó a su viejo Heeler Azul* , Bo, volviéndose salvaje, ladrando como un perro endemoniado. El perro se lanzaba contra la puerta de maya metálica una y otra vez, pero al estar bloqueada le impedía salir al patio trasero y solo pudo acallar sus ladridos y comenzar a lloriquear, quejándose cuando vio a su amado dueño entrar corriendo en la habitación.
Jaebum tomó una linterna de debajo del fregadero, acariciando la cabeza de Bo al pasar.
—Todo está bien chico, ya me di cuenta. —Abrió la puerta, luego se volvió para hacer retroceder a Bo en la casa cuando el perro intentó deslizarse entre sus piernas—. Quieto, Bo. ¡Quieto! —Le ordenó, no quería poner a su perro en peligro ni siquiera en el patio trasero estaría a salvo. Cerró la puerta, tomó una respiración profunda preparándose para enfrentarse a lo que había perturbado su sueño tan violentamente.
Jaebum dio vuelta, preparado para enfrentar el asunto en cuestión.
Y pronto dejó caer la linterna que sostenía.
—No puede... —murmuró, mirando con incredulidad la escena delante de él. No podía conciliar lo que veía con lo que su cerebro sabía que tenía que ser posible. Miró a su alrededor.
No, no había cámaras ni micrófonos en ningún lugar a la vista. Bo, todavía gimoteaba desde el interior de la casa. Jaebum se dio un pellizco en la pierna con su mano libre y siseó a causa del
agudo y evidente dolor elevándose por su pierna. Bueno, no estaba soñando, lo que significaba que lo que estaba viendo tenía que ser real.
La escena frente a él parecía imposible, increíble.
Jaebum se quedó allí, aturdido, con la escopeta colgando inerte en su mano, con la boca abierta.
«¿Qué diablos está pasando?»
De ninguna manera podría haber una nave espacial estrellada en medio de su campo de maíz.
Reuniendo su coraje ahora hecho pedazos, Jaebum se agachó para recoger la linterna caída y, luego, cuidadosamente comenzó a acercarse a los humeantes restos, su arma lista para disparar al menor signo de movimiento. En momentos como éste, se sentía contento de su entrenamiento militar que le daba la experiencia suficiente para mantenerse a salvo mientras se acercaba a una zona de peligro. Sus ojos estaban fijos en el cielo, para qué, no lo sabía. ¿Más naves quizás?
Tanto como quería negar lo que veía, no había la menor duda de que lo que veía era una enorme y plateada nave espacial.
La nave no parecía ser mucho más alta que su tractor, pero sin duda parecía ser más amplia, al menos de unos veinte metros de ancho en forma casi de disco. Los lisos lados brillaban como plata, con un brillo iridiscente que probablemente servía de camuflaje, mientras que la nave volaba. Había visto una versión medio parecida de este tipo de cosa años antes, mientras estaba en una misión especial de los Marines. Aunque lo que vio en ese entonces ni siquiera podía empezarse a comparar con el impresionante objeto delante de él. La nave caída desprendía una sensación de temblor, vibrando profundamente en su pecho como un bajo zumbido, casi como cuando su vecino de al lado tocaba la guitarra conectada al bajo en su garaje. Jaebum todavía podía recordar aquellos días, cuando vivió en la base. Sabía que el sonido provenía del amplificador, pero era demasiado bajo para que pudiera escucharlo realmente. Podía sentir la energía estática y la vibración en la piel, pero no se oía ningún sonido.
De repente, Jaebum se dio cuenta de que lo que estaba viendo podía ser real. Cuando era niño, siempre había sido un fan de los cómics y amaba el viejo programa de televisión Star Trek . Pero nunca en su vida podría haber imaginado algo como esto.
«¡Diablos!» Tenía un verdadero platillo volador en vivo y en directo en su patio trasero.
Jaebum comenzó a caminar alrededor de la nave, sus ojos bien abiertos por si cualquier cosa pequeña y verde pudiera saltarle encima, mientras su mente corría por todos los posibles escenarios de lo que pudiera haber derribado la nave. Obviamente, lo que hizo estrellar una nave de este tamaño tuvo que haber sido algo grande y poderoso. Empezó a examinar la nave de más cerca, esta vez buscando inconsistencias en el casco. A mitad de camino alrededor, finalmente vio algo que no se veía bien.
Había un agujero de buen tamaño en el costado de la nave, dejando el cableado interno expuesto al exterior. La zona que rodeaba el agujero se veía chamuscada. Alguien, o algo, había derribado esta nave.
Y lo que haya sido podría venir en busca de lo que quedaba.
«Maldición». Lo último que necesitaba Jaebum era a un puñado de funcionarios gubernamentales y científicos descendiendo en su pequeña y humilde granja, destruyendo todopor cuanto su padre y abuelo habían trabajado tan duro en construir, todo por cuanto ahora Jaebum se pasaba la vida tratando de mantener en buenas condiciones. Después de su último periodo de servicio en Afganistán, había vuelto a casa para cuidar de su padre enfermo y hacerse cargo de la arruinada granja. Después de que su padre murió, toda la responsabilidad de la granja había caído sobre sus hombros, una carga que había aceptado de buena gana. Le había costado años a Jaebum tener este lugar de nuevo en funcionamiento.
La sangre, el sudor y las lágrimas de tres generaciones de hombres Howard habían empapado el suelo bajo sus pies, y Jaebum sería un mal nacido si dejaba que un montón de peces gordos chiflados entraran y arruinaran todo por lo que habían trabajado.
«Bueno, ¡mierda!» Jaebum necesitaba deshacerse de la nave, y necesitaba hacerlo muy rápido. Pero ¿dónde? ¿Y cómo encender la maldita cosa para poder mover la nave de forma segura?
Acababa de dar dos pasos más cerca de los humeantes restos cuando oyó un suave sonido a su derecha.
Se quedó inmóvil, tratando de bloquear los sonidos de la dañada nave frente a él, y escuchó atentamente. «¡Ahí está!» Pudo oír el extraño sonido de nuevo. Alguien, o algo, se quejaba.
Miró a la izquierda de los restos, cerca de lo que suponía era la parte delantera, ya que era la zona más profunda que se enterró en la tierra durante el accidente y vio la última cosa que había estado esperando ver.
Un pequeño cuerpo permanecía quieto y quebrado, como a un metro de la nave.
—¡Joder! —Jaebum dejó caer la escopeta y corrió hacia la inmóvil forma, con la linterna para iluminar el camino. Se arrodilló junto al cuerpo, iluminando lo que podía, sin saber dónde tocar por temor a dañar al ser aún más. El herido estaba de bruces en el suelo, largo y rizado cabello rubio, casi blanco, caía sobre un cuerpo delgado y pequeño cubierto por lo que parecía ser un plateado traje bio-luminiscente de algún tipo. Hombre o mujer —no podía decirlo—, pero quien fuera la persona, necesitaba ayuda con urgencia.
Pero ¿qué podía hacer? Jaebum miró a su alrededor otra vez, pero nadie estaba allí para decirle cómo ayudarle a una persona herida —¿o alien?— quien aparentemente había salido de la nave espacial. Pero no podía simplemente dejarlo ahí. Como soldado, la idea de no dejar a un hombre atrás se había perforado en él.
Dudó cuando llegó a tocar a la persona acostada frente a él. ¿Qué debía hacer? Su mente le gritaba no involucrarse y dejar a este, eh... alien, suponía, a su suerte. Sin embargo, el corazón y el orgullo de Jaebum , se negaban a dejar que se alejara de alguien tan necesitado de ayuda.
No era normalmente el tipo de hombre que se involucraba. Generalmente, mantenía la cabeza gacha y sus opiniones para sí mismo, a pesar de su siempre presente anhelo de compañía. Como hombre gay viviendo en un pequeño pueblo cerca de Oklahoma, se había acostumbrado a estar solo y vivir de esa manera. La única persona a la que realmente consideraba un buen amigo era un colega ex marine que vivía en la granja de al lado.
Tratar con heridos —Dios, no podía creer que estaba pensando eso— astronautas no formaba parte de su vida cotidiana normal.
«¡Suficiente! No importa lo loca que la situación parezca, hay aquí una pequeña persona, que está herida y necesita que lo ayudes. Están aquí los restos humeantes de una nave espacial en tu patio y este ser que salió de ella. Haz cálculos. Sí, es un alien y ahora necesita de tu ayuda. Deja de actuar como un maricón y ¡mueve el culo, soldado!»

Aterrizaje Forzado De AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora