Capítulo único

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Este es un cuento que escribí para un tipo de concurso hace un tiempo, y supongo que me gustó un poco, disculpen si hay faltas ortográficas... Espero que les guste 👉👈👀




Con apatía observé mi café sobre la mesa, como todas las mañanas.

A excepción de que no me sentía igual que las otras mañanas.

En mi albergaba una sensación extraña desde que me obligué a abrir los ojos para despertar, como un mal presentimiento. Mientras pensaba en que podía significar, me perdí entre los fluidos del vapor que brotaba de él, moviéndose con abstracción formando siluetas grandes y pequeñas, todas únicas, cada una más hermosa que la anterior, danzando de forma efímera y una delicadeza envidiable.

Ojalá mi vida fuera así.

Hace cinco largos años que mi vida se había vuelto una maldita rutina, incapaz de cortarla, dejándome llevar por la monotonía de mi vida, acompañada por una sensación de vació, que crecía con cada momento gracias a la usanza de desayunar, buscar las llaves que mi estúpida cabeza perdía constantemente, ir a un trabajo al que había logrado odiar mientras me partía el lomo para ser premiada con una miseria de sueldo con el que apenas me alcanzaba para vivir y finalizar conmigo arrojándome a mi cama derrotada, dentro de un pequeño y feo departamento, en una gran ciudad.

—¿Otra vez pensando en eso?

Y luego estaba mi sombra.

Un ser despreciable, cuyo agrado tenía de estar acompañándome desde hace ya bastantes años. Era tan pequeña cuando apareció una mañana, pero con el pasar del tiempo creció desmesuradamente. Ahora, más grande que yo misma, se retorcía a unos metros de mí. Podía sentir esa aura oscura que hacía juego con el negro profundo que adornaba su tez, emanando desesperación y sufrimiento, capaz de corromper tu alma y mente si eras lo suficientemente débil.

—No sé de qué me estás hablando.

—No me quieras ver la cara, ustedes los humanos tienen la costumbre de actuar como piensan, y tú eres tan transparente que no necesito adivinar lo que pasa por esa polvorienta cabeza.

A veces era una verdadera perra. Nuestra relación se podía describir como algo complicado. Contar con su presencia representaba un verdadero torbellino de emociones, días en que la quería al otro lado del mundo, bien lejos de mí, y otros en que su estancia no era molesta, después de todo era la única compañía que tenía.

Estuvo ahí cuando mis padres se divorciaron, mi mejor amiga me abandonó, el momento en que mi novio me dejó porque había encontrado a alguien más bonita e inteligente que yo, las veces en que me menospreciaban, la vez en que me despidieron de la peor manera posible en mi primer trabajo... y cuando mi madre ya no quiso volver a saber nada más de mí. Todas esas veces en que las personas que eran lo más importante para mi me dieron la espalda, esos momentos en que me humillaron, cuando mi motivación por la vida se fue apagando lentamente, gota por gota.

No era la mejor concomitancia, ni si quiera ayudaba, solo empeoraba mi desastrosa mente, pero era mejor que la soledad.

—Mejor me voy a trabajar se me hace tarde.

Me puse mi abrigo, olvidando el café aún caliente sobre la mesa, y me largué de aquel lugar que jamás sería capaz de llamar hogar, cuyo ambiente se había vuelto cada vez más asfixiante.

Al salir mi rostro se encontró con las suaves caricias de la lluvia abrazando mi piel. Me permití disfrutar sus besos por unos segundos para luego seguir avanzando hasta el paradero de buses, me instalé bajo su techo y encendí un cigarro, fijando la mirada en la nada a través su hipnotizante humo invadida por la tranquilidad y el canto de la lluvia. Hasta que una voz rompió aquella tranquilidad.

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