Mutatis

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   Era estable, pero no por ello menos extremo, menos frío, menos rasgado. Tan tenue a través de sus copos de nieve, tanto, que apenas se alcanzaba a distinguir que había un sol y no una luna.

Cabizbajo una mirada, dulce el corazón que allí aguardaba con él, una reina, la madre de sus hijos. Pero ellos no estaban allí, solo ella.

-Amor, deberíamos seguir adelante, la cima no queda lejos. ¿No puedes más? -dijo mientras le sonreía-. No deberíamos malgastar tantas horas de camino.

-Mientras veas que mis pantalones no vuelan al viento seguiré a tu lado corazón. -Saca la lengua con cansancio.

Así era, con fuertes ráfagas de nieve en polvo ascendían sin descanso por las vértebras de una montaña picuda. Como si del cráter de un meteorito se tratase, un enorme hoyo con lago helado por suelo caía a sus ojos, propinando un fuerte ataque de vértigo. Tanto así era, que un gran amigo pasó desapercibido ante su mirada.

-¿No es ese tu amigo Andrés? Juraría que sí.

-¡Andrés!,  ¿me escuchas? -Observó como seguía caminando sin apenas reacción.

Vestía con una toga larga, hasta los tobillos. Sus grandes hombreras dejaban paso a dos extensiones de tela que cubrían cintura y rodillas. Le sonaba aquel atuendo, pero cuan difícil era distinguir entre lo vivido para ahora encima recordar detalles comunes.

-¡Andrés!, ¿hola?

-Cariño no insistas, ya veo que ocurre -no aparta la vista de Andrés-, ahora mismo se encuentra en una especie de peregrinaje, abducido por su propio corazón . No se le permite hablar, pensar ni interactuar tan siquiera con su acompañante. Ambos poseen el mismo destino, no les hace falta comunicarse.

-¿Y cuál es?

-Arrojarse al lago desde la cima. La montaña grita, tirita y confronta a sus piojos, le pican, esquiva el dedo antes de que te aplaste, sigamos caminando.

Mientras hablaba, con su pierna derecha pisa un bloque de hielo sólido, sin suficiente presión. Resbala montaña abajo salvando su cuerpo con nieve frágil. Si bien no ha sido tan doloroso, si alcanza a llegar a la base de la montaña, pues con su cuerpo una gran avalancha arrastró metros y metros de material denso, incluido a su esposo. 

-¿Estás bien?, ¿cariño? -dice enterrada a mitad de su cuerpo y con la cara seca y áspera del hielo.

-¡Estoy bien!, tranquila. Sólo ha sido una sacudida. -Manteniendo el buen sentido del humor.

-Muy lejos estábamos llegando sobre una superficie tan impredecible. Me extraña que no hubiera pasado antes. ¡Dudo que esta preciosa no deje subir hoy! Tenemos que buscar un refugio en la base.

Con arduo paso, comienzan a descender esos mil metros que los separaban del suelo rígido. Tambaleantes, aunque firmes de pensamiento, logran esquivar los saltos más comprometidos.

Pero ya apenas caída la noche, cuando el sol invisible comenzaba a no dejar señales de vida...

-No creo que estuviera peregrinando, más bien me ha ignorado.

-Te digo cariño que estaba en peregrinación, tantas vueltas le diste que terminamos en una avalancha. ¿Qué hacemos ahora? ¿Dónde nos vamos a refugiar?

Justo en ese momento y sin esperanza alguna, un individuo de abrigo negro llama su atención.

-¿Qué les trae por este infierno amigos? -Podía escucharse una voz profunda, rota.

-Disculpe, ¿conoce este lugar? Hemos venido a coronar la cima, pero con este tiempo se nos ha hecho imposible ver más allá de nuestros pies.

Con un gesto enérgico les invita a seguirlo. No tenían confianza en aquello que carece de vida, ni tampoco razonamiento. Mucho menos en todo aquello que sí lo tuviera.

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⏰ Última actualización: Apr 24, 2020 ⏰

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