Me sentía mareada, no tenía fuerzas en las piernas ni para moverlas. Las blancas sábanas de mi camilla estaban bastantes suaves ocasionando que me acurrucara.
Ví un destello de sol salir de la pequeña ventana, alguien la había abierto. Levanté la mirada y vi su sombra, los rizos que siempre me encantaron tanto. Estaba parado mirando hacía afuera, el dulce cantar de las aves me produjo paz a mi al igual que a toda la habitación.
Giró a mirarme, al verme despierta sonrió.Cómo siempre, él estaba ahí para mi.
