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Las ojas caían de los árboles conforme el viento los movía a su gusto.

Era de noche y no había un alma por las calles. Normalmente en seul, Otoño se caracterizaba por ser helada sus noches por lo que la mayoría prefería estar en la calidad de sus hogares.

Era lo mejor que podían hacer. Para algunos Corea del sur era un país muy seguro, el porcentaje de inseguridad era muy bajo a comparación de otros países, pero eso no significaba que no ocurriera cosas extrañas, cosas que nadie podría imaginar que son ciertas, que quizás son sacadas de algún libro barato juvenil para hacer suspirar a las adolescentes.

No. Esto era real.

Religión. Para algunos, una mentira dicha a voces durante siglos, para otros, la verdad de un mundo oculto.
Angeles, demonios.

Dios, el Diablo.

¿Quien diría que estas cosas quizás si, eran reales?

Los ateos quizás pegarían un grito al cielo ante tal escena y suplicarían perdón al mismo Dios o venderían su alma a satanás con tal de no vivir lo que estaban por ver.

Sacrificio. Muerte. Sangre expandida por todo el suelo.

El sujeto encapuchado guardó la navaja sin limpiar, uno de sus fetiches era conservar la sangre de sus víctimas.
Era fácil, interceptar gente en situación de calle, prostitutas, algún que otro turista, y robar su alma a través de su pequeña navaja.

Algo tan placentero que ni la masturbación o el porno podía darle tal regocijo.

Decidido a marcharse de aquel lugar, una sombra lo interceptó poniéndose frente a su camino de salida.
Quizás esta iba a ser su última noche de cacería.

-Veo que te parece excitante matar gente-. Su voz era ronca. El encapuchado apenas podía ver su rostro. Era alto, mucho más que el, parecía una sombra, una sombra que pretendía arruinar su noche perfecta.

Sacó su navaja aún con sangre, dispuesto a llevarse otra alma más.

-Quitate bastardo o te llevo conmigo-. La sombra lanzó una carcajada carente de gracia provocando que el encapuchado se estremeciera de temor.

Esto no era normal. Nada de aquel desconocido era normal.

-Por favor-. Siseó.- Hazlo, termina con mi vida carente de sentido, hazme sentir el verdadero dolor, y llévame contigo-. El encapuchado no podía entender como ese sujeto podía hablar de esa forma.

Esto no estaba bien. Tenia que aprovechar y deshacerse de él como fuera.

Sin pensarlo corrió a el y lo atravesó con su navaja en medio de su cuello.

Era libre. Ahora podía huir de ese psicópata y...

Una mano lo tomó del cuello y lo elevó hacia arriba.

Era él.

El encapuchado estaba putrefacto, se suponía que estaba muerto, fue un punto vital, su puto cuello. Tendría que estar tirado en el piso retorciéndose de dolor, viendo como toda su sangre sale sin control de su cuello hasta morir desangrado.

Pero no. Su risa otra vez hizo hueco en sus oídos.

Iba a ser lo último que escucharía esa noche.

El dolor en su cuello siendo ahorcado por aquel hombre era cada vez más latente costando a grandes niveles respirar. Por más que luchara no podía deshacerse de aquella fuerza casi inhumana.

Sabia que nada de esto era normal.

Su vista se iba nublando de a poco. Sus piernas como todo su cuerpo se adormecia.

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⏰ Última actualización: Apr 02, 2020 ⏰

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