La pérdida

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Se encontraba sentado en el borde de la cama. Aún mantenía la sudadera en sus manos. Se la llevó a la cara y pudo aspirar el olor del otro hombre. Una lágrima calló por su mejilla.

El ruido de una puerta abriéndose fue el que lo exaltó.

-Deberías bajar.

-No quiero cruzarme a mamá.

-Mike, no puedes encerrarte aquí escondiéndote de ella. Es nuestra madre.

-Me culpa. Lo veo en sus ojos- el joven levantó la vista para mirar a su hermano pequeño- La verdad es que la entiendo. Yo también lo hago.

-Escúchame- dijo el menor acercándose a su hermano y agarrándole la cara- no fue culpa tuya. Nadie sabía lo que iba a pasar. Relájate.

Relájate.

Relájate.

Los recuerdos regresaron a su mente volviendo a atormentarle.

-Relájate Mike. No va a pasar nada. Solo quédate quieto y haz lo que te pidan. Todo va a salir bien.

Su voz, sus ojos, las luces, el estallido.

-No puedo más Charles- Mike se levanta y va hacia la ventana decidido.

-¿A donde crees que vas?

-Fuera de esta casa.

-¿Piensas dejarnos a mamá y a mí aquí con todos? Un poco de apoyo.

-Mamá no me quiere ver aquí.

-¡¡Que obsesión con mamá Mike!! Está sufriendo también. Todos sufrimos. No te va a decir nada.

-Tú siempre fuiste su favorito. No hubo momento en el que estuviéramos bien ella y yo. Papá fue siempre el mediador. Mamá lo amaba- el joven abrió la ventana y se quedó mirando la luna- y me culpa a mí.

-¡Mike!

-Nos vemos luego Charlie.

-¡Mike! ¡No te vayas! ¡Mike!

El mayor salió por la ventana y bajó como muchas otras veces lo había hecho durante su adolescencia.

No tardó nada en llegar hasta su moto y empezar a conducir.

Llevaba el cristal del casco subido y sentía el viento en su cara. La luna lo iluminaba apoyada por alguna que otra farola. Pocas personas se veían en la calle. Algún que otro perro callejero se cruzaba de un lado a otro y las gaviotas volaban hacia el mar con sus molestos sonidos.

El niño asustado miraba a la gaviota que se acercaba más a la mesa donde la familia se encontraba comiendo.

-No, no te acerques. ¡Fuera!

-Mike, no tengas miedo. Si no la haces caso ya verás cómo se va- decía el hombre.

-¡Pero es muy grande!

-Cariño. Ella solo quiere comer. Si ve que no la damos comida se irá.

El joven miró con recelo al animal. Hizo una mueca y cerró los ojos mientras se centraba en saborear su comida y olvidarse del animal.

-¡Vamos campeón. Ya verás como no te hace nada. Si consigues terminar de comer si girarte a mirarla te doy una chocolatina.

-¿Enserio?

El matrimonio sonrío con ternura ante la emoción del niño.

Lágrimas se escapaban en gran cantidad de los ojos de Mike. Aceleró para poder llegar a su destino lo antes posible.

One ShotDonde viven las historias. Descúbrelo ahora