Tuve un plácido sueño. Soñé que perlados destellos lunares se deslizaban entre los enrevesados pasadizos, de la infausta fortaleza que me mantiene cautivo, y formaban un hilo iridiscente que me guiaba a la salida.
Pero heme aquí, en mi sombrío aislamiento, prisionero de una maldición de dioses y de hombres, eternamente condenado a la oquedad.
Mi famélico estómago emite rabiosos gruñidos: el hambre, el verdadero monstruo que habita mi interior, reclama alimento.
Sé que pronto llegará. He contado lejanas lunas, infinidad de noches, para saberlo.
Afilo mis anchas pezuñas con el rocoso suelo. La pastosa saliva se acumula en mis fauces al imaginar el suculento manjar que me es ofrecido como tributo.
Está por llegar.
Oígo sus disonantes latidos aproximándose, pues fui bendecido con un excelente oído. Inhalo profundo. Un hálito vaporoso se escapa de mis fosas nasales y se eleva, imprimiendo una mancha blanca, fugaz, en el negro tapiz que me rodea.
¿Será un caballero o una doncella?
Un hombre. Su aroma lo delata. Percibo cierto hedor a miedo en el aire, pero no se compara con el de sus predecesores. Es la pizca de espanto que acompaña a todo aquel que debe enfrentarse a lo desconocido. Reconozco a un "valiente" cuando lo huelo. Pero, su gallardía no podrá salvarlo.
Mi apetito es voraz y mi aletargada musculatura se fortalece de aquella desmesurada gula.
Está cada vez más cerca. Tarde o temprano sus pasos lo traeran hacia mí. Todos los caminos conducen al centro. Solo uno a la anhelada salida.
Mis exánimes piernas se arrastran recuperando fuerzas. La punta de mi cornamenta se pega al pétreo muro, que me sirve de guía. He grabado zigzagueantes estelas en este anfiteatro. Trazado mis propios senderos intrincados en el duro canto.
Siento como un pie humano se desliza sobre la arena, sellando el trágico destino de aquel desconocido que ha llegado al territorio de la bestia, el monstruo, el Minotauro.
Está aquí.
Emito un furibundo mugido hacia el vasto manto cerúleo, que hace temblar las pálidas estrellas, y embisto con vigor a mi presa.
Un plateado resplandor corta el lienzo nocturno, penetra mi exuberante pelaje bruno aquella gélida flama fulgurante y siento el lacerante y aguzado metal hincándose en mi carne.
Caigo al suelo en estrepitoso deceso.
De cara al amplio éter, abro mis orbes y agradezco. He hallado la salida. La preciada libertad es mía...Este es el fin del sueño de mi vida.

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El sueño de la bestia
Fantasía🏅Finalista del octavo Desafío Fantástico: "Si yo fuese..." organizado por el perfil oficial de FantasiaEs