Ya no se que hacer, estoy perdida, nado sin rumbo en un mar atormentado. Me pilla la ola y me arrastra hasta la orilla, por lo menos estoy a salvo.
No, solo me lo imagino.
Me giro y vuelvo a estar en el mar, otra ola y aparezco en la orilla, toco la arena y me siento segura. No, me lo vuelvo a imaginar. Miro el suelo y vuelvo a estar en el mar.
No puedo más, me ahogo y no se que mas hacer.
Si nado me cansaré, y se que nunca voy a llegar. En cambio si me quedo, nunca sabré qué se siente al estar en la orilla.
Y de repente, pasa un velero, eres tú.
Aun con el mar atormentado tu vas firme y con rumbo fijo. Me miras pero sigues hacia delante, tienes un mapa que llevará hasta la orilla.
No te detienes a hablarme, me miras pero no me invitas a subir.
Así que te alejas, y yo, dejo que lo hagas.
Estoy cansada, me duele el alma de seguir nadando, sabiendo que nunca me habrías invitado a subirme, y te echo de menos, echo de menos tu firmeza, te echo de menos a tí.
Poco a poco, siento como mi corazón se va apagando hasta que llego a preguntarme que hago en el mar. ¿Que hago en un mar tormentoso?
¿He estado siempre o he llegado de alguna manera?
El agua se mueve mucho, es por la eterna tormenta, ¿Cuando cesará?
Miro el cielo y para mi sorpresa está despejado. No ha sido el cielo quien ha provocado este mar tormentoso, he sido yo, pataleando para flotar, sin saber que estando en paz también lo hago.Paro de agitar los pies y veo como cachos de velero hundido emergen hacia la superficie.
Monto mi propio barco, y navego sin rumbo fijo.
Debe haber algún mapa por aquí escondido…
Lo encuentro, pero es azul, no hay nada.
Y es entonces, que entiendo que la orilla siempre estuvo conmigo, pero no la veía, no veía la seguridad, la imaginaba perfecta, pero ahora me doy cuenta de que no existe.
Me bajo del barco y me sumerjo en el agua, esta vez sin patalear.
Esta vez sin ahogarme.
Y mientras disfruto de la inexistente orilla, me pregunto porqué el día del barco, llevabas un mapa. ¿Por qué nunca me hablaste?
Y de repente apareces detrás de mí.
Me dices que aquel día me veías perdida, en un mundo sin direcciones.
Sabías que primero yo necesitaba encontrar mi orilla, y que tras sentirme segura aparcerías.
Me levantas la cabeza, y puedo verla. Puedo ver la orilla.
No hace falta describirla. Es perfecta.
De agua y de arena. Cada vez que anteriormente me ahogaba, había aprendido a seguir viva. Ahora que sé hacerlo, tengo derecho a un poco de arena.
Pero también de agua, ya que nunca debemos olvidarnos de seguir vivas.
Porque las dos son orillas, cada una a su manera.
Siempre acaba habiendo arena, o no, por sea caso aprende a sobrevivir en el mar.
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LA ORILLA
SpiritualUn texto sobre qué es lo que realmente nosotras entendemos como seguridad