Prólogo: Alex y Emily

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Estábamos tumbados boca arriba en la hierba, observando tranquilamente como las nubes pasaban, lenta y silenciosas, pero elegantes y hermosas.

¡Hacía mucho tiempo que no venía a éste prado! El prado donde yo conocí a Alex, mi mejor amigo y el más importante de mi vida. Sólo le necesito a él, y a nadie más; aunque sólo yo lo puedo ver, no me importa si piensan que estoy loca, o que ésto es causado por mi enfermedad cerebral que no tiene cura alguna.

No me importa.

En lo único que pienso es el momento en el que Alex se vaya a ir de mi lado.

Yo ya tengo 14 años, y aún no se ha ido de mi lado. No sé el por qué, pero cada vez que lo pienso, siento un dolor muy fuerte en el pecho. Cómo si mi corazón se hiciese pedazos y no lo pudiera soportar.

¡No te deprimas Emy!

Me decía mi subconsciencia.

Tienes que preguntárselo y lo sabes

Lo sé, no tienes que repetirlo cien veces.

Sólo aviso. Ah , y no te fíes mucho de tu prima, te tiene envidia y hará lo posible para fastidiar tu vida.

Cierto, se me olvidaba éso. Gracias subconciencia.

Raro ¿verdad? Puedo hablar conmigo misma y puedo prevenir el peligro y los problemas que me pueden causar los de mi alrededor. Considérenlo como un don especial de mi persona.

No puedo perder más tiempo, tengo que preguntárselo.

- Ey, Alex.- le dije, con voz serena.

- ¿Qué pasa, Emily?.- preguntó, interesado.

-¿Puedo preguntarte algo?

- Lo que quieras.- él siempre está dispuesto a escucharme, no como los otros.

Me levanté del césped, y me puse en en frente de él, agachada. Él instantáneamente se sentó y me contempló, curioso y a la vez temeroso.

Opté por sentarme, ya que el estar agachada hace me duela la espalda, y era una pregunta bastante importante que tenía que hacer cueste lo que me cueste.

- Alex...tu... ¿me odias? .- al final sólo le dije la mitad de la pregunta.

- Es imposible odiarte, Emily. Eres una persona muy valiosa y soy el afortunado de que seas mi mejor amiga.

- ¿Me quieres?.- al final lo dije.

Él estuvo pensando en mi última pregunta, a lo que contestó.

- Si, te quiero, pero cómo amigos.- bufó, un poco triste.- Te he dicho que no puedo sentir otro tipo de amor, no soy humano. Y tú lo sabes muy bien.-dijo, adolorido.

- Lo siento, no quería herir tus sentimientos.

- El único sentimiento que puedo sentir es el tuyo, y siento que ésto haya durado mucho tiempo. Si no fuese por mi, no estarías aquí sola conmigo y estarías con tus amigos del instituto.

- Ya lo hemos hablado muchas veces.- dije, con voz cansada, pero inocente.- No me gusta que te deprimas de ése modo. Es como si fuese mi culpa y un error que te quedes a mi lado...

- No digas eso Emy...

-¿Me has llamado Emy?.- le pregunté, sorprendida y alegre.

Alex se ruborizó e intento disimular su crisis de nervios, que fue totalmente un fracaso.

- Estas nervioso.- hice una afirmación. - Te pareces más a un humano de lo que piensas.- solté una risita.

- ¡No te rias de mi! Esto es más vergonzoso de lo que tu crees.-dijo, alterado.

Parece que nuestros papeles se intercambiaron: normalmente es la chica la que siente vergüenza y el chico se rie, pero esta situación es la contraria.

Me levanté, y le tendí una mano a mi ahora mejor amigo imaginario avergonzado.

Una ráfaga de viento se levantó, haciendo que mi pelo se moviese en su dirección. Aproveché la situación para decir.

- Sigo contando contigo, Alex.- le sonreí, y nos fuimos de allí, cogidos de la mano... imaginariamente.

Diario de un amigo imaginarioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora