Erica Fletcher

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Después de terminar mi carrera como enfermera especialista en pacientes con trastornos mentales ya sabía dónde quería trabajar, al abrir el hospital Andrew Scott todos quedaron sorprendidos ya que era la primera del lugar que atendía cualquier problema mental.
Vivo sola desde que entré en la universidad, mis padres estaban molestos de que a mi edad no estuviera casada o comprometida, el que viva sola no es algo digno de una señorita según ellos además de que ya soy una "quedada" como dicen vulgarmente en la zona, sin embargo no me interesa mientras esté cumpliendo mi labor como enfermera.

Me ilusiona poder ayudar al fin a las personas a curarse de sus males mentales, el ver cómo recuperan su cordura y su vida poco a poco me emociona.
Después de un par de entrevistas con el doctor Andrew, fundador del hospital fui aceptada como enfermera asignada al piso 3 del hospital en el turno nocturno, empiezo mañana y me siento muy alegre.

Después de un día de compras decidí preparar una libreta, algunos bolígrafos y planche mi uniforme blanco que tanto me enorgullecía.

En la mañana no pude dormir casi nada de la emoción, tenía bolsas debajo de los ojos y algunas marcas de cansancio pero no hay nada que no se arregle con una siesta y una buena ducha caliente.

Desayuné un sándwich mientras leía el periódico local, realice mis labores en casa para después dormir plácidamente un par de horas, al despertar ya eran pasadas las seis de la tarde, el ruido de los niños saliendo del colegio se escuchaba a la distancia, era una sinfonia de risas y alegatos de los pequeños que se marchaban a jugar con sus amigos, el motor de los autos empezaba a aumentar ya que la mayoría volvía a sus hogares de una larga jornada de trabajo.

Me levanté con pesadez hasta que recordé que debía prepararme para el trabajo.
Pase por la ducha como un rayo y me levanté el cabello ondulado en un moño discreto para acomodar la cofia en su lugar de forma correcta, me puse mi uniforme y pase un poco de maquillaje por mi rostro, un toque de rubor por aquí, un poco de sombra por acá, un labial carmín y listo.
Observé mi reflejo en el espejo encantada con el resultado.
Al ver la hora asustada tome un abrigo color crema, un bolso con la libreta, documentos de mi entrevista y mi admisión al hospital, el boligrafo y salí rápido ya que el tranvía salía dentro de unos minutos, si lo perdía llegaría tarde, al pasar entre la gente note que algunas personas me miraban con desagrado, era algo normal pues una mujer decente no sale tan tarde sola, pero soy enfermera y no tengo horario para salir o llegar a mi casa.
El tranvía casi me deja pero logré subir, después de pagar la cuota me acomode en un pequeño espacio ya que estaba lleno, mientras avanzaba el transporte sentí a alguien apegarse a mi espalda algo que me incómodo, trato de alejarme pero me sigue pegando su desagradable cuerpo al mío, lamentablemente nadie hace nada, ven pero fingen no hacerlo; de cualquier forma no les necesito, se arreglarme las por mi misma, al sentir la mano de mi agresor por mis glúteos colmo mi paciencia, me di la vuelta y le golpee con fuerza con el dorso de mi mano en su mejilla, ese hombre debió pensar que no haría nada pues puso una cara de sorpresa y lanzo una blasfemia, sin embargo por no hacer escándalo no dijo nada más.
Por suerte llegaba a mi destino y baje del tranvía viendo el imponente hospital y sus alrededores.
Este es mi comienzo.....

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⏰ Última actualización: Mar 15, 2020 ⏰

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Andrew Scott.  No Hay Mal Que No Podamos Curar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora