Algo melifluo sonaba en la radio, un conjunto de sonidos inefable.
Bailábamos en un momento etéreo y amartelado.
Con total libertad de movimiento, un instante tan efímero como el arrebol o la iridiscencia.
Nuestro amor era perenne, inmarcesible e infinito.
Entre la aurora y el alba, la resiliencia a mi pegada, me acompañaba en soledad, en aquella danza de melancolía que no tenía compasión, al recordarme que ya nunca jamás, junto a mi estarías.
Ojalá nuestras vidas no fuesen como burbujas en una copa de champán.