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= Una gran tormenta se hacia presente mediante las horas pasaban. Los cuatro dentro de esa casa de madera yacían sentados frente al fuego de la chimenea. Nadie hablaba, ni una sola palabra se escuchaba, solo el vibrar de las ventanas ante el fuerte viento de la tormenta chocando contra estas.

Mientras las horas pasaban, la espera y paciencia se agotaba. Tarde, era demasiado tarde ya. =

– No volverán – Hablo de manera baja el británico, también se podia apreciar un tono molesto en su tono de voz –

– ¿Y qué esperabas? – Bufo el francés mientras se levantaba y caminaba a la ventana. Miro a travez de esta con atención – Seguro escaparon...y parece que habra una tormenta – Cruzo sus brazos sin quitar su mirada de la ventana – Habra...habra que informarselo a España –

– ¡No! – La colonia que aun se mantenia entre los brazos de Rusia, en seguida protesto, sorprendiendo a los otros tres en la sala – Es...es decir... – Bajo su voz al ver como las miradas se centraban en él. Seguía con pena, aun se sentía fatal, pero, haberles contado lo que había pasado, sentir que era escuchado y apoyado de tal manera. Fue reconfortante. – Yo los...los necesito –

= Sus ojos se llenaron de lágrimas, no sabía el motivo, pero, el pensar que volvería a estar en la soledad de aquel castillo, si bien se le permitía estar con sus hermanos, no se comparaba a la comodidad de ese lugar.

En su “hogar” él debía fingir ser fuerte para sus hermanos, no doblegarse ante el español, odiaba ver esa sonrisa de “victoria” en su rostro.

Y en ese lugar, ellos habían demostrado tanta empatia, apoyo, seguridad y comprensión hacia él. Quería sentir eso por algun tiempo, sonara egoísta, ya que abandono a sus hermanos, pero...de verdad lo necesitaba =

– Pero...Tenochtitlan, no soporto la idea de que esos tres malditos singan libres – Canadá se mostraba muy a la defensiva, era de entenderse, un abuso de esa magnitud nadie iba a soportarla –

– Canadá, lo sé, pero – Sollozos lastimeros salían de la boca del más pequeño en busca de consuelo ante la firme decisión del francés. –

– No, he tomado la decisión, Nueva España, ahora mismo redactare la carta para España, buscaran a esos miserables y van a darles cuello. Es todo – Canadá salio de la sala, su firmesa en ese momento sorprendio a todos, Nueva España comenzó a lagrimear mientras Rusia lo intentaba consolar con leves palmaditas en la espalda. –

– Eso ser lo mejor – Sentencio la grave y rasposa voz del soviético. –

– No, no es verdad – Se escuchaba la voz quebradiza del español, quien intentaba de manera fallida tranquilizarse – De verdad, los necesito – Su voz entrecortada por su llanto hacia que el británico y el soviético pusieran más atención a sus palabras, que apenas y eran audibles. –

– No, no es verdad – Ahora era el turno de hablar del británico – Mirate, antes de llegar aquí, estabas mucho mejor, por nues...mis malas decisiones, tú pasaste por cosas horribles. No te obligare a pasarlas de nuevo. – Su voz llego a notarse levemente quebrada, pero sin quitar aquella firmeza con la que le hablaban, pero el español negaba aun lloriqueando sin compasión –

– No ser testarudo – Rusia acarició la mejilla del pequeño para intentar que entrara en razón –

– ¡No fue su culpa! – Su llanto se elevó, mientras se negaba a resivir mas caricias o consuelos – ¡Deben entender!, ¡¿quieren que les suplique?!, ¡lo hare si es lo que quieren! – Sus lágrimas no cesaban, sin embargo por fin se digno a levantar la mirada, mirada que era dirigida a ambos en esa sala – ¡Pero...no quiero volver con España!, ¡si se lo dicen, él me llevara, para...encerrarme...estare solo – La colonia española coloco ambas manos en su cabeza de la desesperación – Otra vez...y...voy a tener que guardarme todos mis problemas porque...no quiero que mis hermanos se preocupen – Algunas carcajadas lograron escaparse le, pero no en forma de burla – No voy a lograrlo...no quiero estar más solo! –

Salvaje [CANCELADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora