Volver a ti • Miriam²

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Hola moneces! 🤗 La cuarentena me tiene en casa así que estoy aprovechando para hacer lo que realmente me gusta y eso es escribir. Llevo unos días ya preparando este one shot (así que aviso de que es larguito), y qué mejor que subirlo hoy para amenizar un poco este día tan lleno de cancelaciones 😞💔  Muchas gracias si estáis leyendo esto ahora y nada, que espero que lo disfrutéis y que estéis todxs bien ✨

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Suspiré en cuanto el taxi me dejó en las puertas de mi casa y me vi obligada a pagar y salir.

Volver nunca había sido fácil para mí: era un arma de doble filo, lo sabía, y por eso apenas lo hacía. Pero supongo que hay ocasiones en las que tenemos que hacer lo correcto, aunque eso suponga hacer lo más difícil.

La calle estaba totalmente desierta. Eran las siete de la tarde, y el sol se empezaba a esconder, pintando mi bonito barrio de tonos rosados y anaranjados. Respiré profundo y el olor a tierra mojada se apoderó de mis sentidos: no había llovido, simplemente eran los aspersores de mi jardín. O el de la casa vecina, qué más daba. Olía a eso... A estar en casa.

Los primeros tres años que pasé en Los Ángeles, me negaba a volver porque mi día a día era un sueño del cual me daba miedo despertar; dejando aparte que, honestamente, mi apretada agenda no me daba como para amortizar un viaje de ida y vuelta. Algo similar habían experimentado mis compañeros de reparto: con apenas dieciocho años, protagonizamos una serie española que traspasó fronteras, y la gran mayoría fuimos contratados por directores estadounidenses que nos prometían mucho más de lo que aquí podíamos soñar.

La cosa cambió los siguientes tres, cuando mi vida se estabilizó. Mi vida profesional, claro. Empecé a visitar mi hogar más a menudo ya que los rodajes me lo permitían, pero es que en cuanto ponía un pie en mi ciudad, esta me atrapaba, me decía que me quedase allí, que no me fuera. La tranquilidad de las calles, la calidez de la gente, la comida de mamá, los abrazos de mi hermano, los consejos de papá... Saber que en algún punto aquello terminaba, me hacía sentir como una niña indefensa. A lo mejor es porque todavía era una niña, de hecho. Quizás era verdad eso que tantas veces me habían repetido en Los Ángeles, de que el tiempo se paraba cuando te hacías famosa y que luego, madurar era más difícil.

El caso es que, cuando me tenía que ir de casa, me cogía un taxi en horas intempestivas y me dirigía al aeropuerto sin mirar atrás. Nunca me habían gustado las despedidas y vivir fuera me obligaba a ello constantemente.

Quizás es por eso que, los últimos tres años, los que me habían llevado a los veintisiete que iba a cumplir a principios del mes siguiente, había dejado de volver. Disfrutaba de una mayor paz mental si me creía que el mundo al que pertenecía ahora era toda la realidad posible. Que había tomado la decisión correcta cuando me fui a perseguir mi sueño y, sobre todo, que perseguirlo me compensaba haberla dejado a ella, aquí.

Sacudí mi cabeza, intentando dejar atrás aquella sensación que me invadía cada vez que, al entrar en mi jardín, miraba hacia la derecha y veía el jardín de los Rodríguez. La casa en el árbol seguía intacta, seguramente porque Bruno, el hermano pequeño de Miriam, la había amortizado unos años más, después de que nosotras dejáramos de usarla.

—¡Mimi! —la reconfortante voz de mi padre me hizo mirar al frente.

Caminé con prisas, diría que hasta corrí, hasta llegar a la puerta de entrada y dejar que sus brazos me estrecharan con fuerza.

—Papá...

—Qué guapa estás, cariño —habló el hombre, después de los varios segundos que duró el abrazo.

One Shots  📚 || WARIAM + WARMI + MIRIAM²Donde viven las historias. Descúbrelo ahora