Único

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Estabas más que precioso el día de nuestra boda.

El blanco traje contrastaba perfectamente con tu piel ligeramente bronceada, tenías una gran y hermosa sonrisa en tus rosados labios, y tus ojos brillaban y demostraban cuán enamorado estabas.

Y sonreí enormemente porque yo era la causa de esa mirada, era el que habitaba en tu corazón, tu futuro esposo.

Me sentí el hombre más afortunado del mundo al verte caminar hacia mí por el gran pasillo de la capilla en donde crecimos. Tuvimos nuestro primer beso allí, y fue testigo de los incontables Te amo que salieron de nuestros labios. Fue testigo de todos nuestros momentos más felices y maravillosos.

Y en ese momento, fue testigo de como nos jurábamos amor eterno y dábamos el gran .

Vi lágrimas de felicidad salir de tus hermosos ojos y junté nuestras frentes. Yo también quería llorar, mi amor. Pero no lo hice, porque me dediqué a secar tus lágrimas y a besar tus bellos párpados.

No podía creer que ese momento era real. No podía creer que me casaría con el gran amor de mi vida, con un ser sublime y con una belleza inigualable.

Nos miramos a los ojos y sonreímos como dos tontos enamorados para después juntar nuestros labios en un profundo beso que gritaba todo lo que sentíamos estando juntos.

Ahora te observo detenidamente mientras estás en nuestra cama, sentado y leyendo un libro como lo haces cada noche antes de dormir. Tenías puesto tu pijama favorito, uno de color rojo. Yo tenía puesto uno azul.

Me encuentro sentado en el gran sillón de nuestra habitación haciendo nada más que admirarte.

—¿Qué tanto haces?

Me preguntaste, sin apartar la vista del libro.

—Admiro un ángel

Desde lejos veo como tus mejillas se cubren de un lindo carmesí y como tratas de no sonreír.

Precioso.

—¿Ah, sí? No veo ninguno por aquí —tu mirada se clava en mí y todo mi cuerpo se eriza.

Sonríes y dejas el libro de lado. Me levanto y a pasos lentos me acerco a tí, luego poso mi mano en tu cálida mejilla y la acaricio suavemente, acercándome a tu rostro.

—Yo lo estoy viendo en este momento. Está tan cerca de mí que podría besarlo —susurro sobre tus labios.

—Besar a un ángel es pecado

—No me importa ser un pecador

Y corto la distancia entre nuestros labios: es lento, profundo, cálido y perfecto. Como nos gusta, como todos los besos que nos dimos.

Tenerte entre mis brazos, besarte las veces que quiera, decirte incontables Te amo. Tenerte a tí es todo lo que necesito para ser feliz.

Me separo lentamente y dejo un último beso en tus labios y uno en tu nariz. Me regalas tu preciosa sonrisa cuadrada y mi corazón se alborota. Después escucho una muy conocida melodía y río tontamente.

Has puesto la canción que nos unió en el orfanato; cuando iba caminando por el bello jardín que había detrás, buscando mi balón, tú estabas sentado en un banco cantando Hello.

Me quedé hipnotizado por unos segundos al escuchar tan hermosa voz y me atreví a acercarme y hablarte. Recuerdo que te habías sonrojado e intentaste huir, pero te detuve y mis ojos se clavaron en los tuyos.

Y desde ahí mi vida cambió.

Me pongo de pie correctamente y aclaro mi garganta, extendiendo una mano.

—¿Me permite este baile, mi ángel?

—Todos los que quiera, señor Jeon

Tomaste mi mano y empezamos a bailar al compás de la canción. No desvíe mi mirada de tus ojos ni un segundo, ni tú de los míos. Quería trasmitirte todo lo que me hacías sentir y lo muy enamorado que me tenías.

—Un baile en pijamas —dices—. Interesante

Sonrío aún más y apego mi frente a la tuya.

—Te amo

—No más que yo, tonto

Amarte era realmente un honor.












16-03-2020

Un baile en pijamas [KookTae]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora