Hola, mi nombre es James. Todo lo que estoy a punto de contarte me sucedió hace aproximadamente tres años. Todas estas anécdotas me cambiaron la vida, y espero que logren al menos dar un mensaje a la tuya.
Todo comenzó el 7 de Julio del 2017. Ese día mi vida daría un giro de 180°, pues me mudaría de Arizona a Alaska. No estaba muy entusiasmado, pero tampoco nostálgico; realmente vivir en Arizona era horrible por muchos motivos que no vale la pena mencionar. Ya teníamos todo listo, estábamos a minutos de dejar Phoenix atrás e irnos a buscar otra vida. Thomasine, mi mejor amiga, era la única que estaba realmente triste de que yo me fuera, y yo me sentía igual por ella.
Tampoco había vivido mucho tiempo en Arizona, apenas dos años. De donde realmente me dolió irme fue de Madrid, porque allí había dejado mi vida entera. Finalmente partimos a Alaska, no a Nevada; quizás te confundas por el nombre de esta historia, pero la nevada solo es una más de las características de ese lugar.
No me había sentido tan extraño hasta el momento en que íbamos por la autopista, sabía que jamás volvería a Arizona y hasta apenas me estaba haciendo consciente de ello. Al menos existe la tecnología, podré hablar con Thomasine por videollamada cuando se nos plazca; nos pondremos al día con todo lo que nos suceda, como lo hemos hecho siempre.
Teníamos casi setenta horas de viaje por delante y aún no sabía que hacer para entretenerme. Mis libros estaban en la maleta del baúl junto con las cartas, lo único que tenía al alcance era el Twister, pero no creo que pudiera ser muy útil en ese momento.
Bien sabía que en Alaska la temperatura era de grados bajo cero, y aunque en Arizona no hacía tanto calor, tampoco hacía mucho frío. Me había abrigado muy bien para el viaje, ya que tendríamos que pasar por lugares de climas fríos y templados, y no quería atrapar un resfriado.
Me puse a escuchar música al menos las primeras seis horas mientras usaba mi celular, pero este finalmente se descargó. Cuando estaba por agarrar mi portátil, mi padre se desvió del camino y nos detuvimos en un restaurante.
-No puedo seguir con el estómago vacío -dijo.
Habíamos partido a las ocho y media de la mañana y ya eran casi las tres. Desayunamos antes de salir, pero realmente en esta familia los tres comemos demasiado. Comimos frutas y pasabocas durante el trayecto pero esto no fue suficiente, aunque ya nos habíamos comido más de la mitad de los aperitivos que llevábamos, hacía hambre.
No recuerdo el nombre del restaurante, ni siquiera me fijé en él del hambre que tenía, pero sé que la atención fue bastante buena y la comida estuvo deliciosa. En el restaurante sucedió algo que no pasa todos los días. Mientras comíamos se nos acercó una anciana, se veía de más de 70 años y su ropa indicaba que era una vidente. Al principio solo se nos quedó mirando y nosotros solo hacíamos como si no estuviera.
-Su futuro se esclarece ante mis ojos y me compadezco de ustedes -dijo de la nada.
Mi padre casi se atraganta con un trozo de carne y soltó la cuchara para luego girar su mirada hacia la mujer. La analizó de arriba a abajo un par de veces sin saber que decirle, y antes de poder detenerla se sentó con nosotros en nuestra mesa.
-Un gusto, soy Madame Aradia -dijo la mujer intercalando su mirada entre mi padre, mi madre y yo. -tengo algunas noticias para ustedes.
-¿Por qué dijiste eso? -preguntó mi padre, refiriéndose a lo que Madame Aradia dijo sobre nuestro futuro.
-¿Qué no es obvio? Puedo ver el futuro, y el suyo es el más llamativo en comparación a cualquiera de los de este sitio -respondió la mujer.
-¿Por qué lo dices? -preguntó mi madre, bastante intrigada al parecer.Por cierto, al día de hoy no estoy seguro aún de que si mis padres creen o no en ese tipo de cosas supuestamente míticas.
-Su futuro les depara sufrimiento, dolor, miseria. No deben ir a donde sea que vayan -dijo Madame Aradia-. Y tú niño...
-¿Yo qué? -le pregunté con mucha intriga.
-Tú... -dijo, pero mi madre se metió.
-Claramente sabes que vamos de un lugar a otro porque estamos en medio de la nada y se pueden ver nuestras cosas en el auto, no sabes de lo que hablas mujer -dijo mi mamá con una voz un poco subida de tono.Madame Aradia se quedó estupefacta, pero no se inmutó. A los pocos segundos un mesero vino a disculparse y le pidió irse del lugar.
Todos nos fuimos con un mal sabor de boca al auto, pero no por la comida, sino por el mal rato que nos hizo pasar aquella mujer. Mientras mi padre conducía no podía dejar de pensar en lo que dijo la mujer, o más bien en lo que me iba a decir; porque se veía que mi futuro le era un poco incierto, se le veía incapaz de descifrarlo, y si las cosas de verdad son así, me tranquiliza un poco, porque también es incierto para mí, pero si tan solo... supiera qué me va a suceder... y si es malo... Traté de deshacer ese pensamiento antes de que me empezara a torturar, al fin y al cabo ni siquiera creo en esas cosas, no existe nada como eso, supongo...
En el viaje a Alaska no sucedió nada tan fuera de lugar como lo de la mujer, pero luego de las primeras cuarenta horas ya me sentía hastiado y solo quería quedarme donde sea que estuviésemos. De hotel en hotel, de restaurante en restaurante; adentro, afuera. Estaba harto, pero no quedaba de otra.
Cuando llegamos finalmente a Alaska me sentía mareado, con náuseas, de mal humor y cansado, no quería saber nada de nadie y solo quería acostarme a dormir de una vez. El camión con nuestras cosas había llegado antes que nosotros porque no había parado muchas veces y las cosas ya estaban en su lugar. Mi padre se había encargado de todo eso; no éramos multimillonarios pero teníamos esa capacidad económica. Llegué a la casa y ni siquiera me fijé en si me gustaba o no, solo pregunté por mi cuarto, dejé mi equipaje en la mitad de la sala y corrí hacia él. Le eché un pequeño vistazo, «lo reacomodaré mañana» pensé, y me acosté a dormir; era realmente temprano, apenas las 7 A.M, pero mi ciclo de sueño estaba hecho un asco.
Me levanté a las 11 P.M por unos ruidos que se escuchaban desde afuera, porque si no hubiera escuchado nada de seguro hubiera seguido durmiendo hasta el otro día. Cuando me desperté y me senté al lado izquierdo de la cama, aún me dolía un poco la cabeza, pero no me sentía necesariamente mal. El ruido que me despertó se escuchaba desde afuera cada vez con más fuerza, como si se acercara; y luego de asomarme por la ventana que estaba frente a mí, me di cuenta de que en un carro de golf, venían un grupo de al menos cuatro chicos con un parlante mediano. No sé que tan común sea eso pero no le presté mucha atención; en ese momento lo único que quería era ver mi nueva casa detalladamente. Empecé a mirar de lado a lado mi habitación, era un poco pequeña, pero casi no me gustó la forma en que acomodaron las cosas. Recuerdo que cuando recién llegamos a Alaska había gente aún terminando de acomodar las cosas en esta casa, no me fijé muy bien en como estaban dejando todo, pero supongo que lo estaban haciendo al gusto de mis papás. No necesitaba su permiso para reacomodar mi habitación, pero me iba a quejar con ellos porque mandaron a organizarla de forma para nada práctica. Salí de mi habitación y en el segundo piso todo se veía bastante bien, había un ático, pero era demasiado gallina como para entrar a esa hora. Bajé por las escaleras y ví a mi alrededor, la casa era bastante lujosa y moderna, cocina eléctrica y chimenea, lo único que no me convencía era la pared de cristal que había en la cocina. Me parece que la hacía ver muy bonita, pero nunca me han parecido demasiado seguras. Y aunque daban con el patio trasero, no quedaba para nada complicado entrar.
Hacía un frío demasiado invernal, pero eso no me detuvo para salir al patio... descalzo. El pasto helado bajo las plantas de mis pies me hizo sentir escalofríos por todo el cuerpo, me quedé de pie en el mismo sitio por unos segundos, y luego subí deprisa a mi cuarto sin haber cerrado la puerta. Tomé mi cuaderno de... no sabría decirlo exactamente (pensamientos, escritos, ideas,) también un bolígrafo y bajé rápidamente. Salí nuevamente al patio trasero y cerré la puerta atrás de mí, caminé lentamente hasta que quedé en medio y me senté cruzado de piernas. La luna se veía luminosa, fosforescente, fulminante al punto de que podía leer mis apuntes sin mucha dificultad.
En ese momento me inspiré y comencé a escribir algo que hasta el día de hoy aún conservo:
"Bajo una luna fulminante y helada, mi cuerpo se empieza a petrificar, y el césped brillante y discreto humedece mis manos y las purifica. Mi cuerpo se siente vivo de nuevo, se siente pleno, y agradece esta bienvenida desde el fondo de su corazón. Porque es eso, una fría e íntima bienvenida que me declara un nuevo comienzo. Creo firmemente que esta hermosa noche se traduce como un "Bienvenido a Alaska" , y mi cuerpo tendido y dócil simboliza francos agradecimientos ".
Luego de esto me recosté sobre el prado, y me quedé mirando la luna con el ensueño de llegar a ella.
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NEVADA (Copos de Amor)
RomanceTú y yo nos enamoramos Cual si fuéramos copos de nieve. Que caen desde cielos oscuros, Sobre calles afligidas y solitarias, Y en el corazón de noches tristes. Como nieve que responde Al clamor del invierno, Tú y yo cedimos A un anhelo inmenso. Y tod...