El día estaba nublado como cualquier otro de un septiembre solitario. Los nubarrones atravesaban los cerros y golpeaban las verdes cumbres arrastrando su helada. A unos metros, sobre un camino de ripio húmedo, caminaba un hombre con un portafolio sobre el hombro.Sus zapatos cafés, gastados por el uso, crujían con cada paso sobre el sendero. Las arrugas de su traje marrón se confundían con las suyas propias. Sus facciones viejas y su lastimera mueca resaltaban aún más los años que arrastraba. El portafolio oscuro se sacudía con cada movimiento, marcando el ritmo de la caminata. Sus pisadas, apenas lo suficientemente fuertes como para sostenerlo en pie, lo arrastraban por el camino hacia un destino incierto.
El sol descendía en el firmamento dejando en su camino una mancha de oscuridad. El hombre, concentrado en su travesía, no lo notó. Pasaron horas.
El cielo estaba salpicado de estrellas cuando el hombre sin previo aviso paró. Las nubes se habían ido junto con el sol y los grandes cerros habían quedado atrás hacía ya varias horas para darle paso a terrenos llanos.
El hombre frenó sus pasos y comenzó a agacharse a duras penas, tan lentamente como caminaba. Sacudió su cabeza y se bajó del hombro el portafolio para apoyarlo sobre el suelo.Se desató los cordones y se quitó los zapatos, ya totalmente destruidos, de sus oxidados piés. El hombre con su mueca habitual se deshizo del saco, dejando ver una vieja remera manchada, y lo acomodó junto a sus zapatos pulcramente doblado.
Desabrigado, en esa noche desgarradora por el frío, abrió su portafolio y sacó su viejo revólver calibre 40. Abrió el tambor para revisar la carga, y lo cerró. Movió el percutor hacia atrás al mismo tiempo que colocaba el cañón sobre su sien.
Respiró tres veces, y disparó. Se ató los cordones y comenzó a correr.
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La caminata
Short StoryUn hombre camina por kilómetros sobre los caminos de paisajes lejanos ¿Qué busca y hacia dónde se dirige?