Escucho a mi madre tararear alguna canción de su disco de los Beatles. Si tuviera que
ensalzar una cualidad suya, sería su gusto musical. Es sorprendente escucharla hablar sobre la
profundidad y el simbolismo de unas palabras que, en un principio, parecen vacías. Los
asientos del Ford rojizo de mi abuelo están recubiertos por un forro aterciopelado que acaricia
mi cuello. Miro un instante mi móvil para comprobar la hora. Son las ocho menos veinte y solo
quedan tres manzanas para llegar al instituto. Podrí pasarme horas explicando cómo ese lugar
saca la peor parte de los adolescentes convirtiéndoles en personas inconformistas, sencillas y
monótonas, pero no me apetece. Cojo mi mochila de lona negra y me bajo del coche. Busco a
Tom desesperadamente, pero la multitud mi impide tan siquiera ver a más de dos metros.
Ente empujones consigo avanzar hasta llegar a la entrada principal. Aunque estoy segura del
desconocimiento absoluto acerca de mi colaboración en el encubrimiento del asesinato de
Harvin, siento las miradas de mis compañeros clavándose en mi espalda. En ese momento, la
angustia aborda mi pecho y me cuesta respirar. Me encierro unos minutos en el baño e intento
que no se repita en mi cabeza una y otra vez la imagen del cuerpo consumido por un fuego
creciente. Resulta deprimente admitirlo pero, por fin soy verdaderamente culpable.
En un afán por abrir mi taquilla, noto como alguien acaricia mi pelo. Me doy la vuelta y
veo la cara casi perfecta de Tom. "Joder tía, ¿para qué coño quieres el móvil? Siempre que me
pasa algo guay tengo que esperar todo el finde para contártelo". Tienes razón Tommy, no sé
por qué tengo móvil. "A ver si adivino... Te liaste con un heterazo". Se ríe unos segundos y,
peinando su pelo rubio con un gesto rápido me contesta "Bingo". Me coge de la mano y
caminamos juntos a nuestra primera clase. Las horas en el instituto saltan en el tiempo,
acelerándolo y retrasándolo. Hay días que se pasan volando y otros en los que parece que aún
sigo atrapada. Suena la última sirena y me dispongo a salir cuando mi buen amigo gay me
agarra del brazo bruscamente "Oye, a ti qué te pasa". Soy una persona extremadamente
expresiva, una vez conoces mis gestos no necesito ni hablar para comunicarme. "¿Qué me va a
pasar?". Frunce el seño "Te noto distraída". Señala mi pupitre y veo mi sudadera colgada, casi
me la olvido. "Hostias". Lo recojo y me voy cagando leches, antes de que pueda formular más
preguntas y acabe contándole que maté a un pibe.
Me tumbo en el césped húmedo de mi jardín. Miro las nubes buscándoles forma.
Empiezo a pensar en Nick. Hacía más de un día que no sabía nada de él y la última vez que nos
vimos fue para quemar el cadáver de uno de nuestros antiguos compañeros. Puede que esté
molesto conmigo porque no quise saber el motivo de su violenta pelea con Harvin, pero en
ningún momento le dije que no pudiera contármelo. Es verdad, respondí un no a su pregunta.
No quiero saberlo. No porque no me interese o porque necesite un motivo para justificar lo
que hice. No sé muy bien por qué pero no quiero saberlo. Vibra mi móvil. Es él. Me manda un
mensaje de texto diciendo que necesita verme urgentemente. Creo en las casualidades, por lo
que me pongo en marcha. Salgo de casa y empiezo a caminar. La calle está repleta de gente.
Me gusta imaginar la vida de las personas que me encuentro según avanzo. La señora anciana
que lleva la bolsa de la compra a un hogar vacío y sobrio. La chica que canta en medio de la
calle porque necesita reconocimiento para que verifiquen su arte. El joven que camina
abrazado de su novia creyendo que estarán juntos por un largo periodo de tiempo ignorando
que ya la propia vida es corta. Llego a mi destino. Nick nunca me dijo a dónde debía ir, porque
los dos figuramos hace casi un año cuál sería nuestro lugar de emergencias. Parece planeado,
pero juro que no lo es. Está sentado en un banco. A lo lejos puedo ver su pelo oscuro rebujado
por el viento. Va vestido de colores neutros. Lleva un pantalón negro, un suéter más gris que el
propio grafito y unas nikes completamente blancas, casi impolutas. Le miro. Sus ojos azules
destacan incluso por encima del mismísimo océano. Me siento a su lado. Saca las manos de los
bolsillos y me tiende su móvil. Mientras se me estremecen todos y cada uno de los órganos de
mi cuerpo leo nuevamente el primero de cinco mensajes " sé lo que has hecho, Nickito".
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Nick, tenemos que ser más fríos que las sombras
Mystery / ThrillerNick acaba de asesinar a uno de sus compañeros. Justo en medio del crimen, se encuentra con su antigua amiga Dora. Ambos tratan de continuar con su vida de adolescentes obviando la situación pero, ¿será más difícil afrontar el crimen o seguir con su...