Capítulo I
Venid, venid a por mí, quiero volver a temer, ha pasado algún tiempo desde la última vez que sentí miedo, aquella vez fue sublime, yo, una persona que se ha jactado de vivir emociones fuertes, he puesto mi vida en riesgo desde que tengo uso de razón, es algo que está en el ADN familiar, supongo que teniendo padres que huyeron de sus respectivos países de origen por guerras y enfrentamientos. Mi padre, quien escapara de los desastres de la segunda guerra, era un hombre de carácter duro pero que ocultaba fuertes cicatrices de aquello que le tocó vivir, siempre decía algo que caló profundamente en mi personalidad "No importa quien ni cuánto daño te hayan hecho, siempre permanecerás como roca, si no eres fuerte, aparenta serlo, primero se debe parecer para luego ser". Hasta el último día de su vida me daba ese mensaje. Y qué decir de mi madre, ella era la flor que crece durante la tormenta, juntos hacían un gran equipo.
Desde la infancia tenía esa necesidad por la adrenalina, recuerdo estar nadando contra la corriente con la mochila en mi espalda, el agua estaba muy fría, estábamos en pleno invierno y las corrientes estaban ganándome una batalla que no podría perder, la vida no era un videojuego con opción de reinicio, detrás de mi había un pequeño acantilado esperando por mi cual buitre acechando por su presa, con lo último de mis fuerzas logré salir del agua, con más corazón que energía, me arrojé en el pasto, miraba el cielo y por un instante había perdido noción del tiempo que había estado en el agua, abrí rápidamente la mochila y saqué lo que a futuro sería mi último compañero, un cachorro había estado luchando por su vida, asumo que había sido víctima de algunos sujetos que intentaban ser graciosos pero no sabían que habían iniciado una guerra. A penas dos años después de aquel acontecimiento aprendí a controlar ciertas emociones pero la necesidad de tener miedo siempre fue superior a mí, era mi némesis y mi amor platónico, tenía una especie de relación de doble moral con aquel sentimiento.
Capitulo II
Camino a casa ese día de invierno, me topé con tres muchachos que estaban molestando a un ave en su nido, hubiese seguido de largo pero dos cascarones de huevos arrojados sobre el suelo había llamado mi atención, esos hijos de puta les habían matado, no pude controlarme, dejé la mochila cerca del río, con la esperanza de que el cachorro no emitiera algún sonido, dos de ellos pararon su vandalismo para ir a hacer sus necesidades fisiológicas en algún árbol, dejando a uno de ellos en completa soledad.
¿A caso no es magnífica la naturaleza? Sabía lo que yo tramaba e intentaba ayudarme, aquel imbécil notó la mochila y en ese momento el cachorro empezó a ladrar, su sentido de curiosidad lo llevó a acercarse y su maldad lo hizo coger la mochila e intentar lanzar al animal al río, digo "intentar", porque no se dio cuenta en qué momento pasó de sentirse todopoderoso a estar al final de la cadena alimenticia.
El pánico se apoderó de mí, observé mi mano y no entendía como había sido capaz de empujarlo, estaba totalmente en pánico pero en ese momento lo vi, ese infeliz no sabía nadar, vi como su cuerpo se estrellaba con unas rocas y como se perdía de mi vista, la sensación que me embriaga era totalmente nueva para mí, adrenalina y excitación. Me di cuenta que los otros dos habrían de volver pronto y tomé la mochila para huir pero no podría irme así, debía acabar con aquellas dos pestes, se lo debía a la naturaleza, así que me escondí tras unos arbustos a esperar.
-¡Ey! ¿A dónde se ha ido Christian?- Preguntó uno de los tipos, era de estatura promedio, cabello oscuro y tez Blanca.
-No lo sé, ve a buscarlo por allá y yo voy por ese otro lado- Dijo el otro chico de tez morena.
Jamás he entendido porque se separan las personas, estar solo te hace mostrar tu verdadera debilidad.
Eché a andar tras del chico que estaba más cerca de mí, se asomaba por un acantilado intentado verificar si su amigo no había caído al río, aparentemente era un poco inteligente, me coloqué silenciosamente detrás de él pero no podía empujarlo, se me hacía imposible, en ese momento se volteó de una manera tan brusca que chocó conmigo y el impacto por mi presencia fue tal que resbaló y terminó cayendo pero no sin antes gritar, aquél sonido llamó la atención de su amigo quien al verme inició una persecución tras de mí, no podía dejar que me alcanzara, si lo hacía sería mi final, no solo me agrediera sino que terminaría asesinándome, agarre la mochila con fuerza y corrí lo más rápido que pude.