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Me encontraba terminando mi maleta cuando entran a la habitación. No necesité girarme para saber que era la madre Alicia, como siempre, con su larga tela que le tapaba desde sus viejos y cansados pies, hasta su corta melena ya grisácea por su avanzada edad. Con esa tierna mirada que siempre derrochaba cariño y esperanza.

Aún de espaldas, me dediqué a escuchar el sonido que causaban sus zapatos cada que daba un paso.
Cerré la maleta y giré, topándome con sus llamativos ojos celestes, y sin ningún tono de brusquedad en su voz, me habla.

- Hasta que ha llegado tu día, querida.

Al escucharla, me pierdo completamente en su voz tan serena y melodiosa, todo en ella era paz-- Sí, a decir verdad, ha tardado tiempo -- durante toda mi vida ella a sido mi Madre, y solo con ella logro tener una paz que solo ella sabe dar.
Es como si, con tan solo su presencia, su aura llena por completo el lugar.

La veo sonreír, causando que sus ojos se cierren levemente, dándole un aspecto amigable y tierno-- Lo sé querida, lo sé --responde con cierta tristeza, acariciandome delicadamente el cabello-- ya me dejarás sola, traviesa niña --agrega soltando una dulce risa.

- Claro que no --le hago saber, mirando aquellos ojos que tanto extrañaría-- vendré a verte cada vez que pueda hacerlo, ¿de acuerdo?.

- Espero que así sea, pequeña --dice finalmente-- debes apresurarte, ya es hora.

Asiento con la cabeza, tomo mi maleta y me pongo en marcha siguiendo su paso.

No podia dejar de pensar en todo. Años deseando que este día llegara tan rápido como llegué aquí, y llegó.
Todos los recuerdos llegaron a mí, sentí cierta nostalgia al saber que ya no dormiría en aquella cama tan incómoda, no vería a aquellas niñas tan odiosas, ni a las cocineras, ni a las ratas que rondaban bajo la cama.
Sí, suena asqueroso, pero al fin de cuentas, fue mi hogar, parte de mí vida está aquí y siempre estará.

Íbamos ya por la entrada, aquella puerta que me daba la bienvenida a una nueva aventura al mundo allá afuera. Era grande, con dos puertas de un tono inusual que siempre había llamado mi atención, como el tono y textura de un tronco. En el medio, unas manillas blancas opacas.

La madre Alicia dirige su mano a las manillas y ejerce una leve fuerza, provocando que las grandes puertas se abran ante nosotras.
Afuera, una vista a la gran huella y bellas casas a los lados de esta aparecen en mi visual.

Se gira hacia mí-- Ha sido un gusto haber compartido tantos años a tu lado Angeline, solo hazme caso y cuídate, ¿si? Allá afuera habrán muchas personas que querrán hacerte daño y verte caer, no les des el gusto y centrate en ti, eres muy grande en comparación a otras personas, no lo olvides --me da un fuerte y cálido último abrazo.

- Muchas gracias por todo en estos años, ali, no sabes cuánto te lo agradezco --cierro los ojos con la esperanza de no derrumbarme.
Extrañaré sus abrazos, sus consejos, sus sonrisas cada vez que me veía enojada, y es que ¿cómo no extrañarla? Siendo ella tan real.

Sin más, miro hacia el frente y suspiro, tomo mi maleta y comienzo a bajar las escaleras. Cada escalón que bajaba, era un suceso que dejaba atrás, era una risa, un llanto, una pelea, una persona...

¿Qué habrá sido de ellos?

Lo más seguro es que estén con sus familias, lo último que supe de ellos, es que en el orfanato al que los habían transferido, ya los habían adoptado.
De igual manera, me alegro por ellos, lograron lo que todos en esos lugares quieren.

Al momento de subir al taxi que me llevaría a aquel pueblo, dudé en si voltear y ver por última vez todo aquello que estoy dejando, pero no lo hice. Abrí la puerta de aquel taxi, subí en el y la cerré, cerrando así también una parte de mi historia.

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⏰ Última actualización: Jan 28 ⏰

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