Detrás De Su Sonrisa

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Con lentitud abrió los ojos, se sentía bastante cansada pese a haber dormido lo que supuso sería toda la mañana. La cabeza le dolía demasiado muy probablemente a causa de la resaca por haber bebiendo hasta hartarse la noche anterior. Era la última vez que podría darse el lujo de cargarlo todo a la tarjeta pagada por su padre puesto que en cuanto regresará del viaje de graduación que su grupo universitario había hecho de Estados Unidos a Inglaterra sus derechos como miembro de la familia Uruk serían revocados.

Ah, esperaba haber gastado una cantidad que representara un gasto memorable en la memoria de su padre, rio para sus adentros de tan solo pensar en ello.

Gila Gilgamesh Uruk había nacido en el seno de una de las familias más ricas y exitosas de Estados Unidos, su padre era dueño de una cadena de bancos bastante antigua por lo que, como era de esperarse, la familia Uruk estaba bien posicionada. Si bien era cierto que Gilgamesh había nacido en cuna de oro, no todo era miel sobre hojuelas. Su nacimiento trajo con sigo la muerte de su madre por lo que la pequeña no sólo creció sin el cariño de una figura materna, si no que también careció de cualquier tipo de afecto que su padre le pudiera dar pues directamente la culpaba de la muerte de su amada esposa.

La infancia de Gila fue bastante triste y dolorosa, la pequeña que añoraba el calor de su padre sólo recibió desaires y desprecio, el señor Uruk no ocultó su desdén por su hija desde su nacimiento. El único motivo por el que dispuso para ella educación, techo y comida fue porque antes de morir le había jurado a su mujer que nada le haría falta a su hija, que no podía darle su amor pero le daría todo lo que necesitara hasta que pudiera mantenerse sola. Así pues, Gilgamesh creció sabiendo que en cuanto cumpliera la edad de 22 años su padre le retiraría todo el apoyo financiero que le había estado dando y se cortaría todo lazo con la familia Uruk.

Quién alguna vez fue una dulce niña que sólo buscaba el amor de su padre, se convirtió en una mujer cínica y descarada, fue su propia familia la que la obligó a volverse así pues aquella era la única forma en la que podía sobrevivir al infierno que la familia Uruk representaba. Sus primos y tíos e incluso sus abuelos, parecía que la pobre niña no tenía ni un solo aliado en su hogar y por varios años soporto los maltratos y abusos verbales que el resto de sus familiares proferian en su contra muchas veces pensó en huir de la mansión pero lo cierto era no tenía forma de subsistir por si sola hasta que hubiera cumplido 22 años y terminado una carrera que le permitiera encontrar un buen trabajo.

Finalmente estaba a un paso de ser libre, desde mucho tiempo atrás había estado preparando todo para salir de casa, había trabajado duro y aprovechado cuantos recursos y contactos pudo para así asegurarse de que el día de su cumpleaños pudiera salir de la mansión con la frente en alto y despedirse de todo lo que la relacionara con la familia Uruk sabiendo que tendría un lugar seguro para vivir y un trabajo decente.

O eso era lo que esperaba... En su lugar se encontraba en una habitación extraña en un lugar que no supo reconocer. Su mente estaba muy nublada así que no sabía exactamente lo que había pasado pero sin duda había perdido el vuelo de regreso a Estados Unidos.

¿Tal vez de alguna manera se las había arreglado para hospedarse en un hotel? Uno con una temática antigua por lo que veía pero sin duda de 5 estrellas porque la calidad de las sábanas de seda y el estilo barroco de la decoración interior le daban esa sensación.

Se movió para levantarse de la cama solo para descubrí, al quitarse la sabana que la cubría, que su tobillo derecho estaba encadenado a la pared.

—Pero que...

La puerta de la habitación se abrió revelando a un joven de rubios cabellos que llevaba con sigo un carrito con un delicioso desayuno.

—Ah, veo que ya despertaste—dejando el carrito a un lado se aproximó a la cama para sentarse frente a ella—Buenos días—dijo antes de besarla.

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