Por fin era la fiesta de Halloween en el Kurt’s y sentía como si tuviera que lidiar con asuntos mucho más terroríficos que un posible enfado por parte de mi madre si llegara a enterarse de mi escapada nocturna. En efecto, las había: la misteriosa mezcla de películas de terror de los 80, el punk-rock pseudosatánico de los 70 y eso, la principal razón por la que habíamos acabado en el pub del tío de Red dos horas antes de la medianoche.
Ahí estaba yo, enfrente del Kurt’s con mi cutre y apañado disfraz de Thriller y acompañada de Kurt, vestido como Freddy Krueger y con tan poco encanto como yo. P.F. había quedado en ir con Sasha y, evidentemente, no habíamos conseguido contactar con Tony ni por las buenas. De todos modos, sabíamos que iría, sencillamente no podía no ir. Los populares siempre son ese grupo de obligada asistencia a los eventos sociales.
-¿Y Sedarath?- pregunté mordiéndome el labio inferior. Estaba temblando de frío, a pesar de que mamá me había obligado a llevar el anorak. <<Los zombies no llevan anorak>> había protestado yo, pero ella no me hizo ni el menor caso. Se mostró tan receptiva como Buda cuando le espetas abiertamente que huele mal.
-Dijo que estaría aquí a las nueve y media- repuso apretando los dientes. Un Utku disfrazado de rastafari entró en el local. Al parecer, éramos los únicos dos idiotas que se estaban pasando la noche en plena calle aguardando por una persona que no parecía querer aparecer-. Llevamos media hora esperándole.
-Fantástico- carraspeé notando que la ira iba subiendo desde algún lugar en mi estómago hasta llegar a mi atolondrada cabeza. Realmente debía poseer el poder del fuego, porque la sangre me estaba hirviendo en las venas-. Sencillamente fantástico. Ese hombre va a ser nuestra perdición, créeme.
-¿Qué? ¿Aun no ha venido Sed… Stephan?- masculló una vocecilla detrás de mí. Me giré con un gran resoplido para encontrarme con una P.F. disfrazada de vampiresa (unos rudimentarios colmillos asomaban justo por debajo de los brackets de su aparato) y a un Sasha con una cuerda de saltar a la comba atada al cuello.
-Ehm… ¿De qué vas, Sash?- no pudo evitar preguntar Kurt, tapándose la boca con una mano para evitar reírse delante del pobre chico. Yo también habría actuado así de no ser por estar dirigiéndole una buena sarta de calificativos poco halagüeños a Sedarath en mi interior.
-¡Buen disfraz, amigo!- se burló ese bravucón de Bleyk, ataviado como un Hitler fantasmal. En fin… nunca me pareció una mente privilegiada, precisamente- ¿Qué eres? ¿Un sadomasoquista?
-¡No, hombre, es San Judas!- bromeó George, uno de sus compinches, mostrando ser mucho más ingenioso de lo que yo habría imaginado de él. Vamos, que acababa de colocarse justo por delante de una ameba en lo que a perspicacia se refiere.
-¡Dejad a Sasha!- lo intentó defender P.F. cuando los otros dos ya habían entrado en la fiesta. Me mordí el labio inferior recordándome las múltiples razones por las cuales no debería encontrarme allí plantada y sentí ganas de mandar a paseo al lloroso Sasha y concentrarme en encontrar de una vez a ese éter que tantos quebraderos de cabeza nos estaba dando.
-Es la soga del ahorcado…- susurró el rubio sorbiéndose los mocos. Estaba temblando tanto que me pareció toda una proeza que se mantuviera de pie.
Kurt y yo nos dirigimos una mirada cómplice, comprobamos el reloj por última vez y decidimos que había llegado nuestro límite. Si Sedarath no se dignaba a aparecer, teníamos una ocasión estupenda para pasárnoslo en grande y no pensábamos desaprovecharla. Ni por asomo.
-¡Esto es ridículo!- exclamé yo tirando de las puertas dobles del local- ¡No pienso esperar ni un segundo más por ese chalado!
Nada más entrar, me quedé estática en el sitio durante unos segundos. Era la primera vez que iba a una sala de fiestas como esa y la imagen me impresionó bastante.
