Capítulo II

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[...]

A penas habían estado diez minutos juntos, en total de ambos recesos. Habían logrado tomarse la mano, charlar un poco de cualquier cosa y un simple abrazo. Pero nada profundo, ninguna plática de algo que les causase curiosidad y abrazarse con demasiada fuerza, para hacerse saber que estaban ahí de verdad.

Estaba sentada en la banquilla, aguardando a que su madre pasara a buscarla. Sabía que siempre salía tarde del trabajo, eso equivalía a una media hora de espera. Sus codos reposaban sobre sus rodillas juntas, mientras que su cara, entre las palmas de sus manos.

Estaba demasiado desanimada, y a kilómetros se notaba. Obviamente, cuando su progenitora la viera, cambiaría de actitud. Para su suerte, podía hacerlo de vez en cuando.

Se sobresaltó al sentir como alguien tomaba asiento a uno de sus lados. Volteó en esa dirección, topándose con el rubio que era su novio.

—No creas que no sabía de esta rutina tuya— comentó.

—¿Pero cómo...?

Esa espera para irse a casa, jamás se la había dicho, ya que no quería quitarle tiempo que podía utilizar en algo más.

—Dar la vuelta al exterior de la Academia hasta que todos se hallan marchado, no es buena idea— sonrió dulcemente.

—¿Cuántas veces me has visto hacerlo?— preguntó un poco desalentada.

—Unas... siete veces— sonó ligeramente divertido.

—¿Y ahora me acompañas?— dejó escapar una risita al final.

—Pensé; hoy puedo tomarme un tiempo para ir hasta casa y entrenar— miró hacia el cielo, al frente suyo.

—Pero tu entrenamiento es importante— objetó al respecto.

—Pero tú me eres más importante, aunque no lo creas— volvió a ella.

_____ sintió sus ojos humedecerse al mismo tiempo en que apretaba con fuerza sus labios, evitando liberar alguna lágrima. Fubuki obviamente se percató de ello, y estaba consiente de que la castaña no estaba acostumbrada a escuchar esos comentarios de su parte.

Pasó sus brazos por detrás de su espalda y cabeza, para atraerla a su cuerpo, acariciándola con cuidado.

—Te quiero, ¿sí? No quiero que lo olvides nunca...— dijo bajo, cerca de su oído.

Ella asintió, a pesar de desilucionarse nuevamente, en medio de un sollozo y un par de lágrimas, aferrándose más al apellidado Sumiye.

A los pocos segundos, se separaron, mientras que la muchacha secaba su cara con su blusa.

—¿Mejor?— interrogó el de ojos rojos, acercándose un poco más, recargando su peso en uno de sus brazos.

—Un poco— respiró profundo, con los ojos cerrados, sin notar lo que había hecho el muchacho.

Cuando los volvió a abrir, se percató de la gran cercanía. Sus respiraciones se mezclaron por ello, hasta juntar sus labios en un beso.

A pesar de estar disfrutandolo, la apellidada Nakamura se moría de la vergüenza porque estaban en un lugar público. Se separó lentamente para, cabizbaja, ver a sus espaldas.

—¿Qué pasa?

—Aquí no me beses— rió avergonzada y sonrojada a no más poder.

—¿Por qué?— interrogó tomando su rostro entre sus manos.

—¿Y si pasa alguien? Me moriría de la vergüenza— dijo sin problema, apoyando su frente contra la de él.

—Como quieras.

Nuevamente, una sonrisa hermosa surcaba los labios de Fubuki. No podía evitar ser feliz a su lado. Todo de ella le encantaba, sin excepciones.

Cuando menos lo esperaron, se dieron cuenta que ya habían vuelto a las mismas posiciones como cuando él acababa de sentarse. ¿Cómo podía cambiar todo tan rápido?

—¿Tienes planes para mañana?

—¿Mañana?— preguntó confundida, viéndolo.

—Mañana es sábado, ¿y?— insistió un poco.

—Debo ayudar a Sho con el beyblade— habló bajando la cabeza.

—Comprendo...— desvió la mirada, sin saber qué más decir. No quería quedar en silencio cuando estaban en persona, suficiente en llamadas.

Una de sus manos buscaba la de ella para tomarla con cuidado, entrelazando sus dedos entre sí y acercándola a su boca para dejar un pequeño beso en el dorso de esta.

Ese simple acto provocó que una sonrisa apareciera en la castaña.

Justo en esos momentos, un vehículo se frenó frente a ellos. La habían ido a buscar. Se levantaron al mismo instante, saludado a la madre de la apellidada Nakamura.

—¿Quieres que te acerquemos, Fubuki?— interrogó sonriente su suegra.

—No gracias, lo tomo como parte de mi entrenamiento— agradeció.

—Bien, pero no te esfuerces de más. Debes cuidarte.

—Claro. Nos vemos— se despidió sonriendo, al mismo tiempo en que alzaba una de sus manos.

—Adiós— se despidieron ambas mujeres.

_____ subió al auto y emprendieron camino a casa. Trayecto a la vivienda, notó el hogar en el que vivirían en dentro de poco. Esa podía ser la primera y última vez que Fubuki Sumiye se quedaba con ella esperando a que la recogieran, ya que podía irse caminando sin problema.

Ese solo pensamiento, la deprimió levemente.

Últimamente no estaban pasando mucho tiempo juntos, y comenzaba a notarse cada vez más.

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Besos ♥

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