Cuando la señorita Mercedes se presentó, noté algo en su tono que me resultó un poco raro, pero no le di mucha importancia. Después de todo, era una maestra y yo solo un alumno que había entrado al baño equivocado. Intenté apurarme yendo hacia el inodoro, pero antes de que pudiera cerrar la puerta, ella volvió a hablar.
—¿Y qué estás haciendo aquí? —preguntó con una mezcla de curiosidad y firmeza.
—Pues... tengo ganas de ir al baño, y como es el descanso, vine aquí porque está más cerca —respondí con una naturalidad que intentaba ocultar mi incomodidad.
—¿Vas a hacer pipí o popó? —preguntó, sorprendiendo mi joven mente.
Titubeé un poco antes de responder, sintiéndome algo avergonzado.
—Popó.Ella asintió, como si mi respuesta fuera la más normal del mundo, y luego, para mi sorpresa, se quedó fuera del cubículo. Aunque cerré la puerta, podía escuchar cómo tarareaba una canción, aparentemente esperando a que terminara.
Cuando por fin terminé y dije en voz alta:
—¡Ya acabé! —esperando que entendiera que podía irse, ella me respondió:—¿Puedes abrir el seguro?
Pensé que había algo raro en todo esto, pero no quería parecer maleducado. Quité el seguro y abrí la puerta, esperando que se apartara para dejarme salir. Sin embargo, en lugar de eso, entró al pequeño espacio del cubículo conmigo.
—Párate, Juan Carlos —dijo con voz tranquila, como si me estuviera dando una instrucción cualquiera.
Obedecí, confundido, pero al ponerme de pie, hizo algo inesperado: tomó un trozo de papel higiénico y comenzó a limpiarme.
—Yo puedo limpiarme solo, maestra —protesté, dando un paso atrás.
—No, no, Juan Carlos —insistió, con una sonrisa casi maternal—. Estás en los baños de los pequeños, y aquí siempre ayudamos a los niños.
A pesar de sus palabras, no dejé de sentirme extraño. Nunca antes me había pasado algo así, y aunque su tono era amable, no estaba seguro de cómo reaccionar.
Cuando terminó, dio un paso atrás y me miró con una sonrisa.
—Muy bien, ahora lávate las manos.Salí del cubículo algo aturdido, con mil preguntas en la cabeza, pero sin decir nada. Me lavé las manos rápidamente y salí del baño, dejando atrás a la señorita Mercedes, quien seguía tarareando esa melodía. Afuera, el sol seguía brillando en el patio, pero yo sentía un nudo extraño en el estómago. No sabía si debía contarle a alguien lo que había pasado o simplemente olvidarlo, como si no hubiera ocurrido.
Ese día, el descanso no fue igual. Algo en mi interior me decía que esa conversación, y ese momento en el baño, marcarían el resto de mi año escolar.
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Escuela: El bebe de la maestra
RandomEsta historia de un niño que se llamada Juan Carlos de regreso de clases de vacaciones de Semana Santa fui al baños de los niños pequeños y me pone pañal y no me dejan quitar el pañal para nada. La mis que pone pañal me dice si quieres ir a mi casa...