Mi esquina

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Corría a toda prisa, el aire comenzaba a faltarme. Estaba corriendo de algo o alguien, era escalofriante. Sentía el helado viento golpeando mi cara, alborotando mi cabello. No me atrevía a girar mi cabeza para enfrentarme con lo que me hostigaba. Sin embargo, estaba segura de que se trataba de algo enorme. Podía observarlo en la sombra de los árboles con la poca luz de sol que quedaba. Temblaba, no deseaba parar. Seguía corriendo cuando de repente un árbol me dejo sin escapatoria.

Ya no podía huir, debía voltear hacia atrás, mi ansiedad aumentó. Seguramente era horrible, podía escuchar su fuerte respiración, casi como si estuviera en mi oído. Comencé a girarme lentamente, mis latidos aumentaban, faltaba tan poco, cuando hizo un sonido brutal...

Desperté.

Sentía el frío sudor en mi frente, me costaba respirar y el corazón me latía fuertemente. Tome un buen bocado de aire, inhalando y exhalando para tranquilizarme. Pronto mi respiración se regularizó. Solo había sido un sueño.

Volteé a ver el reloj, las cuatro y media de la madrugada. Suspiré, ¿Por qué tenía ese tipo de sueños?, sueños desagradables, más bien pesadillas. ¿No podía soñar algo pintoresco? Estaba solo a tres días de cumplir años, al fin cumpliría la mayoría de edad, algo de dicha por favor. Mis preguntas eran como un callejón sin salida, no tenían una respuesta. Por otra parte, nadie sabía de mis sueños.

Decidí mejor pensar en el mar, siempre me relajaba y me ayudaba a dormir.

-Agnes despierta, ya es tarde.

Abrí los ojos de golpe. ¿Cuánto tiempo paso? Ush mi cabeza. Mi madre comenzó a abrir las cortinas de mi recamara para que entrara la luz. Mi mamá es hermosa a su manera. Alta, bueno, no tan alta. Cabello café que al reflejarse con el sol se mira claro, casi como si fuera rubia. Vestía bien y tiene unos ojos verdes, tono manzana, como los míos. Piel blanca, pero algo bronceada, ya que en vacaciones tomo mucho el sol. Se podría decir que somos unidas.

-Sí mamá, voy a cambiarme- dije mientras tapaba mi cara del sol.

Se acercó y me dio un beso en la frente.

-No tardes- dijo mientras salía de la habitación.

Muy a mi pesar me tuve que poner de pie para buscar mi uniforme en el armario. Me cambie con lentitud, estaba cansada por aquella pesadilla.

Bajé las escaleras para dirigirme a la cocina donde estaba mi madre. Tome asiento mientras ella terminaba de servir la comida.

-Buenos días- dijo mi hermana sentándose frente a mí.

-Buenos días- le contestó mi madre, quien adoraba a mi hermana mayor.

Laila tiene veintiún años. Ella es más parecida a mi físicamente. Similar estatura, solo me gana por poco. Su cabello era entre café y negro, algo así. De igual forma, no la consideraba una persona fea, y no solo porque son mi familia.

Mamá sirvió y comimos en silencio. Yo terminé al final por lo que tuve que lavar los platos.

Tome mi mochila para alcanzarlas en el carro, ya me estaban esperando impacientes.

-Agnes siempre tardas tanto.

-Lo siento- dije poniendo cara de cachorrito regañado.

Suspiró, estaba perdonada.

Pronto llegamos a mi colegio, estaba relativamente cerca de casa. Aun no me podía creer que era mi último año de bachillerato y que en tres días mis dieciocho años. Todo pasaba tan rápido.

Camine a mi esquina de siempre. Me encantaba sentarme en un rincón de mi colegio, donde podía ver a todos, pero ellos no tenían tanta visibilidad de mí. En realidad, solo quedaba una semana de este año escolar.

Detrás de la realidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora