La chica que se encontro con un extraño niño.

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Y entonces ese día la chica normalmente de su escuela para en vez de ir a su casa, desviarse un poco entrando a una pequeña tienda en busca de su objetivo. "El día a estado muy caluroso", pensó ella divisando por fin su destino.

Entro sintiendo el frescor del aire acondicionado del lugar. Quiso ir directamente a la parte de atrás en busca de las heladeras, pero esta vez traía más dinero que de costumbre en su bolsillo; comenzó a pasearse por los pasillos, para ver que botana podría incluir en su compra.

Pasando por la zona de cereales vio algo muy curioso: Una pequeña niña vestida de color rosa saltaba inútilmente intentando llegar al último estante, tratando de bajar una caja de cereal. La chica se acercó con la intensión de ayudar, pues le daba un poco de pena ver su esfuerzo inútil.

Al acercarse, la niña se dio cuenta y volteo a verla con curiosidad. Entonces la chica pudo verla mejor: debajo de esa boina rosa tenía un corto pero lindo cabello negro y lindo conjunto a juego, terminando con un pantalón hasta las rodillas y zapatos blancos.

Entonces se agacho a su altura y le dijo:

— ¿Qué ocurre pequeña? —Le dijo, fijándose en sus peculiares ojos de irises moradas. "Qué extraño", comento para sí misma intentando ver si eran lentillas —. ¿Necesitas ayuda para bajar eso?

— ¡¿Cómo te atreves a llamarme enano bueno para nada, que necesita ayuda de un equipo de alpinismo para llegar a su cama, y que si llega a subir este estante la altura podría matarme?! —Grito la chica con una expresión de ofuscación, en respuesta a la amabilidad de la mayor —. ¡No soy tan pequeño! Bruja alta.

Sin duda no era la respuesta que esperaba, además de su voz que resulto siendo más gruesa de lo que esperaba, aunque solo un poco.

Intentado mantener la calma, se levantó de su posición y continúo:

—Mocosa mal educada, no te dije ninguna de esas cosas. Quería ayudarte a bajar esta estúpida cosa —Tomo la caja en sus manos y la extendió frente a ella —. ¿Tus padres no te enseñaron modales?

—Mis padres me ensañaron a hablar con desconocidos. Pon eso donde estaba, ¡no necesito tu ayuda!

Esto ya estaba colmando la paciencia de la chica que se rebajaba más y más a la actitud del infante. Abrazo los cereales tomando una actitud presumida y continuo.

— ¿De verdad? —. Entonces sonrió desviando la mirada de la menor —. Entonces supongo que comprare esto, ya que yo sí puedo llegar.

Inflando sus mejillas, la pequeña cambiaba su rostro pálido a un rojo suave. Conteniendo las pequeñas gotas que se escapaban por el rabillo de sus ojos, también se giró para no ver a la mayor.

— ¡Hazlo entonces! Ahora si me disculpas, estoy ocupado.

— ¡Bien! —Grito la mayor dispuesta a ir por sus helados.

—¡¡Bien!! —Respondió la pequeña trepándose a la estantería.

El sonido del estante viniéndose abajo sucedió después, llamando la atención de todos los presentes de la tienda; por supuesto incluido también el encargado del lugar.

— ¿Qué creen que están haciendo? Malditas mocosas —Exclamo el gerente al ver el desastre que paso en pasillo, donde únicamente había dos personas.

— ¡¿A quién llamas enano con zancos?! —Grito de nuevo sin sentido.

El desastre por suerte no paso a mayores.

—Mi nombre es Kazuto Sakata.

Pero las disculpas que debieron ofrecer no fueron fáciles con la actitud explosiva de la pequeña que en verdad era un niño, uno pequeño y vestido de rosa.

—Siento mucho haberte gritado de esa forma, señorita —Con sus pequeñas manos abrió la caja y le ofreció su contenido a la joven que estaba sentado junto a él en la banca —. Es que no me gusta que me recuerden mi altura.

La chica observo a su acompañante: esta vez el color rojo solo se concentró en sus mejillas, y evitaba mirarla a la cara. Solo sonrío y acepto el ofrecimiento, metiendo su mano en la caja de cereales. Al final era un niño haciendo una rabieta que no había que tomar enserio, además todos tenemos algo que nos puede molestar.

—Soy Saori Horikoshi. Espero que ese evento ni vuelva a pasar.

—Espero que no.

Ambos se quedaron un momento en silencio sin nada que decir, ni siquiera mirarse, solo dejando que el silencio se llevara las aguas pasadas. Después de un rato la chica vio de reojo a su costado pensando, "Este chico de donde habrá salido, es muy extraño". Él miraba perdidamente el horizonte; de vez en cuando sacaba cereales de la caja, que estaba en medio para que ella también agarrara.

El ocaso llego anunciando que pronto todo se volvería oscuro, sabiendo esto la chica se levantó primero, estiro los brazos, y menciono:

—Está oscureciendo. Creo que será mejor que nos vayamos.

—Tienes razón —. El pequeño se levantó y ambos comenzaron a avanzar juntos.

Llegaron a un cruzo en donde Kazuto dijo que podía continuar solo.

— ¿Estás seguro?

—Mi casa no queda lejos. Además tú también debes irte

—Entonces adiós, Sakata —. Entonces ella levanto su mano en señal de despedida volteando por su lado.

— ¡Hasta pronto, Horikoshi! —. Y él se fue levantando ambos brazos, corriendo hacia atrás felizmente.

Cuando llego a su casa las sombras tenían muy poco de haber caído, y ella entro a su casa ganándose un interrogatorio por parte de su madre.

— ¿Por qué volviste tan tarde a casa? —. Era obvio que la escuela había acabado hace mucho ya. Por supuesto estaría preocupada por su hija.

—Bueno, la verdad es que me paso algo súper raro hoy.

Esa noche madre e hija cenaron hablando sobre los sucesos que pasaron hoy, y sobre ese curioso niño que seguro Saori no olvidaría pronto, mucho menos con esas ropas tan extravagantes.

Y el detalle más importante: esos ojos morados, que a pesar que no les presto mucha atención le llamaban mucho la atención. "¿me pregunto si lo volveré a ver?", con eso último en su mente se recostó en su cama y se relajó, mañana era sábado así que no tendría nada que hacer. Entonces cerró los ojos y se dejó caer en el reino de los sueños.

Al final ella nunca compro su helado... Pero se comió la mitad de la caja de cereal.

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