Being myself

200 3 3
                                    

Being myself

Era una mañana de domingo de la cual te levantas algo cansado pero a la vez con ganas de empezar un nuevo día, por lo menos así lo veía yo. La tostadora sonó y la naranja empezó a soltar su jugo, la mermelada se fundía con el pan cuando la untaba con el cuchillo, el café silbaba y el tan solo diez minutos tuve un desayuno de lo más simple.

Noté como me caía el agua en la cara y bajaba hasta mi fibrosa tripa, me frotaba sin prisa el jabón por todo el cuerpo sin dejarme ningún área sin cubrir; salí, me sequé, y  empecé a peinarme con el secador y el peine que me regalaron unos amigos hace algún tiempo, me gustaba ponérmelo para un lado con algo de volumen y corto de los lados, mas tarde me perfilé mi tímida barba.

Abrí el armario y no tenía ni las más remota idea de lo que me iba a poner, tenía camisas, vaqueros… tenía un estilo algo raro, mis amigos me lo calificaban como hipster pero yo no pensaba eso.

Antes de salir me miré al espejo situado en la entrada, cogí las llaves y salí de casa, me apetecía hacer algo interesante pero no se me ocurría nada, así que me fui al Starbucks de un famoso centro comercial.

Entré allí y pude oler el olor a ese café tan característico de allí, me coloqué en la fila mientras miraba los pedazos de tarta que aún quedaban y los muffins restantes. Me tocaba pedir, y como era cliente habitual allí le dije que me sirviera lo de siempre, el típico café descafeinado y con mi nombre mal puesto, pero esta vez ya era demasiado, tantas veces que voy allí y me siguen poniendo el maldito nombre mal, tan difícil es escribir Maikel.

Me senté en una mesa apartada donde daba el sol en mi espalda, saqué el MacBook Air recién comprado y me puse a escribir mi historia.

Me coloqué mis gafas de pasta negra sobre el rostro y me metí por completo en mi portátil y en lo que estaba escribiendo, no hacían más que llegarme correos al iPhone de ofertas de trabajo y contratos de trabajo en periodos vacacionales: chiringuitos, bares… pero no aceptaba ninguno, yo sólo tenía fe en una cosa: Escribir mi historia y publicarla.

De repente un golpe retumbó por todo el habitáculo, el café que me estaba tomando pudo hasta vibrar; era un chico rubio, de ojos azules oscuros y se le veía algo torpe. Tiró un palo de decoración nada más entrar, con la parte lateral de la mochila, se le notó como la cara se le enrojecía y como tartamudeaba cuando le intentó dar explicaciones al camarero sin deber alguno; no pude evitar que se me escapase una pequeña carcajada, bueno una carcajada que creo que hasta él me oyó. No sé porque pero después de haber ocurrido ese pequeño percance no le podía quitar los ojos de encima, mi historia no avanzaba y el café se empezaba a enfriar, después de pedir y recoger su café y cookie se sentó en una silla, de nuevo torpemente; hubo un momento en el que él me miró y chocamos con las miradas provocando un rechazo por parte mía. A los pocos segundos se levantó, cogió el café, su portátil y algunos que otros papeles desparramados por la mesa, dio algunos pasos y en un abrir y cerrar de ojos estaba en frente mía preguntándome si se podía sentar; titubeé durante unos instantes pero acepté su propuesta.

Ya había acabado el café y el sol se iba poniendo cada vez más alto hasta tal punto de no poder ver la pantalla del portátil, se estaba haciendo tarde y tenía que irme a casa a prepararme la comida, cerré con energía la tapa de este y pude observar los labios carnosos de… espera como se llamaba, tampoco habíamos tenido ningún tipo de cordialidad el uno con el otro y creo que se merecía aunque se preguntarle por su nombre.-¿Cómo te llamas?-le dije-Alexander Daly, ¿Y tú?-me quedé algo bloqueado con esa simple pregunta y no sabía el por qué-Maikel…-susurré. Transcurrieron unos largos veinte minutos de donde sacamos muchas cosas en común,entre ellas, su número de teléfono.

No todo son palabras...o siDonde viven las historias. Descúbrelo ahora