Capitulo uno.
De nuevo, no lo podía creer.
Iba tarde, como ya se me estaba haciendo rutina y la prueba comenzaba en diez minutos.
Perfecto, Amelia, todo lo que necesitabas en este maravilloso último día de prueba para que calificarán tu puntualidad es llegar impuntual, mejor no debe ser.
Atravieso las puertas de cristal, continúo corriendo hasta llegar al aula dos que esta al final del pasillo.
—Srta. D'Medor. —dice en un tono de reproche mi profesor de economía. —Estamos maravillados de poderla tener en la clase. —detrás de él, más allá de la puerta, todos ríen. Siento como todo el calor del cuerpo se concentra en mis mejillas.
—Gracias. —contestó. Camino abriéndome paso por el pequeño hueco que me ha dejado y llego hasta el asiento con las miradas puestas solo en mí.
No voy a justificarme, dormí hasta tarde por ver una mala película con Ilda, mi hermana mayor, pero ella sí que se ha despertado y me ha dejado en la casa, para que me las arreglara sola.
Después de las dos terribles horas de economía, consigo ir por un bocadillo antes de que suene el timbre a la siguiente clase.
—¡Amelis! —gritan. —¡Ame! — viene trotando hacia mí y se logra colgar de mi cuello, gritándome al oído. Entrecierro un ojo, mientras trato de alejarla de mi espacio personal, pero al final cedo y termino abrazándola también.
—Gelina, yo también te extrañe. —nos separamos, ella me mira con una sonrisa de oreja a oreja.
Gelina es mi amiga desde que comenzamos la preparatoria, este es nuestro último año, así que esperamos sea el mejor. Nos conocimos cuando la fiestera de Ilda me llevó a fuerza con ella a una "reunión", que terminó siendo todo, menos eso. Como no conocía a nadie ya que empezaría el instituto al día siguiente, solo tome un refresco de la mesa de aperitivos y me quede en una esquina mirando la pista de baile, fue entonces que apareció Gelina, estaba ahí en medio y parecía algo distraída y a causa de eso un chico le arrojo un vaso con refresco en la cabeza burlándose de ella sin razón aparente, al menos para mí, me acerque a ayudarla prestándole mi suéter y ofreciéndole compañía hasta el tocador.
—Muchas gracias, no tenías por qué hacerlo. —me dijo cuando se colocó frente al espejo. Con unos pañuelos quita el resto del líquido y me mira.
—Sin problema. —le dije. —¿Por qué ese chico te hizo eso? — frunzo el ceño mientras le paso otro pañuelo.
—Porque es el ritual del segundo año a los nuevos. —se ríe.
—Bueno, creo que tuve suerte entonces. —ambas reímos por primera vez en aquella habitación y desde ahí nos volvimos inseparables.
—Espero que tu siguiente clase no sea Lengua, porque es horrible. —emprendemos marcha hacia las escaleras rumbo al segundo piso.
—Ojalá que no. — río un poco y la miro, a ella todas las clases le parecen horribles.
—¿Te enteraste? —voltea, no me da tiempo a responder. —Mañana en la noche... —se queda pensativa. —Habrá una fiesta de bienvenida, ya sabes. —rueda los ojos. —Para los nuevos, la hará Dylan y él ansia que estés ahí.
Pongo mi cara de fastidio total y sé que la conversación se ha arruinado. He sentido ese sabor en mi boca desagradable otras veces y los últimos meses se hizo intenso. Dylan es un amigo, al menos podría decir eso de él hasta hace poco menos de tres meses, desde que comenzó la escuela, me rondaba porque estaba "enamorado" de mí. Patética, porque le creí, hasta que descubrí que no solo era de mí, sino de casi el setenta por ciento de las chicas de la escuela.
—Entonces no estaré ahí. —Gelina hace una mueca. —Sabes que me molesta verlo, mejor que nadie lo sabes.
—Pero es la última fiesta. —exclama. Subimos los siguientes escalones rumbo al tercer piso y caminamos por el pasillo. —Debemos ir, ignóralo, yo sé que él adoraría verte y yo verte haciéndolo sufrir. —estalla en carcajadas y río con ella.
Es verdad, se ha pasado el último mes rogándome y diciéndome que fue todo un mal entendido con las chicas, que ellas deseaban estar con él, no al revés, pero Dylan es solo cuentos, definitivamente verlo sufrir no era lo mejor, pero mentir tampoco.
—Adelántate, Lina, pasaré al tocador. —dejo a mi amiga en el pasillo y me desvío a la derecha para entrar a los baños de mujeres.
Reviso que este vacío y entro en uno.
He hecho una nota mental para después, para decirle a Lina que me han dado la fecha de toma de fotografía y que debemos cerciorarnos de quedar juntas en ella.
Tomo la manija para salir al lavamanos cuando la puerta de los baños se abre abruptamente, golpeándose contra la pared.
—No tenías por qué hacer eso, no te estaba haciendo nada. —la puerta se cierra con un silencioso clic.
—¿Qué querías que hiciera, Mónica?
¿Qué? Esa definitivamente fue una voz de hombre. Una voz de hombre en el baño de mujeres.
—Debes aprender a controlarte. —murmura la chica entre dientes. —No puedes ir por la vida haciendo lo que hiciste. —me quedo ahí, ya a punto de salir del cubículo, pero no creo que sea lo más correcto. Definitivamente no han notado mi presencia.
—No voy a permitir que siga hablando así de mí. —la voz del chico es ronca, no creo que sea alguien de primer año.
—No dijo nada, estas exagerando las cosas...
El enorme cuarto se queda en silencio repentinamente, no he escuchado abrirse la puerta.
Oh, oh. Sé han percatado de que estoy aquí.
Ay, no. Cierro los ojos resignada, me maldigo internamente.
Abro despacio la puerta y salgo.
—De verdad que yo no quería... —empiezo a abrir los ojos, para mirarlos y pedirles una disculpa, aunque no es mi culpa. Pero un golpe, fuerte y sonoro da contra mi frente, haciendo que esta golpeé la pared que tengo detrás.
Luego, pierdo el conocimiento.
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TEI | Jason Schmidt
Teen FictionEl Trastorno Explosivo Intermitente es un trastorno del comportamiento caracterizado por expresiones extremas de enfado, a menudo hasta el punto de enojo incontrolable que son desproporcionadas respecto a las circunstancias en que se producen