Capítulo 12 (Inefable)

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—¡Es un día hermoso! ¿No creen, Hika-chan y Ku-chan?

La joven antes mencionada dejó escapar de su boca un fuerte y molesto bufido a la vez que dejaba caer su cabeza hacia atrás. Había estado caminando por unas cuantas horas (bueno, en realidad fueron quince minutos... tal vez menos) y tanto sus piernas como el potente sol la estaba matando. De todos los malditos días que había, su padre tuvo que elegir el más caluroso para ir a acampar al bosque. Una excelente idea, por supuesto.

—Hika-chan, deja de quejarte. —acotó su padre, dándole una corta mirada a su hija.

—Cómo desearía ser Rin y Haru en estos momentos, ellos no tienen que soportar toda tu mierda. —siguió quejándose la azabache frunciendo más el ceño, recordando que sus dos hermanos mellizos estaban tranquilamente con sus abuelos, disfrutando de la paz y tranquilidad, mientras que ella estaba sufriendo enormemente por culpa de las alocadas ideas de su padre.

—¡Hikaru! —regañó su madre—. ¡Vocabulario!

"Aunque opino lo mismo." Pensó la mujer, siguiendo a su marido por el inmenso bosque en el que estaban.

Yare yare...

—¡Vamos, Hika-chan! No seas tan así. Es un día hermoso y seguramente será una noche maravillosa. Hay que aprovechar. ¡Más naturaleza y menos celular!

—Ojalá llueva.

Que fastidiosa eres.

La joven dejó escapar un pesado y cansador suspiro a la vez que se sentaba en una grande roca para descansar un poco. Algunas gotas de sudor amenazaban con deslizarse por su frente, su respiración estaba bastante acelerada y su cuerpo ardía como los mil infiernos.

—Dame... cinco minutos. —dijo ella entre jadeos al notar que Saiki la miraba fijamente sin ninguna expresión. Este se había detenido a su lado.

—Cinco minutos es mucho tiempo.

—Bueno pues jódete. No me moveré hasta haber recuperado un poco de energía.

—Solo caminamos por treinta minutos, no puedes estar cansada.

—Bueno, perdón por no ser tan atleta como tú. ¿Quién eres? ¿Usain Bolt? —se burló ella mientras sacaba una botella de agua helada para beber un poco—. Ugh, odio que mi padre siempre tenga ideas raras. Lamento que te haya arrastrado a esto. Es que mi padre pensó que sería buena idea traerte, como viniste a ayudar la última vez con esos niños...

"Aunque debo admitir que cada vez que pienso en ello tengo una sensación extraña... no recuerdo haber estado con Saiki las primeras horas del día..." Hikaru entrecerró los ojos, observando al psíquico y dándole unos largos sorbos a su agua.

¿Por qué mis poderes no funcionan por completo contigo?

—No te preocupes. Está bien.

—Créeme, yo insistí para que no te invitaran, pero mi padre da mucho miedo cuando se enoja.

—¿Tu padre realmente puede enojarse?

—Es capaz de traer a Satanás del infierno cuando se enoja. —dijo ella dándole una sonrisa divertida, ya haciendo el amague de querer levantarse. Largó un quejido cuando sintió sus piernas escocer—. ¿Una ayudita por favor?

—No.

—Vamos, Saiki. Ayúdame o juro que mientras estés durmiendo te haré tragar diez escarabajos.

Y sin dudarlo, el psíquico tomó la mano de la azabache para ayudarla a levantarse de la roca en donde ella se encontraba. Una vez que Hikaru se levantó, estiró el cuerpo alzando los hombros y largando un bajo gemido en forma de queja. Saiki tosió.

Con sabor a azúcar. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora