En el cielo hay angeles y en el infierno viven los demonios pero, de todos ellos ninguno con ojos como los tuyos
-Tiberio Atanacio
Caía y caía, sin fin alguno, bajo el brillo de las estrellas.
Caía, sintiendo el fuego consumir mi cuerpo, quemar mi piel. Dolía, realmente dolía, pero por alguna razón lo soportaba.
Hasta que mire el cielo que se extendía frente a mi...Aquella mujer desperto de aquel sueño tan horrible;su pecho subía y bajaba, mirando para todas partes dentro de aquella habitación, encontrado solo las paredes de madera y las pinturas.
Sus lágrimas caían por sus ojos, preguntándose a si misma ¿por qué me causa tanta tristeza aquel cielo nocturno?. Sin importar cuantas veces tratara, aquel cielo, por el que cada día soñaba que caía, le daba un hueco en el corazón, una sensación de ahogamiento, como si su corazón se partiera a la mitad, pero a la vez un orgullo le impedía aceptar ese dolor.
Su mirada paseaba por aquella habitación, agarrando las sábanas con fuerza, apretandola entre sus dedos. La luz de la palida luna entraba por aquellas cuatro ventanas pequeñas, situadas en el techo. Hermosa era la luna que se asomaba por aquellas ventanas, dejando que la luz de esta iluminará la oscuridad de aquella habitación oscura y algo fría.
Sus orbes celestes se posaron en aquellos cuadros tan majestuosos;aquellos seres alados, con un rostro pacificó mientras pisoteaban a sus hermanos, los "rebeldes".
Pero entonces escucho unos pasos acercarse a la puerta cerrada de madera, viendo por debajo de la puerta, donde salía lo que parecía un poco de luz de vela, un par de siluetas.
-¿¡Cómo te atreves a traer a una mujer, a un lugar santo como este!?-La mujer en la habitación se sobresalto, buscando con la mirada de donde provenía aquella voz, que con tan solo elevarse parecía hacer que la habitación temblara.
La mujer se escondió entre aquellas sábanas, dejando que sus largos cabellos rubios, llenos de rulos pequeños, cayeran por su rostro.
-Por favor, hermano Noel -murmuró otra voz, esta la reconoció al instante;la voz de una persona amable, temblando ante la contraria-esa mujer... Estaba en la calle, en un rincón, solo tenia solo tiene como techo un tablón de madera, y sus ropas, ni siquiera la protegen del frío de la noche, sea piadoso hermano.
El silencio permaneció durante unos momentos, mientras la mujer de rubios cabellos no se destapaba, refugiándose bajo las sábanas del frío de la noche.
-Esta bien... -soltó la voz de aquel hombre, entre dientes y aun con enojo notorio en su tono -pero tu te harás cargo.-¡m-muchas gracias, hermano!-chilló aquella voz, más emocionada.
Unos pasos se alejaron de allí, desapareciendo, mientras que la puerta se abría, revelando a un cura,de tez blanca, cabellos castaños,atados en una colita baja. Mientras que un rosario de plata colgaba de su cuello, moviéndose al compás de su cuerpo.
El cura, tenía en sus manos tenía una vela y en uno de sus brazos, una muda de ropa, especialmente para la chica.Su amable sonrisa, le recordaba al cálido sol, que muchas veces le entregaba calidez en los días de invierno.
-oh, tranquila-dijo con el tono bajo, pero una amabilidad única, que nadie le había entregado.
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Lucifer
RandomYo soy la luz que trae la sombra "El" hijo del amanecer detrás de las noches oscuras Guardián de los misterios Estrella de la mañana Rey de Querubines Yo soy lucifer -meimuna la tristesse du diable