Capítulo 1

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Alba

Mi madre me advirtió sobre cuánto lamentaría llevar solo una maleta a Vancouver, pero en ese momento pareció que sería un viaje corto así que solo empaqué mi cámara, un poco de ropa y el cargador de mi teléfono, pero a medida que la estancia dejaba de ser de días y se convertía en semanas, entendí su punto.

Durante mi tiempo en el hotel fui una turista más, solo conocí los alrededores y tomé muchas fotos de todo, literal, incluso me gustaron sus basureros para reciclar, pero mientras la memoria de la cámara se llenaba más identificada me sentía porque los recuerdos en mi memoria también eran muchos y me hacían sentir culpable sobre cómo los dejé y lo mucho que estaba tardando en volver para crear más.

Se hicieron dos semanas en las que moría por regresar, quería tanto ver a Natalia porque no teníamos nada de tiempo al teléfono desde que el juicio comenzó. De todas formas, no era lo mismo, su voz solo me hacía extrañar más toda mi vida y me hacía sentir mal saber que no estaba ahí en un momento tan crucial para ella.

Pero por eso estaba aquí, por mi vida.

El número de mi padre estaba guardado en mi teléfono y no dejaba de pensar en que ya era momento de hacer lo que debía hacer en Canadá. Estaba ahí para conocer a mi padre, no para fotografiar cuan ecológicos eran los canadienses.

Una tarde, cuando estaba con mis deseos de largarme de una buena vez, renté un auto y manejé hasta donde el GPS me decía. Mi padre, al parecer, vivía en un lugar muy reservado de la costa Oeste, un lugar llamado Ocala en donde todas las casas eran enormes como palacios y con mucha seguridad, detalle que noté apenas llegué a la suya y tuve que esperar que abrieran una reja mientras le entregaba mis datos al portero. Solo alcancé a decir mi nombre para que me sonrieran y me dejaran pasar.

Avancé por la arboleda más larga de la historia y después me bajé en la entrada de una enorme casa blanca. El lugar era tan tranquilo como el resto de la ciudad, pero antes de tocar el timbre sentí el ruido viniendo desde el patio trasero. Mucha gente charlaba y de repente me sentí vacía, no tenía qué decir cuando viera de frente a mi padre. Sabía que él sabía que yo estaba en la ciudad, pero se suponía que yo iría a verlo cuando estuviera lista y hasta el momento ni siquiera habíamos hablado por teléfono a pesar del tiempo que llevaba en la ciudad.

Y nuevamente, en una entrada, sentí que no estaba tan lista.

Iba a correr de regreso hasta el auto cuando la puerta se abrió. Una niña de unos catorce años se asomó y me miró con sus enormes ojos celestes, luego miró a mis espaldas y habló.

— ¿Eres Alba? —asentí sin poder salir de mi estado de shock y ella solo abrió más la puerta. —Genial, soy Rachel. Te han estado esperando.

Caminó de regreso dejando la puerta completamente abierta y no pude seguirla, no después de darme cuenta de que era mi hermana.

— ¿La invitaste a pasar? —una voz masculina se acercaba y di un paso atrás, probablemente intentando escapar, pero solo conseguí chocar contra un enorme florero de la entrada. Asustada me giré para alcanzarlo, pero solo cayó haciéndose mil pedazos. — ¿Alba?

Lentamente, y con mucha vergüenza, me giré a mirar a un hombre alto, bronceado y de brillantes ojos verdes. Suspiré aliviada porque, según la descripción, ese no era mi padre.

—Siento mucho lo del florero, lo pagaré. —el hombre sonrió y ni siquiera dijo algo más antes de abrazarme con fuerza y convertirme en la persona más incómoda en el mundo. —Ems...

—Lo siento, lo siento...es solo que tu...—se apartó unos centímetros solo para verme y sonrió tiernamente. —Eres idéntica a él.

—Ems...yo

Kitty's Bra (Parte III) - AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora