Capítulo 2

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Luego de haber echado de casa a Sebastián y ver como Santiago se iba debo aceptar que tengo el corazón destrozado, bueno literalmente destrozado y ni se inste algo acerca de mis sentimientos. Llevo más de dos horas llorando aquí peor que una Magdalena y peor con las melodías de Daughter me acompañan indudablemente en este dolor. Debo reconocer que estos sentimientos no había sentido en meses amor, lujuria y desprecio en menos de un día; había estado tan acostumbrada a la paz de mi habitación en medio de libros y mi tazas de agua aromáticas durante mucho meses y olvidado que volver estar en una situación de estas con una única ganas de huir, huir y seguir huyendo. 

Me siento en el borde de mi cama y veo el atardecer y lo primero en mi mente es Santiago, Santiago y Santiago. Una idea surge de mi interior "correr". ¡Exacto! Correr, siempre me ha ayudado; rápidamente busco en mis cajones una muda deportiva y mis zapatos dados por mi tía de su último viaje de Europa.

Busco mis llaves y al ver mi mesa de comer me recorre un frío por todo mi cuerpo mientras continúo la mirada hacia la puerta y en cuestiones de fracciones de segundos recuerdo todo y me siento tan endeble por lo acontecido en la mañana. Salgo de mi departamento, al cerrar la puerta pienso en que debo que y tengo que cambiar la herradura de mi puerta.

Doy una fuerte inhalación mientras bajo por las escaleras y no se halla nadie por allí hasta llegar a la vereda y miro hacia ambos lados y opto por correr, como la primera vez que lo hice por estas misma razones. Por dudas en el amor.

Mientras corro a lo largo del boulevard me doy cuenta de que durante 30 minutos corriendo he visto muchas tiendas donde venden dulces y frascos de chocolates; opto por creer que es una señal del destino o como le digo yo "tercera ley de newton". Encontrándome con mi tercera ley de newton paro por unos dulces y al entrar a la tienda fijo mi mirada en una caja de chocolates, no es una caja simple, son los favoritos de Santiago y una estúpida y grandiosa idea viene a mí al verlos. Sin pensarlo dos veces tomo dos de esas cajas, un kilo de gomitas en forma de tortugas (mis favoritas desde que tengo uso de razón). Me ubico en la columna para pagarlos y gracias a Dios llevo efectivo conmigo en el bolsillo de mi chompa; al llegar a la caja me doy cuenta de que el cajero no es nada más que el mejor amigo de Santiago: Andrés. Le doy un abrazo y un beso en la mejilla desde donde me hallo parada y me establece una conversación:

-¿Estamos deprimidos? Lo comento por el chocolate y la cantidad de dulce que llevas.- Lo dije con una sonrisa de complicidad.

-¿Quién te ha dicho que hay que estar deprimido para comer dulces? – Le digo con toda sutileza.

Andrés suelta algunas carcajadas y me insta: - No creo que vayas a comértelas, además Santiago me contó que salió contigo hace unos días ¿Eso es verdad?

Mi rostro cambia rápidamente y mi voz se quebranta un voz y le contesto: Así es salimos, pero necesito hablar con él por un mal entendido que hubo pero mira tú que coincidencia me encuentro contigo hoy y en este preciso instante tengo una duda, ¿Me darías la dirección de su casa?

Andrés abre su boca y da un pequeño gemido mientras me mira con lascivia y afirma con su cabeza. Me termina de facturar mis dulces, a reverso de mi factura encuentro la dirección de Santiago y sucede que está a 30 minutos desde la tienda donde me hallo; sin duda alguna pienso ir para allá y finalmente le ruego a Andrés que coloque mis compras en una bolsa ecológica me despido de él con un gran abrazo  empiezo mi nueva ruta desde la tienda hasta la calle 14 y Avenida San Juan.

En el recorrido voy perdida en la profundidad de mis pensamientos, los recuerdos de aquella noche con él y sonriendo como una idiota ilusa al pensarlos. Debo añadir que Santiago no se ha de imaginar esto. En cuestiones de mis pensamientos y minutos me hallo en su dirección y pregunto en cada uno de los edificios de allí para dar con su residencia en el cuarto de siete edificios vive él. Le comento al conserje que iré a visitar al señor Santiago Arcentales Campos de parte de la señorita Alex Venor Arráez.

Nuestra historia descontinuadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora