MECANIC SHOP

5 KM

Me llamo Shawn, tengo 22 años y vivo en el sur de Canadá, en un pequeño pueblo a 30 kms de la capital de la provincia, donde estaba la Universidad a la que había entrado un año antes a estudiar Magisterio.

Durante el año anterior me había desplazado diariamente en el autobús pero, para este nuevo curso ya había logrado comprarme un coche con el que los viajes a la capital se me hacían más cómodos y llevaderos. Estaba en la tercera semana de septiembre, hacía mucho calor todavía, era martes y ese día salí de casa con destino a la Universidad. Faltaban poco más de 5 kms para llegar cuando el motor del coche comenzó a echar humo, así que asustado decidí parar.

Quiso la suerte que en la salida que cogí hubiese una taller de vehículos, así que aparque y me encaminé al interior, donde un tipo mayor que yo, de unos 26, grueso, fortachón, de piel bronceada, más bien bajito, con el pelo negro, con músculos marcados, que se llamaba Nick y era el dueño del taller que el mismo había decidido hacer ayudando a infortunados como yo. El, a diferencia de mi había abandonado los estudios y ahora vivía de la grasa y de tuercas, se apresuró a dejar el coche que tenía entre manos e intentar resolver mi problema. Pero tras echar un vistazo me dijo no sé qué de los manguitos y que la reparación no podía ser inmediata, o sea, que tenía que esperar un par de días. Sin embargo, se ofreció a llevarme a la Universidad o de vuelta a mi casa si esperaba al mediodía que acabara su faena. No llevaba dinero ni siquiera para un bus, así que durante las 2 horas que restaban me dedique a mirar como trabajaban Nick y los dos chavales jóvenes que le ayudaban. Durante todo ese tiempo no hice más que mirar al mecánico, que sudaba copiosamente mientras trabajaba. Se reía de vez en cuando y se secaba el sudor con el dorso de la mano. Andaba de aquí para allá sucio de grasa y con su pantalón ya manchado de tanta suciedad. Yo, en medio de todo ese desastre, me veía sumamente impecable y blanco.